Entrevista

Sonsoles Ónega: “España se ha dividido con lo de Rocío Carrasco, y Telecinco no difiere de lo que es la calle”

La permanencia en parrilla en el actual panorama televisivo no es algo ni mucho menos asegurado. La paciencia de las cadenas privadas es relativa a la hora de dejar macerar las apuestas que se plantea en un panorama siempre cambiante. Por eso, los tres años que cumple Ya es mediodía este martes 15 de junio son particularmente estimables, especialmente para un programa que, como su propia presentadora reconoce, “no despuntó desde el primer momento”.

La paciencia para con este magacín es, en palabras de Sonsoles Ónega, una de las claves del crecimiento sostenido que ha demostrado desde su estreno en el umbral del verano de 2018. Llegaba entonces dentro de la reorganización de la franja matinal de Mediaset, tras el adiós de Las mañanas de Cuatro, un formato eminentemente político. Lo hacía con una propuesta que fue abriéndose y diversificando contenidos. “Creemos que el periodista solo puede hablar de asuntos muy sesudos”, reflexiona la periodista, que cerraba 10 años como cronista parlamentaria para Informativos Telecinco. Ahora disfruta de una etapa marcada por el directo y una forma de comunicar más próxima de lo que podía permitir la mecánica de las piezas para un noticiario.

Con la pretensión de trasladar ese tono de conversación más distendido que precisamente había podido desarrollar durante sus años en los pasillos del Congreso, y con la información de crónica social conviviendo con el relato político y la actualidad diaria, Ya es mediodía ha definido su identidad y con ello se ha afianzado en la programación matinal tres años después. Después de tres años después -o lo que es lo mismo, tras 758 emisiones y más de 1.100 horas de emisión-, el magacín de Unicorn viene de haber cerrado en mayo su récord histórico de cuota de pantalla, con un 15.7%. El resultado anual es también el mejor hasta la fecha, con un 14,5% de share. “Estamos muy satisfechos, pero creemos que tenemos margen de crecimiento”, dice la periodista.

Con ella hablamos de esos retos pasados, de los futuros que están por venir y en los que la pandemia del coronavirus ha sido crucial, así como del presente más inmediato en Telecinco, con la emisión de Rocío. Contar la verdad para seguir viva aún resonando en las escaletas de los programas y generando no solo contenido, sino también disensiones dentro de una programación, la de Mediaset, marcada por la transversalidad. “España se ha dividido con lo de Rocío, y Telecinco no difiere de lo que es la calle, sino todo lo contrario”.

Se cumplen tres años de 'Ya es mediodía'. Con los ritmos actuales de la televisión, tiene mucho mérito consolidarse en una franja y cumplir años, más aún con los datos actuales. ¿Qué sensaciones tienes de lo que ha sido el programa en estos tres primeros años?

La sensaciones son muy positivas por todo eso que has dicho. El programa no despuntó desde el primer momento, sino todo lo contrario, porque empezó con datos muy discretos de audiencia. La confianza y la paciencia de la cadena, que parece que no es una cualidad atribuible a las televisiones, ha permitido que el programa haya ido creciendo temporada tras temporada. No ha dejado de crecer nunca, con crecimiento sostenido, y ganando esos porcentajes de fidelidad que yo desconocía cuando empecé, pero que son tan importantes, porque indican que al día siguiente el espectador te va a buscar, o va a continuar sintonizando Telecinco tras Ana Rosa. Los resultados están ahí. Yo jamás imaginé que pudiésemos llegar al tercer año pudiendo ofrecer esto a la cadena y habiendo doblado la audiencia de esta franja, que es algo difícil.

Estamos muy satisfechos, pero creemos que tenemos margen de crecimiento. Así que para la nueva temporada tendremos que seguir pensando qué hacemos y cómo sorprendemos al espectador en la pantalla y cómo mantenemos esa fidelidad que nos han demostrado estos años.

Venías de lo puramente informativo y de un tipo de comunicación más precisa, como era la información parlamentaria, y has pasado a un magacín que, tanto por su contenido como por sus formas es inevitablemente más abierto. Política, actualidad, sociedad... ¿Cómo recuerdas esa adaptación al formato y lo que te exigía como presentadora?

La verdad es que fue un salto al vacío, por la falta de herramientas que yo podía ofrecer al equipo y a mí misma para hacer Ya es mediodía. Pensaba que si me encargaran organizar una sesión de investidura sabría dónde colocar las cámaras en el Congreso y hacer la mejor cobertura de la historia, pero aquí me sentía muy becaria. Poco a poco he ido creciendo y aprendiendo sobre todo con el programa y el equipo. Hemos crecido juntos.

