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'Vikings' 4x04 Review: dos tramas que pierden interés y una imagen impactante

Por Marta AiloutiMarta Ailouti

'Vikings' suele tomarse sus licencias en lo que respecta al ritmo de su narración. En esto, se parece un poco la época vikinga también. La vida era entonces mucho más lenta. Sobre todo si nos atenemos a los dos últimos capítulos.

No obstante, creo que es necesario, por el bien del espectáculo, marcar de vez en cuando estas pausas. El objetivo de la ficción histórica siempre ha sido el de recrear los usos y costumbres de los norteños y contrastarlos con otras culturas. Y esto, por mucho que a mí me pese, incluye la rutina. Los periodos de espera entre las peleas y los asaltos. Los tiempos de paz. Las celebraciones.

Una especie de letargo el de este Solsticio de invierno, del que uno se va despertando poco a poco hasta terminar por completo despierto. ¿Lo comentamos?

¡CUIDADO SPOILERS!

Dos tramas que pierden interés

Desde que 'Vikings' regresara con su cuarta temporada, apenas cuatro episodios después, dos tramas se me han atravesado un poco. Muy en particular, la relativa al reino de Wessex. Por mucho rey Ecbert que haya, más allá del rescate de la reina Kwentrhith a manos de su ahora también amante, el príncipe Ethelwulfo, y de las pretensiones de libertad de Judith –la única capaz de poner algo de luz en medio de tanta oscuridad–, el reino inglés se ha transformado en algo gris, insulso y anodino incapaz de despertar un poco de interés.

Wessex, Inglaterra por completo más bien, se aleja de lo que debería ser hacia esa especie de promesa constante de lo que está por llegar. A saber, la restauración del reino de Mercia y más concretamente las respectivas venganzas de Ragnar con los ingleses o del rey Aelle con el líder vikingo.

Tampoco París, aunque alguno ya empezara a asomar la patita, está resultando del todo como imaginaba. Al menos yo siento cada vez más irreconocible y más desdibujado a nuestro, ahora suyo, Rollo. Sea como sea, aunque tardía, él y Gisla –quien, dicho sea de paso, ha superado demasiado rápido y fácil todos sus prejuicios–, han empezado a vivir su particular, y poco discreta, luna de miel.

Para bien o para mal, Rollo ha finalizado su adaptación en territorio francés. Lo que le dará a la serie la oportunidad de centrarse en otras cosas: las conspiraciones con el conde Odo y la preparación de la defensa de París. Tampoco estaría mal, en este punto, que la princesa Gisla –más parecida a un cliché que a un personaje esta temporada–, recuperara algo de carisma.

El regreso del hijo pródigo

Por suerte, el que sí ha cambiado, y para bien, es Bjorn. Su transformación es una de las evoluciones mejores conseguidas de la ficción. El joven Lothbrok, después de deshacerse sin titubeos del berserker enviado por Erlendur y Kalf (demasiado pronto le retiré a este la etiqueta de traidor y desleal), regresa a Hedeby con la intención de llevarse a Torvi con él. Pero no solo. Su propósito, en realidad, encierra otro objetivo.

Y es que hay que ser muy torpe, pero mucho además, para darle a un “sicario” el único anillo que pueda delatarte si este falla. El descendiente de Horik, lo es. Así que todos de algún modo lo saben. Todos menos Lagertha que, como nosotros, parece sumida en su particular letargo.

En cualquier caso, que Torvi tenga que elegir entre quedarse con su hijo o abandonarlo, no es la cuestión. De lo que realmente se trata aquí, nuevamente, es de la libertad. Así que ella, animada por la condesa de Hedeby que se compromete a cuidar de su niño en su ausencia, decide vivir su propia vida. Y a mí estas cosas de 'Vikings', he de decirlo, son las que me ganan profundamente.

La desidia de Ragnar

De la libertad, precisamente, cuyo concepto ya intuimos que va a estar muy presente en esta temporada, es de lo que también conversan, entre la amenaza, el desafío y la tensión, Ragnar y Yidu. De la libertad, la vida y la muerte. Y es que desde que volvieron a Kattegat hay en Lothbrok, que ya se veía con un pie dentro del Valhalla, un deje de desgana y desidia general hacia todo. Falta de ambición, tal vez.

En este sentido, Yidu es su antídoto perfecto. Como ya ocurriera con Athelstan, cuya presencia sigue entre nosotros, todo lo nuevo es un estímulo para el rey vikingo, al que siempre le ha movido una vívida curiosidad. No solo tiene una nueva posible amante, tiene, además, una nueva amiga.

Sin embargo, la sombra de Aslaug es larga y espesa. Desde que el oráculo le confesara que una mujer gobernará Kattegat, la reina se ha mantenido en un suspicaz segundo plano pasivo-agresivo. Ella es la que está detrás de este extraño interés por seducir a su esposo, cuyo último propósito desconocemos. Por lo pronto, quiere que sea precisamente Floki, lejos de la influencia de sus propio padre, quien instruya a su hijo, Ivar, en la educación como un vikingo “de verdad”.

El visitante

Con todo, ya lo he escrito al principio, es tiempo de celebraciones. Así, mientras en Wessex festejan la liberación de la reina Kwentrhith y en París es tiempo de Navidad, en Kattegat los vikingos disfrutan de su fiesta de Yule, o Jul, la fiesta del solsticio de invierno. En medio de este ambiente de relajación total, con un rey sumido en los efectos de las drogas, aparece otro rey en el horizonte.

Su entrada, no me podía parecer más afortunada. Harald (interpretado por Peter Franzén) llega y se pasea como si aquel fuera su reino y nosotros, meros desconocidos fuera de lugar. Se sienta en el trono de Kattegat junto a Aslaug y sus hijos, e incluso, aunque se trate solo de un juego, afirma sin sonrojarse que él será el rey en el tablero. Su aparición rompe de pronto con el ritmo lento, a ratos insufrible para mi gusto, de este capítulo y del anterior, y nos coge desprevenidos.

La tensión se palpa en la pantalla cuando este confiesa su intención de ser el nuevo rey de Noruega, justo en el momento en que reaparece Bjorn. A él le sigue, Ragnar Lothbrok. Harald continúa en su trono. La imagen no podía ser más impactante.

Cuando llegan los créditos, ahora sí, uno quiere más. Y a juzgar por el tráiler del próximo episodio, el tiempo de los festejos ha quedado atrás:

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Por Marta AiloutiMarta Ailouti

'Vikings' suele tomarse sus licencias en lo que respecta al ritmo de su narración. En esto, se parece un poco la época vikinga también. La vida era entonces mucho más lenta. Sobre todo si nos atenemos a los dos últimos capítulos.