Arturo Valls inicia este domingo 3 de julio una particular condena televisiva, la que dicta Atresplayer Premium con la serie Dos años y un día. El valenciano encarna a Carlos Ferrer, que bien podría pasar por un trasunto suyo -presentador de gran popularidad en televisión, cómico y actor- al que un chiste desafortunado termina por enviar a prisión, por un delito de ofensa. Los límites del humor se ven reflejados en una serie que lleva una problemática a extremos paroxistas, jugando con los tropos del cine carcelario para llevar la propuesta al absurdo.
“Si existen los límites del humor deben ponerlos el sentido común, el contexto y la evolución de la sociedad”, comenta Valls a verTele al respecto del tema que sirve de eje a la ficción de la que es no solo protagonista, sino también productor ejecutivo. De hecho, en ella repite buena parte del equipo que ya pergeñó la reciente adaptación cinematográfica de Cámera Café, lo que también denota un tono aproximado y una energía visual muy pareja.
“Me encantaría generar una compañía como hace Adam McKay y trabajar con los mismos actores”, plantea el televisivo, muy decidido en su labor de productor e impulsor de proyectos. No en vano, nos revela que no solo sigue afanado en el desarrollo de ficciones (de nuevo con Ernesto Sevilla); a través de su productora, Pólvora Films, también ha opcionado el que será su primer formato de entretenimiento, que presentarán próximamente a cadenas. Redoblar estos esfuerzos, explica, es posible precisamente por haberse desligado de las responsabilidades como presentador de ¡Ahora caigo!. Si meses atrás ya advertía su intención de hacer un paréntesis con el entretenimiento, ahora da directamente por cerrada su etapa en los programas diarios: “Me han ofrecido cosas que tenían que ver con programas diarios, y eso sí que no. Eso me hipoteca para hacer ficción, para hacer otras cosas, para producir”.
Para producir y para actuar. En ese sentido, el personaje que afronta en Dos años y un día puede entenderse como un alter ego desde el que decir cosas que no podría exteriorizar como Arturo Valls en un programa como Mask Singer o el mismo Ahora caigo. Sin embargo, él mismo deja claro una idea: “El propio personaje público de Arturo Valls ya es un personaje. El verdadero tienes que verlo en una paella un domingo en casa”.
Después de haber visto los dos primeros episodios de 'Dos años y un día', ¿dónde crees que uno lo puede pasar peor, en una cárcel al uso o en una como la de la serie, con ese positivismo tan excesivo?
[Risas] Yo creo que las de Celda 211 y El Lute son un poquito peor. Aquí al menos solo por la cromoterapia y la luz que desprenden nuestros uniformes, según dice la directora [personaje interpretado por Adriana Torrebejano], hacen que sean un poquito más llevaderas estas cárceles alternativas.
Una sátira que nada más plantea la problemática o el debate sobre los límites del humor, y lo hace desde esta óptica digamos caricaturesca, desde su mismo comienzo puede parecer hasta una osadía. ¿Crees que el debate es tan peligroso como se muestra en la serie en el segundo episodio, con El Rubio amenazando con pincharte?
Espero que poco a poco se vaya rebajando, que la gente entienda que las consecuencias nunca pueden ser tan radicales como que alguien se vea privado de su libertad por contar un chiste. Si está el debate en la calle que se entienda esto, que puede haber límites del humor que pueden depender del contexto, que los puede poner la situación: quién los cuenta, dónde se cuenta... No es lo mismo un chiste del Holocausto contado por un nazi que contado por un judío... Para mí los límites del humor no deberían existir porque hablamos de ficción, partiendo de esa base, y nunca el cómico pretende ofender. Si existen deben ponerlos el sentido común, el contexto y la propia evolución de la sociedad. Hay chistes que ya no hacemos, no por autocensura sino porque ya no tienen gracia, porque la sociedad ha cambiado. Abogaría por un poco más de sentido común y por no ser tan radicales: 'Es que a mí me ha ofendido este chiste'. Pues perdóname y continuemos con nuestras vidas. Hay cosas más dolorosas y problemas más serios que un chiste que te haya ofendido. Se pide perdón y ya está.
Hay una cosa muy paradójica y es que el humor a veces ayuda a solventar ese dolor, a superar según qué tragedias y dramas. Yo he tirado mucho de humor en situaciones como entierros, en el hospital... Haces un chiste y la gente... En el caso de las ofensas hay que pedir disculpas y tirar hacia adelante.
Con los paralelismos que podemos encontrar entre Carlos Ferrer y tu vida, ambos actores y presentadores de concursos de largo recorrido... ¿Hasta qué punto te permite un personaje así expresar cosas que no hubieras podido como Arturo Valls?
Lo que pasa es que el propio personaje público de Arturo Valls ya es un personaje. El verdadero tienes que verlo en una paella un domingo en casa. El otro es un personaje que creas. Ahora yo estoy interpretando a ese personaje con Carlos, al presentador que tiene según qué problemas con la fama, con el prestigio, con querer ser un actor más serio y no hacer solo programas... Hay cosas que a través de ese personaje puedes contar, cosas que nos pueden pasar a nosotros. Por ejemplo, verte haciendo selfis con los presos, por ejemplo, son cosas que podemos “sufrir” a veces en la vida real, que puedes contar a través de este personaje.
Es difícil encontrar una mirada propia en la comedia, y Ernesto Sevilla la tiene. Y llevarme a mí, de un contexto más blanco y mainstream, por esos terrenos un poco más arriesgados y jugar con el absurdo me parece un regalo
En ese aspecto, llama la atención la coincidencia de talento entre el filme y la serie: desde Miguel Esteban y Sevilla, a actores como Manuel Galiana, Javier Botet, pero también a nivel técnico con la fotografía de Enrique Silguero... ¿Sentís que es esta serie una continuación espiritual del tipo de propuesta que ya fue la película?
