Si en una conversación sobre televisión aparece el nombre de Pasapalabra, automáticamente se piensa en un formato no sólo de éxito, sino de dominio absoluto de su franja y especialmente con El Rosco, su famosa prueba final.
Pero eso es en la actualidad, porque en el año 2000, el concurso nació como un test veraniego conducido por uno de los rostros emergentes de Antena 3, la gallega Silvia Jato. Y sus comienzos fueron tan duros que la misma presentadora reconoce que esperaban no seguir en primavera: “Yo veía que en septiembre no repetíamos en Antena 3 y volvía Alta tensión. Nosotros estábamos decapitados”.
Jato asegura que todo cambió cuando ella, “la que lleva la sangre del programa”, se dio cuenta de que el concurso era lento y decidió hacer en pleno directo la segunda vuelta de El Rosco de forma rápida, como persiste ahora tras 22 años: “Buah, se tiró todo el mundo encima, y el director dijo: esto es la hostia, sigue haciéndolo”.
Aprovechando la presentación en el FesTVal de Vitoria de su nueva apuesta con Telemadrid, verTele y otros periodistas pudimos hablar con ella para que nos contara de dónde surgió ese impulso, y conocer cómo será el talent musical La La La.
Llegas a una Telemadrid que ha causado polémica tras el cambio de Gobierno y el cese de sus directivos y presentadores.
A mí también se me acabó Pasapalabra, y seguí. Todos tenemos que asumir que no somos eternos. Ni los políticos, ni los presentadores, ni nadie que ejerza un puesto de trabajo. Lo importante es hacer el trabajo bien en el momento en que lo haces, y que así se te abran más oportunidades, como ahora a Lourdes Maldonado en TVE. Una puerta se cierra, y otra se abre. Yo no creo que sea ya ni política ni no política, a cada uno nos parecen bien unas personas para dar una historia, y otras para dar otras. Y en eso tú tienes que tener la capacidad para saber si eres un buen profesional o no. Y si tienes la conciencia muy tranquila, punto pelota. No hay más.
¿Afrontas esta llegada a Telemadrid de otra forma?
Muy feliz y con muchas ganas de comerme el mundo, como siempre he hecho, y sin mirar a los de al lado. Cuando empieza un programa a mí no me digas qué audiencia tiene el de enfrente. Yo quiero hacer un programa que lo vea todo Dios, y ése siempre ha sido mi mensaje con los equipos. Cuando entré en Pasapalabra tenía delante al señor Carlos Sobera machacando toda la parrilla con El millonario, y todos nos decían: “Bueno, intentemos hacer algo”. Pero yo dije: no, vamos a ver. El Titanic se hundió, así que vamos a hacer el programa que nos guste, a transmitir a la gente que nos lo pasamos bien. Vamos a hacer el programa en el que creamos, y luego ya hablaremos. Pero no estemos con esa obsesión de “es que el de enfrente tiene una audiencia de tanto”, porque los programas no son eternos. No hay eternidad, la gente también quiere refrescarse. Crónicas Marcianas era un programón, y cuando entraron Liborio García a Inés Ballester con Ver para creer reventaban al señor de la noche, a Sardá. Y es así porque hacían un programa en el que se lo pasaban teta, y a la gente le encantaba el contenido.
En verano no nos comíamos un colín, nos iban a cortar la cabeza
Ya que mencionas Pasapalabra, con el que empezaste en el año 2000, ¿cómo valoras que ahora esté en su mejor momento, 22 años después?
Es un formato que, en el momento en el que descubrí la manera de hacerlo, triunfó. En verano no nos comíamos un colín, nos iban a cortar la cabeza, yo veía que en septiembre no repetíamos en Antena 3 y volvía Alta tensión. Nosotros estábamos decapitados. Hasta que la que lleva la sangre del programa dice: “Yo quiero hacer este programa de esta manera. ¿Me dejáis? ¿Me dais un mes?”. Y el programa remontó. Las pruebas eran las mismas, pero lo hice girando la manera de interpretar el programa.
¿Qué propusiste? ¿Cuál fue ese cambio?
La vuelta rápida. El programa era lento, la segunda vuelta del Rosco era lenta, como en Italia el Pasaparola. Y a mí me dio la locura mental, dije que yo daba el bote por las cenizas de todos mis antepasados, me quité el pinganillo y dije: a tomar por culo. “¡Con la A, con la B, con la C, con la D!”... Buah, se tiró todo el mundo encima, y el director dijo: esto es la hostia, sigue haciéndolo.
¿Y eso fue en directo entonces?
