“Desgraciadamente, todos los seres humanos tenemos muchas cabinas de las que tenemos que liberarnos. Hay cabinas de tipo moral, educativo, mental y cabinas económicas que nos aprisionan. Creo que uno de los destinos del ser humano es un continuo liberarse cada uno de sus propias cabinas, para ser libres, espontáneos y ser feliz”.
Con estas palabras, recogidas en el archivo de TVE, presentaba Antonio Mercero un pase en televisión de La Cabina, su aclamado mediometraje protagonizado por José Luis López Vázquez. Todo ello, varios años después de que la cinta se convirtiese en el mayor éxito del audiovisual español en todo el mundo hasta esa fecha. Y del mismo modo que ocurrió con Historias de la frivolidad (1967, Narciso Ibáñez Serrador), La Cabina necesitó cosechar reconocimiento internacional para que TVE decidiese emitirla en su programación. Sucedió un 13 de diciembre de 1972, hace hoy 50 años.
El camino de La Cabina hacia los hogares de los españoles no fue nada fácil. La ficción, ideada por Antonio Mercero y José Luis Garci, fue rodada con la intención de TVE de presentarla a algunos festivales internacionales. Fernando Navarrete, histórico realizador de RTVE, recuerda que, en aquella época, a los altos directivos de la pública, y al ministerio de Información y Turismo del tardofranquismo, les interesaba que la imagen de España lejos de nuestras fronteras empezase a cambiar después de tantos años de aislamiento, oscuridad y represión por la dictadura.
“En aquel momento, la televisión era lo más importante, la cara del ministerio. El que TVE hiciera cosas que fuera de España tuvieran renombre, que tuvieran fama, era muy importante para España y para ese ministerio”, declara Navarrete a verTele. “Querían que les beneficiase políticamente y se fiaban absolutamente de lo que decían los profesionales”, añade el gallego, que por aquel entonces trabajaba en RTVE como ayudante de realización.
De esta manera, el proyecto salió adelante y, en primer lugar, fue exhibido para la crítica, que lo recibió con una gran acogida, tanto por la interpretación de López Vázquez, como por su realización y por la propia idea. Animados por este recibimiento, la cadena decide presentarla al Festival de Montecarlo. Sin embargo, el rechazo internacional hacia la dictadura franquista hizo que el jurado la ignorase, por lo que la crítica del certamen se rebeló y le otorgó su premio por mayoría.
Ante tal éxito, TVE no tuvo más remedio que programar su emisión, eso sí, no sin antes eliminar algunos fragmentos de la cinta. La censura del régimen pidió a los autores que recortasen la escena del mediometraje en la que, supuestamente, se veía un ministerio. A pesar de que Mercero trató de explicarles que se trataba de la estación de Nuevos Ministerios, la película fue recortada para su final emisión en La 1, como dijimos, aquel 13 de diciembre de 1972.
'La Cabina', un mediometraje de 4 millones de pesetas
El concepto de La Cabina nació como una de las entregas de una serie, llamada 13 pasos por lo insólito, que Antonio Mercero ideó junto a Horacio Valcárcel y José Luis Garci. Dentro de dicha serie, nunca producida, figuraban otros títulos que luego acabarían viendo la luz de forma independiente, como Los Pajaritos, La Gioconda está triste, o Don Juan. La antología de la que iba a formar parte La Cabina no salió adelante, pero tiempo después, y gracias a la insistencia de Mercero, la cadena se replanteó la decisión y le permitió rodarla como premio al éxito que estaba cosechando con su serie Crónicas de un pueblo. Esta ficción agradaba al régimen porque se alineaba con el carácter propagandístico que les interesaba proyectar.
Antonio Mercero explicó, durante sus múltiples entrevistas en televisión, que la idea de La Cabina surgió como una simple historia de humor, un sketch cómico alrededor de un hombre que se queda encerrado en una cabina después de llamar por teléfono. Su hijo, el guionista y escritor también llamado Antonio Mercero, recuerda a verTele que su padre siempre contaba que se puso a escribir los guiones cuando vislumbró su final.