Podría ser... A mí me encantaría generar una especie de compañía como hacen americanos como Will Ferrell y Adam McKay, que trabajan con los mismos actores. Podría ser. Camera está más ligado al formato y los personajes, pero sí que hay algo, sobre todo en los capítulos que dirige Ernesto, en la forma de mover la cámara y de hacerlo todo más visual, de aportar ese dinamismo de la cámara y jugar con esos tonos que tocas las miserias del ser humano, pero juegas con el surrealismo y el absurdo. Sí que hay ahí un estilo que podría tener una cierta continuidad con Camera… Iba a decir también que con el mundo Chanante, pero ese mundo aprieta un poco más el absurdo, aquí nos pegamos más a la realidad.
Por cierto, Ernesto Sevilla ha estado en varios de estos proyectos que mencionaba antes. Y ya habías estado presente en proyectos previos de los “chanantes” ¿Es una asociación a largo plazo? ¿Podemos esperar algo más allá de esta serie?
Bueno, ahí tenemos cositas... Está Ernesto escribiendo, pero fíjate si hay continuidad que él ya está pidiendo cambiar y ponerse un poco más serio. Le apetece tocar temas más profundos. Pero sí, la combinación me encanta. Es difícil encontrar una mirada propia en la comedia, y Ernesto la tiene. Y llevarme a mí de repente, que vengo de un contexto más blanco y mainstream, por esos terrenos un poco más arriesgados y jugar con el absurdo, que como espectador me ha gustado siempre, me parece un regalo y un privilegio. No nos casamos, vamos a tener una relación abierta [risas], pero sí que la vamos a mantener.
En el último año, coincidiendo con el final de 'Ahora caigo', has estado particularmente centrado en la ficción: 'Sin novedad', 'Descarrilados', 'Camera Café', ahora esta... Y eso sin contar la tercera edición de 'Mask Singer'. Un año después, ¿echas de menos la televisión diaria? ¿Sientes que es una etapa cerrada esa?
La puerta del entretenimiento no se cierra. De lo que estoy liberado es... ¿sabes lo qué es no mirar verTele -¡mi portal favorito!- cada mañana? Me meto más tarde pero para ver noticias, ¡no para ver la audiencia! Ya las miro para enterarme de cosas y no para ver el dato que hice el día anterior, que era una cierta esclavitud. Tiene que llegar el formato que te atraiga. Con el propio Mask Singer estoy encantado, porque me lo paso bomba. De lo que sí se puede hablar de cerrar es del diario, de los programas diarios. Me han ofrecido cosas que tenían que ver con programas diarios, y eso sí que no. Eso me hipoteca para hacer ficción, para hacer otras cosas, para producir.
Pero el entretenimiento en prime time, eso sí... De hecho, estoy a punto de producir mi primer programa de entretenimiento. Todo lo que había producido era ficción y he opcionado un programa americano que vamos a coproducir con una cadena americana, y que vamos a empezar a vender a ver quién se anima.
Me han ofrecido cosas que tenían que ver con programas diarios, y eso sí que no. Eso me hipoteca para hacer ficción, para hacer otras cosas, para producir
Ahora que estás enfocado en la interpretación, destaca igualmente tu labor como productor, por la que ganaste un Goya con 'Tótem Loba'. ¿Cuán importante es para ti ejercer de productor y controlar las historias en las que quieres involucrarte como actor en este punto de tu carrera?
Por eso te decía de la conveniencia de dejar Ahora caigo. Estábamos tirando a un tío por una trampilla, hacíamos una pausa y tenía que hablar con un proveedor, con un director de fotografía o con un actor para convencerlo, o mandar unos guiones a no sé quién... He hecho tareas de productor compaginándolas, y no me gustaba. Es verdad que tengo muy buenos equipos en los que delego un montón, y socios increíbles que están en el día a día. Pero lo que me apetece es volcarme aún más en los proyectos como productor, en todo el proceso de supervisión, de dar notas, de buscar los jefes de equipo, convencer a una cadena para que te compre una serie... Lo disfruto un montón.
Cambiando un poco de tema, te vimos como famoso desenmascarado de 'Mask Singer' en Uruguay. ¿Cómo fue la experiencia de cambiar de bando? ¿Te ha servido de algo de cara a la tercera edición en Antena 3?
Fue loquísimo, una de las experiencias más locas que he vivido en mi carrera. Primero, por vivir el cariño del público a tantos kilómetros de tu casa. Date cuenta de que Ahora caigo se emitía en prime time durante seis años, pero el nuestro, la lata; y había un día cada semana, los jueves por la noche, que se emitía Me resbala y Ahora caigo en prime time en dos canales diferentes. Con lo cual, te encontrabas al taxista o al camarero en el hotel diciéndote que te admiraban. Pero luego estar ahí dentro, y todo lo que te cuentan las máscaras españolas vivirlo tú del otro lado... El regidor me decía, 'Colócate aquí...'; y yo respondía que sí, que ya sabía cómo es [risas]. Fue una sensación fantástica.
El enfoque no me ha cambiado. Para ellos era su primera edición y nosotros llevamos tres, y era casi más al revés. De hecho, vinieron durante esta última edición a ver cómo lo hacíamos. La producción es un pelín más pequeña. Pero fue increíble vivirlo, quitarme la máscara y ver al presentador emocionado... Fue una experiencia.