Me he dado cuenta de que me gusta mucho. Aunque trabajes con la misma materia prima que en informativos, que es la información y la actualidad, el magacín te permite cierto descorsetamiento, que puedas interactuar con personajes, con los colaboradores, los testimonios y los reporteros, que son un poco más libres que en un informativo. He descubierto que lo que más me gusta son estos formatos de actualidad y de directo, que tienen tanto subidón de adrenalina cuando pasan cosas. Además, nuestra franja es muy intensa: a veces nos quedamos sin tiempo para dar todo lo que quisiéramos porque la actualidad manda, que hay que cambiar todo el programa a las 13:20 -no te exagero ni un pelo- y esa capacidad de maniobra que tiene el equipo es maravillosa y reconozco que me pone mucho. Es lo que te justifica estar en pantalla y la apuesta que hizo la cadena por ti para estar al cargo de esta franja y hacerla de directo. Ahí hemos ido, casi en paralelo el programa y yo.

De hecho, la crónica social se hizo un sitio relativamente rápido dentro de la escaleta, con el segmento 'Fresh', que era algo con lo que no se te identificaba. ¿Lo sentías así en un principio?

Lo recuerdo perfectamente, cuando nos dijeron que íbamos a hacer un bloque de crónica social, pensé: 'Dios mío, no sabré hacerlo'. Pero eso es una tendencia muy mía, pensar que no vas a saber hacerlo, porque desconoces a los personajes, las tramas, y aunque has sido espectadora quizás no has prestado demasiada atención a los árboles genealógicos de los personajes, y me asustó un poco. Pero tiene toda la lógica que haya sido así. Aunque hemos tardado en definir qué estábamos haciendo, Ya es mediodía es un programa que se incorpora a la conversación del ciudadano, y el ciudadano habla de todo. Y el espectador de Telecinco tiene incorporados determinados personajes y formatos de la cadena que habitualmente están en su pantalla. Fue natural. No te diré que fuera una cosa puesta ahí con calzador. Evidentemente tratando de buscar el crecimiento del programa, experimentar algún otro contenido que pudiera funcionar. Y la verdad es que ha funcionado por todo lo que te digo, por el perfil de espectador y porque no todos estamos todo el tiempo hablando de alta política, ni del suceso que más nos haya conmocionado. La gente, en general, puede hablar de todo, y el programa es lo que pretende: abrir esa ventana a la vida cotidiana, a lo que está ahí fuera, y en la que se habla de absolutamente todo.

Ahora bien, Ya es mediodía tiene su identidad y su personalidad, su tono. El coordinador, Miguel Ángel Nicolás, siempre pretendió que fuera distinto a lo que podía hacer Ana Rosa con su club social o a lo que hacen otros programas como Sálvame, dándole el toque de actualidad que tiene el resto del programa. No hay una estridencia cuando cambiamos de un tema a otro, algo en lo que somos expertos. Porque pasamos de un tema a otro con mucha rapidez e intentando que sean transiciones naturales. La gente habla de todo y nosotros también, sin complejos ni prejuicios e intentando aportar los mismos ingredientes que a una información más seria: el rigor, el respeto y que todo lo que se cuente sea verdad.

En esa línea, ¿dirías que se mantiene el prejuicio sobre los periodistas que se abren al entretenimiento, o que al menos no se constriñen únicamente a la actualidad informativa pura?

Creo que sí, creemos que el periodista solo puede hablar de asuntos muy sesudos. Pero el periodista a veces trasciende su propia figura para convertirse en un comunicador de la vida, y eso es lo que somos. Eso no te invalida ni te anula, ni tus preferencias intelectuales quedan dilapidadas por hablar de crónica social en tu programa. Yo lo he visto siempre así.

Mantengo mi grupo de amigas del Congreso de los Diputados y son ellas las que me preguntan: '¿Qué pasa con esto?'. Me dan por enterada, se me supone un grado de conocimiento que no tenía antes. Y te das cuenta de que hay prejuicios todavía, pero hay que superarlos. No es una obligación, pero tampoco es una línea roja que un periodista no pueda traspasar. No te conviertes en otra persona de la noche a la mañana: a mí me sigue interesando los mismos temas, me siguen preocupando las mismas cosas. Todo es igual, pero hacemos corazón. ¿Y qué?

Quizás, si algo se ha mantenido en 'Ya es mediodía' es una comunicación con los protagonistas de la actualidad, y especialmente con los políticos, algo más relajada de lo que puede suceder en otros programas. ¿Cómo de importante es mantener una cierta compostura también como entrevistadora en tiempos de crispación como los actuales?

Me gusta que lo hayas percibido, porque es lo que intentamos, que todas las conversaciones sean cercanas para el ciudadano. Has mencionado a los políticos, a los que por mi formación he tenido mucho contacto durante millones de años, y a veces me impone más un investigador que un político. Por ejemplo, al presidente Revilla no lo conozco de nada, y al alcalde Almeida tampoco, nos hemos conocido a través de la pantalla, pero sí pretendo que sea una conversación normal, sin la impostura de ser entrevistado y entrevistadora, ni él se debe a mis preguntas ni yo a su argumentario. Intentamos que la conversación fluya como si estuviéramos en un pasillo hablando de forma natural.