“Todo el rato pensaba cómo sacarlo, como saldría de la cabina... hasta que de pronto se dio cuenta de que el final era precisamente que no salía. Ese fue el momento en el que él, junto a Garci, vieron la luz. A él le gustaba el juego, la cosa asombrosa, la cosa insólita, de no poder salir de una cabina y la exageración final de que no podría salir nunca”, declara. Así pues, Garci y Mercero se encerraron a escribir y en 15 o 20 días tenían su historia terminada.
Con un presupuesto extraordinario de 4 millones de pesetas, el 17 de julio de 1972 comenzó el rodaje de la cinta en la Plaza de Arapiles de Madrid. Un emplazamiento, hoy privado, que conecta varios bloques de edificios de una urbanización de la zona. En diciembre de 2021, en una ubicación muy próxima a esa plaza, se colocó una réplica de la cabina de Mercero en homenaje a la histórica ficción del realizador.
Las grabaciones en este 'plató' se prolongaron durante una semana de los 15 días que duró el total del rodaje. Esta fue la parte más compleja de la producción, ya que había que controlar a decenas de figurantes y extras, y hubo que lidiar con el asfixiante calor del verano madrileño, que obligó a crear algunos agujeros en la cabina para que López Vázquez pudiese respirar.
La segunda parte del metraje, desde que trasladan la cabina hacia su trágico final, se produce en varios emplazamientos de Madrid, como el ya desaparecido 'scalextric' de Atocha o varias avenidas de la ciudad. Antonio Mercero contó que su intención inicial era construir un plató para recrear ese mundo subterráneo y expresionista en el que termina la obra. No obstante, se le abrieron las puertas del cielo cuando, localizando, encontraron en la frontera de Salamanca con Portugal la Central Hidroeléctrica de Aldeadávila. El cineasta aprovechó el impresionante túnel de la instalación y una de sus salas interiores para rodar el final del mediometraje.
Sobre la decisión de plasmar esta historia en este formato corto y no en una película, Antonio Mercero hijo apunta que aunque el mediometraje “ha desaparecido prácticamente, entonces sí que se estilaba y había muchos festivales en los que se podía exhibir”. “Existía ese formato y no se dudaba. Ahora se vería raro, pero entonces no lo era”, señala.
José Luis López Vázquez, el actor idóneo para 'La Cabina'
A Antonio Mercero se le pasaron algunos nombres por la cabeza, pero desde el primer momento tuvo claro que quería que fuese José Luis López Vázquez el actor que protagonizase La Cabina. El director necesitaba un intérprete que fuese capaz de realizar un trabajo prácticamente mímico, ya que el filme apenas tenía diálogos. Todo era expresión gestual y López Vázquez había demostrado que estaba en un grandísimo momento de forma.
“Mi padre tenía claro que tenía que ser él. Le parecía que encarnaba bien al españolito medio, al hombre gris de la época, y le gustaba mucho este actor que, además, estaba en un momento muy bueno de su carrera. Ese mismo año hace Mi querida señorita y creo que son dos de sus mejores interpretaciones: La Cabina y Mi querida señorita. Las dos del mismo año. Él quería sí o sí a López Vázquez, era perfecto para el personaje”, recuerda el hijo del fallecido cineasta.
“Tenía que describir tantos estados de ánimo en tan poco tiempo y con tanta fuerza, desde la sorpresa de quedarse encerrado en una cabina sin poder salir, hasta su sensación de ridículo, el verse examinado por la gente, su impotencia de que aquello no se abre, y como va desembocando en una tragedia terrible. La desesperación más absoluta. Esa gradación de sentimientos era muy importante y había que hacerla con un actor estupendo, que solo tenía que expresarlo con su mirada y sus ojos”, explicó Antonio Mercero, creador de la cinta, en un reportaje alojado en el archivo de RTVE.
Su 'heredero' recuerda además que José Luis López Vázquez pidió a su padre rodar la película cronológicamente para poder graduar bien todo su despliegue gestual: “Si no, al rodar como se hace en el cine, desordenadamente, le hubiese costado mucho poder situarse. Él pidió que se rodara así para poder hacer su evolución, su crescendo en toda su gestualidad y su mímica, está estupendo. El actor está estupendo”, declara a este medio el escritor.