Sí sí, eso fue mío. Y así, Pasapalabra cogió una identidad. Muchas veces se pulen programas sin dejarles tener identidad. Los programas necesitan emisiones, y que el propio presentador se dé cuenta de hasta dónde puede llegar y qué puede dar. Porque tener a Bertín Osborne para que no te cuente un chiste y que esté ahí quieto y acojonado con las palabras del castellano... pues no te merece la pena. Dale caña, sácale jugo. Y todo eso viene de un formato que se interpreta de una manera, y tú ya le das otra forma porque lo consideras. Los formatos tienen vida, y tienes que tener ese punto de comprenderlo. Yo ahora empiezo un nuevo formato, y no sé cómo va a acabar. En el momento en el que lo abres es cuando empiezas a ver cómo es la criatura y qué necesita.
El director dijo: esto es la hostia, sigue haciéndolo
Y para lo que está por venir, ¿qué tal se te da cantar? ¿Vamos a verte en 'La La La', o mejor presentando solo?
En los Telemaratones hice de Thalía, de Paulina Rubio, de Donna Summer, que iba con mi pelo rizado y ni dios se lo creía... he hecho de todo en las galas de Antena 3. Pero lo de cantar, para andar por casa y nada más. Y siempre en canciones donde doy el tono, porque con Camilo Sexto me hundo.
¿Salir de la zona de confort es importante en televisión, tener ese atrevimiento?
Si digo la verdad, salíamos todos con una cerveza encima [ríe]. Porque yo soy presentadora, no actriz. Y hay una diferencia muy grande. Yo creo en lo que hago, y si hago una locura es porque soy yo. Pero cuando te transforman, y te ponen una peluca, yo decía: “No puedo”. En el fondo tienes que motivarte de alguna manera, porque es heavy y una tiene mucha sensación de ridículo.
¿Cómo fue la llamada de Telemadrid para ofrecerte el proyecto?
Me llamó la productora y me dijo: “Este formato lo tienes que hacer tú sí o sí”. Y yo les dije: “Bueno, pues si estáis tan convencidos…” [ríe]. Y luego cuando me explican el formato, yo que he hecho todos los géneros en la tele menos el informativo, y esto es parecido a las galas y Telemaratones que había hecho, me vine arriba y pensé: “A mis 51 tacos, ¡vamos a por ello!”. Y me ha encantado. Tengo muchas ganas de escuchar esas voces. Había hecho algo parecido hacía muchos años, pero no tenía la misma manera de verse. Ese profundizaba más en las historias de los concursantes, pero éste va más de otro rollo.
¿Y el cuerpo te pedía ya esa vuelta a la tele también?
Sí que me apetecía, porque al final lo llevamos en la vena, es como una droga. Y yo en casa ya decía: “¿Mato a mis hijos, o vuelvo a la tele?”, así que por el bien familiar, hasta mis hijos me decían: “Por favor mamá, este programa cógelo, es el formato de tu vida”. Me han presentado muchas cosas, pero dije que no, porque implica renunciar a más de lo que te generaría ese formato.
¿Has visto algún músico por las calles de Madrid que te gustaría fichar para 'La La La'?
No conozco a ninguno de ellos, todavía no me he puesto en danza con el programa. O sea que o empiezan a cantar todos por la calle, o no lo sé [ríe].
¿Te queda algún programa por hacer?
Pues me falta el informativo de las tres. Lo acabaré haciendo. O un programa de niños [ríe].
Me han presentado muchas cosas, pero dije que no, porque implica renunciar a más de lo que te generaría
En estos años más alejada de la tele te has volcado con una fundación.
Sí, es una Fundación que va encaminada a la prevención del consumo de alcohol en menores. Ellos, igual que en el caso de embarazadas y conductores, deben ser alcohol cero. Esa información debe calar en el menor para que cuando sea adulto tenga un consumo más responsable. Y es muy bonita, es un trabajo muy chulo. Yo me encargo de acuerdos, colaboraciones con administraciones públicas y privadas, fundaciones… y cuanto más lleguemos a dar el mensaje al menor, estaremos ganando una sociedad más civilizada. Me encanta, es un trabajo que estoy disfrutando desde hace tres años enormemente, porque luego ves el fruto.
¿Cómo te llegó esa oportunidad?
Vinieron ellos a mí, y yo quería meter los dedos en la llaga, así que me fui a un colegio a ver cómo era el programa in situ, si realmente a mí me captaba. Y me encantó porque vi a gente adolescente hablando y preguntando, y mira que es difícil que los adolescentes contesten, porque yo les tengo en casa. No cuentan nada. Mi hija pequeña ya tiene 13 años y es un rollo eso, y ver cómo esos niños se interesaban y preguntaban me encantó. No es un programa que les dejemos tirados, les acompañamos durante años.