De verdad, me alegra que lo hayas percibido, porque es lo que intento: que no todo sea algo muy rígida porque el personaje sea un político. Se puede hablar con respeto desde la cercanía. Probablemente sea porque yo hablaba con ellos en los pasillos y muchas veces pensaba, 'Ay, si hablarais así al ciudadano, nosotros no hablaríamos nunca de desafección'. Pero el personaje también te tiene que dar juego: no se consigue con todos ni todos están dispuestos a tener esa clase de conversación. Pero creo que sí saben que cuando vienen a Ya es mediodía van a tener una charla distendida -con poco tiempo, que es nuestro talón de Aquiles-, y a veces les sacas más así que haciéndoles preguntas respuestas muy sesudas.

Hablábamos antes de los ritmos actuales y lo cierto es que venimos de una etapa que aún no ha terminado y que ha distorsionado también esa sensación del paso del tiempo, como ha sido la pandemia. Viendo ahora con perspectiva, ¿qué ha sido lo más complicado de informar en una etapa de tanto desconcierto como la que ha imperado en estos 15 meses? ¿Cómo crees que ha reaccionado la televisión en general a ese desafío?

Déjame que te haga un comentario: la pandemia ha justificado la existencia de la televisión. No estaba en duda en modo alguno, pero durante tantos meses la gente metida en su casa, la única ventana que tenían con el exterior era la televisión, también Internet, claro, pero los datos lo avalan. No es una opinión sino una conclusión. La televisión ha demostrado tener una capacidad brutal de información, de compañía y entretenimiento... Todo eso que queremos hacer se ha demostrado en la pandemia.

Respecto a las dificultades, sin duda lo más difícil ha sido ofrecer al espectador información rigurosa, porque no la había. Íbamos con pies de plomo todos y con cierto miedo a decir según qué cosas de forma taxativa, sobre todo al principio. No había certezas. Se lo comentábamos así al espectador: 'Perdónennos pero no tenemos la seguridad de que esto que nos está diciendo una autoridad sanitaria sea exactamente así'. Es verdad que el programa se fue moldeando hacia la búsqueda de investigadores, de nombres de peso que contribuyeran a que el espectador se hiciera una opinión y su propia composición de lugar de lo que pasaba. Ahora tenemos una agenda de expertos sanitarios como no te puedes hacer idea. Nunca pensé que tendríamos tantos en un programa como Ya es mediodía. Y eso lo ha valorado mucho el espectador, creo. Hasta los propios periodistas nos hemos encontrado desnudos de opinión, de comentario, de conclusión, porque no sabíamos qué estaba pasando.

Luego hemos tenido que equilibrar mucho la información emocional, la de las muertes que estaban ahí cada día, sobre todo cuando durante los primeros meses las ruedas de prensa de Simón eran por la mañana y nos encontrábamos el dato aséptico de muertos diarios. Era brutal. Acompañarlo con imágenes te puedes imaginar lo que era: enseñar coches fúnebres, o el Palacio de Hielo lleno de ataúdes... Equilibrar todo eso sin dañar la sensibilidad del espectador fue complicado, sobre todo en los inicios.

¿Hay algo que haya cambiado irremisiblemente en la TV durante esta nueva normalidad?

Ha habido una parte de innovación en la forma de hacer tele. Las vídeo-llamadas han venido para quedarse y van a facilitar mucho el trabajo. Los equipos no podían ir a las casas ni a los laboratorios ni a los hospitales. Todo se ha hecho a través de los ordenadores y el teléfono. Eso será de las cosas que se queden. La mirada del espectador también está hecha al teléfono. Aunque los realizadores estaban histéricos, eso si que ha facilitado la forma de hacer tele e insisto en que se quedará. No vamos a renunciar a un testimonio si tiene que entrar por teléfono, que es algo que era impensable la temporada pasada.

Creo que es bueno que haya pasado: la tele vive de imagen y no puede renunciar a la excelencia de esa imagen, pero en programas de actualidad es más importante llegar, enseñar y contar que que el plano del reportero sea perfecto. Estoy encantada. Sin ir más lejos, el otro día, cuando el rey estaba almorzando con el presidente de Portugal en la plaza de Oriente, porque nos quedamos sin tiempo, pero la reportera llegó y nos grabó con su móvil la imagen. No sé si hubiéramos tenido la cabeza hecha a este formato hace un tiempo.

Se ha perdido esa sacralidad de la imagen también de los propios presentadores, a los que hemos tenido que ver en sus casas por las circunstancias...