No lo tuvo fácil Mercero, ya que José Luis López Vázquez desestimó la propuesta al encontrarse en un momento de mucha carga de trabajo. Sin embargo, Mercero insistió y le pidió que leyese el guion. En ese instante, la opinión del actor, enamorado del proyecto, cambió por completo y le pidió a su agente que hiciesen lo imposible por encontrar un hueco en su apretada agenda para afrontar este rodaje.
Fernando Navarrete pone en valor no solo el trabajo interpretativo del madrileño, sino también el de Mercero en la dirección: “Mercero tenía una forma de dirigir muy convincente, en su voz llegaba a poner el tono que tenía que poner el actor. Convencía al actor de lo que tenía que hacer”, rememora. “Era muy bueno dirigiendo, buenísimo”, añade el realizador.
López Vázquez acabó entregándose por completo a este proyecto en el que llegó a temer por su integridad física. Además del esfuerzo de soportar las altas temperaturas del julio madrileño, la grabación del momento en el que la cabina entra en el túnel y es desplazada por un gancho hasta la galería final supuso un ejercicio de valentía. “Yo pasé un miedo tremendo, no solamente porque pudiera fallar la grúa al elevarme y al subirme, sino porque también podía no resistir el firme de la cabina y venirme abajo desde una altura de 70 o 100 metros, una barbaridad. Le echamos valor todos. Es una bonita historia, demoledora, pero bellísima”, llegó a decir el intérprete, fallecido en noviembre de 2009, en una entrevista para TVE.
Muchas interpretaciones y una psicosis colectiva
La mañana del 14 de diciembre de 1972, el día después del estreno en TVE, José Luis Garci llamó a Antonio Mercero para contarle que acababa de ver algo insólito: en un breve paseo por las calles de Madrid, había visto a varias personas poniendo el pie en las puertas de las cabinas para que no se les cerrase cuando entraban a llamar. No fue una broma. Sucedió en Madrid y en otras miles de cabinas de una España, que se quedó impactada con el relato de la claustrofóbica cinta. En ese momento, Garci y Mercero fueron consciente del éxito que acababan de parir.
“La gente hablaba dentro de las cabinas con un pie puesto en la puerta para que no se cerrara. Eso demuestra el éxito de esta película de terror, como pasa con Spielberg y su Tiburón. ¿Cuántas veces nos metemos en el mar y nos acordamos de Tiburón? Ese terror de lo cotidiano. Eso da una buena medida del impacto que tuvo la película”, destaca Mercero 'junior' en un testimonio que también apoya Fernando Navarrete.
El histórico de la cadena pública asegura que esa psicosis colectiva fue “cierta y absolutamente real”: “Esas cabinas existieron realmente en Madrid y en toda España y mucha gente no quería entrar porque les daba miedo”. “Yo la viví personalmente porque iba con mi novia y no quiso entrar en una cabina. Tenía que llamar a sus padres y no quería entrar y no quería que le cerrara la puerta. Lo recuerdo claramente”, señala el gallego.
Tal fue el impacto que Teléfonica, preocupada por un descenso en el uso de sus cabinas, contrató a José Luis López Vázquez para que protagonizase un anuncio, a modo de llamamiento a la cordura. En él, el actor entraba a llamar por teléfono en una cabina de la que, esta vez sí, podía salir sin ningún tipo de problema.
Lo que Antonio Mercero tampoco esperaba eran las múltiples interpretaciones que se hicieron de La Cabina, una historia que su hijo reconoce que “se presta a ser descifrada desde muchas claves”. Algunos críticos dedujeron que podía tratarse de una crítica al franquismo y a la situación que atravesaba el país después de tantos años de dictadura. A pesar de ello, gente próxima al director asegura que él no se hubiese atrevido a hacer algo en contra del régimen de forma tan descarada, ya que podría suponer el final de su carrera profesional.
“A él le sorprendía eso de que era una crítica a la libertad de expresión durante el franquismo, la incomunicación del ser humano, o reflexiones casi metafísicas sobre la muerte. Él realmente decía que lo que le interesaba era la historia de un hombre que no puede salir de una cabina. Le interesaba simplemente eso, no tenía en la cabeza demasiada reflexión de tipo filosófico”, asegura Antonio Mercero a verTele. El guionista, eso sí, reconoce que esas reflexiones, como espectador de la obra de su padre, sí que la hace. El propio cineasta asumía el subtexto que, pese a que no era su intención, podía extraerse del filme, tal y como reflejamos al comienzo de este reportaje.