Empezamos a verlo con los vídeos de YouTube mal grabados por los ciudadanos. Pero insisto en que la mirada del ciudadano está hecha a eso. Consume mucha imagen a través del teléfono móvil y eso se ha trasladado de forma absolutamente natural a la tele. Y es para bien porque lo enriquece.

Inevitablemente, los últimos meses han sido protagonizados por 'Rocío', lo que ha generado cierta tensión en cuanto a las posturas enfrentadas, y que ha acabado reflejándose en los programas. Se han visto esas indirectas entre programas de productoras de Mediaset, una cierta división, que llama la atención en una cadena tan transversal como es Telecinco. Estando en 'Ya es mediodía', que es de Unicorn, ¿cómo has visto esa situación? ¿Le damos quizás más importancia desde fuera?

Has hablado de “una cadena tan transversal como es Telecinco”, que lo es. Ningún programa puede renunciar o quiere conscientemente al material que produce la propia cadena, pero por encima de la transversalidad hay algo, que es la libertad. En ese sentido, te puedo decir que en Ya es mediodía hemos tenido eso que has dicho, posturas enfrentadas: hemos tenido a la tía de Rocío Carrasco, Rosa Benito, que mantiene diferencias con su sobrina, y a las amigas de Rocío.

La libertad siempre se impone en esta cadena, y te hablo desde todas las perspectivas posibles. Cuando yo estaba en informativos ya era así, era un gustazo trabajar en el Congreso para Informativos Telecinco porque hacías lo que te daba la real gana y, jamás recibí un toque o llamada de atención por meter el micrófono más de la cuenta, que es lo que más importuna a un política. Ahora en el programa percibo lo mismo: jamás nos llegó una consigna que dijera 'Ahora vamos a hacer esto', nunca. En cuanto a la docuserie de Rocío, primero, es irrenunciable para nosotros; segundo, tiene un contenido brutal que merecía ser dado, analizado desde todos los puntos de vista, político, social, psicológico -en el Fresh hemos sentado a una psicóloga como Ana Villarrubia para analizarlo bien- y creo que la audiencia eso también lo ha aplaudido. España se ha dividido con lo de Rocío, y Telecinco no difiere de lo que es la calle, sino todo lo contrario.

No es que te quiera negar la mayor, sino que te cuento mi experiencia, lo que he vivido con absoluta libertad. Yo he hecho la transición con Ana Rosa vendiéndole contenido de Rocío Carrasco. Cada programa es soberano para hacer lo que le da la real gana, y así lo he hecho. Nosotros hemos apostado por ese contenido, no solo porque nos viniera bien, sino que hemos abierto el programa con la polémica judicial, que es la gran denuncia de fondo de la docuserie, y nos ha ido razonablemente bien.

Por último, más allá de 'Ya es mediodía', recientemente te hemos visto al frente de '15-M: Generación perdida', que era una vuelta a ese formato informativo clásico al que habías estado identificada durante tu carrera previa. ¿Qué significó para ti volver a la información política, además, con un formato que tenía tanto de retrospectiva?

Me encanta que me preguntes por eso, porque ha sido el proyecto más bonito de la temporada. Hacer Ya es mediodía lo es todos los días, pero tener la oportunidad de echar la vista atrás y analizar con sosiego y serenidad lo que ha pasado en los últimos diez años ha sido un regalazo. A mí me apetecía mucho además, coincidió que se cumplían 10 años del 15-M y fue una oportunidad de oro de hacer un producto analítico, que a veces no podemos en el día a día por razones obvias, con la innovación del espejo que era el objetivo del programa: colocar a dos generaciones frente a su espejo, de ellos mismos y de los hechos que han ocurrido en este país.

Tenía todo en la cabeza, porque casi lo he vivido con ellos. Y luego la generosidad del presidente Rajoy y del presidente Zapatero, así como de los otros dos líderes que participaron, Iñigo Errejón y Albert Rivera, con Eduardo Madina y Gabriel Rufián... Yo lo que encontré en todos fue mucha receptividad. A todos les apetecía sentarse en un diván a ver qué había pasado. Eso se notaba mucho con Errejón, tenía ganas de análisis, de volver a verlo y eso probablemente no lo hicieran en sus casas, se lo encontraron en este programa. Fue una entrevista larguísima, de dos horas y media, en la que estuvo muy cómodo. Me dijo: 'Te lo agradezco mucho porque no había hecho este ejercicio de volver la vista atrás'. Es normal, no es una crítica: van tan rápido ellos también que a veces digieren de forma veloz lo que han vivido, y no se han detenido a sacar conclusiones. El programa les sirvió para eso. Quedé muy contenta, muy satisfecha, y ojalá podamos hacer otros formatos similares a lo largo de la vida. Me gustó mucho.

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