“Yo veo la película y veo clarísima la crítica hacia la libertad de expresión. Y también me gusta mucha la otra derivada, sobre la incomunicación del ser humano en general, no solo la de la dictadura. Y la historia leída como los hombres encerrados en una pequeña burbujita hasta que mueren me gusta mucho. Yo saco las derivadas como espectador. Pero creo que mi padre no tenía en la cabeza tanta carga simbólica o metafórica”, declara.
Antonio Mercero, encumbrado por el éxito de 'La Cabina'
Antonio Mercero y La Cabina lograron hacer historia, ya que el mediometraje consiguió emitirse en todo el planeta, algo que en los años setenta era prácticamente inimaginable. Este éxito internacional tiene su máximo exponente en la consecución en 1973 del Premio Emmy al Mejor Telefilm, entre los muchos premios que recibió la obra. Se trata del prestigioso reconocimiento que otorga la Academia Internacional de Artes y Ciencias de la Televisión.
“Fue un gran logro para la televisión española, ya que nunca se había ganado y, de hecho, no se volvió a ganar hasta hace muy poco, que lo ganó La casa de papel. Fue la única producción premiada con el Emmy hasta La casa de papel. Para él [su padre], supuso el gran éxito de su carrera”, recuerda Mercero 'junior', haciendo referencia al galardón que recibió la ficción de Atresmedia (antes de que Netflix la continuase) en noviembre de 2018.
Navarrete asegura que, para TVE, este fue un éxito más de los que cosechó durante esa época. “Con Valerio Lazarov, Chicho Ibañez Serrador... Hubo unos cuantos premios que elevaron a TVE a una categoría grande. TVE era en aquel momento una televisión muy muy importante en Europa por su forma de hacer contenidos, de hacer diversión, espectáculo...”, reivindica.
Antonio Mercero reconoce que La Cabina fue “el gran éxito” de la carrera de su padre. “A él le permitió seguir trabajando toda esa década en Televisión Española. Le esperaban todavía series como Este señor de negro, también con López Vázquez, o después Verano Azul”, enumera el escritor sobre unos años en los que su progenitor se consolidó como uno de los creadores de ficción televisiva más importantes. Más tarde llegarían otros títulos emblemáticos, como Turno de oficio (1986, TVE) o Farmacia de Guardia (1991-1995, Antena 3). El guionista considera que La Cabina “influyó mucho” en la trayectoria profesional de su progenitor: “Marcó mucho su carrera. Le dio la confianza de seguir trabajando con ellos, dirigiendo cosas para TVE, que era casi la única forma de prosperar en aquel entonces en la televisión raquítica de esa época”.
Antonio Mercero pone en valor como guionista lo “revolucionaria” que fue La Cabina por el cambio de género que se produce justo a mitad del metraje: “Lo que hasta un instante es una comedia costumbrista, que ves con agrado y riéndote un poco, se transforma en una película de terror y te coge con la guardia baja, completamente desprevenido y te sacude muchísimo. (...) Ese cambio de género no se cultiva mucho, se suelen hacer puntos de giro dentro de la trama o juegos con la estructura, pero ese cambio de género a mitad de película yo no lo he visto en mi larga trayectoria de cinéfilo o guionista. Eso es lo que más me gusta del guion de La Cabina”, admite el escritor de La Bestia, novela que se llevó el Premio Planeta en 2021 y que escribió junto a Jorge Díaz y Agustín Martínez bajo el pseudónimo de Carmen Mola.
¿Y qué pensaría el gran Antonio Mercero si viese hoy, 50 años después, su excelsa obra? “Él estaría orgulloso, sobre todo, de ver la vigencia que tiene todavía”, responde su hijo. “Lo normal es que las cosas que haces vayan quedando en el olvido. Una gotita en el océano, tienes un momentito y luego pasa. Y esta no, esta permanece. De toda la obra de mi padre, Verano Azul permanece porque se ha repuesto 40.0000 veces y es un icono de la cultura popular, pero La Cabina está en otro lado, no es icono de la cultura popular. La Cabina es una obra maestra del cine”.