“El problema es que la televisión amalgame y convierta en papilla informe la realidad, la ficción, lo fundamental, lo secundario, el divertimento y la reflexión”, Jean Renoir.
El próximo 14 de junio Netflix estrenará El caso Alcàsser, su primera serie documental española y la segunda que produce el equipo de Bambú y Elías León Siminiani, como director, tras El caso Asunta.
“Cuando me reuní con Netflix para hablarles del crimen de Alcàsser, estábamos en un restaurante donde les animé a que preguntaran a cualquiera si conocían lo ocurrido. Al ver la reacción de la gente se convencieron del impacto de aquello”, cuenta a Vertele el productor Ramón Campos.
Y es que el asesinato de Miriam García, Toñi Gómez y Desirée Hernández a finales de 1992 conmocionó a toda la sociedad de tal forma, que ni la propia televisión que narró los hechos volvió a ser la misma.
¿Qué tuvo aquel suceso para que todo el foco mediático se volcara en él?, ¿qué hizo la TV para ser el centro de todas las críticas? y ¿qué hemos aprendido de ello?. Son las tres cuestiones sobre las que hablamos con Paco Lobatón - periodista televisivo que en aquel entonces presentaba ¿Quién sabe dónde? en La 2-, Mariola Cubells - periodista especializada en televisión en aquel entonces que también estuvo en el lugar de los hechos-, Manuel Marlasca - jefe de investigación de laSexta que cubrió el suceso-, Luis Miguel Montero - actual jefe de investigación de elcierredigital que cubrió el caso para Interviú, y el citado Ramón Campos, productor de la docuserie.
LA DESAPARICIÓN: “El primer bombazo mediático de las cadenas privadas”
“España llevaba relativamente pocos años de democracia y durante este tiempo la sensación en el país era de crecimiento y un futuro prometedor. Acababan de nacer las cadenas privadas de televisión. En ese año 92 se celebraron las Olimpiadas de Barcelona y la Expo de Sevilla. Por fin mirábamos al mundo” describe Campos sobre el contexto sociocultural que se vivía en nuestro país un 13 de noviembre de 1992 sin saber que aquella noche desaparecerían tres adolescentes que iban a una discoteca haciendo autoestop. “Fue como una bofetada de realidad”, añade.
Cuando al día siguiente saltaba la noticia, los programas de sucesos aún estaban en pañales, ¿Quién sabe dónde? con Paco Lobatón se había estrenado en La 2 ese mismo año y Antena 3 contaba con Nieves Herrero al frente del sentimental magazine De tú a tú en el que tenían cabida estos temas. Pero pocas más habían sido las apuestas televisivas que cubrieran este tipo de casos.
El propio Lobatón recuerda cómo fue la cobertura televisiva que se alargó varios meses: “Durante todo el tiempo que duroÌ la buÌsqueda lo vivimos con una intensidad maÌxima, desbordados por la colaboracioÌn de los espectadores que aportaban pistas - a menudo contradictorias- desde todas las latitudes. Los testigos lo haciÌan a cara descubierta y plenamente identificados, con una empatiÌa verdadera. El programa contoÌ siempre con el asesoramiento policial de Esteban GaÌndara [inspector de policía experto en desapariciones] y contrastoÌ todas las informaciones con los responsables de la investigacioÌn, ademaÌs de compartirlo con las familias”.
No era un suceso más, era EL suceso por varios ingredientes que Manuel Marlasca nos señala: “Tres niñas desaparecidas y asesinadas es algo que no ocurre habitualmente ni en España ni en casi ningún país occidental. Suficiente razón para que el foco mediático se centrara en ellas. Si además la incertidumbre sobre el paradero de las niñas se prolonga durante meses le da el carácter de enigma que da a los casos mayor repercusión e interés”.
Así fue. “Durante 75 días los medios de comunicación pusieron toda su maquinaria al servicio de la búsqueda de las tres niñas. Los padres necesitaban un altavoz para hacer un llamamiento a la ciudadanía y las televisiones se lo daban”, explica Campos que para la realización del true crime tuvo que visionar más de 200 horas de 220 de telediarios y programas de la época de TVE, Telecinco, Antena 3, Canal 9, TV3 y ETB.
La cobertura mediática tomó una dimensión nunca vista anteriormente. “Todos, absolutamente todos perdimos la cabeza” reconoce Mariola Cubells, que entonces cubrió el caso primero para un periódico y luego en televisión. “Eran niñas como el resto, pertenecían a familias estructuradas, de clase media, de un pueblo tranquilo. Podían ser nuestras vecinas, hijas, primas... de un entorno que todo el mundo reconocía. Por eso empatizamos tanto con todo aquello. Era el primer bombazo mediático de las cadenas privadas que tenían mucha más capacidad para absorber este tipo de contenidos. Pero nadie tenía cultura audiovisual de programas de este tipo y todos perdimos la cabeza”.
EL CRIMEN: “Nieves Herrero no estaba sola, todos buscábamos lo mismo”
El 27 de enero de 1993 aparecieron los cuerpos sin vida de las niñas. En ese momento, Ramón Campos recuerda que “todo llevaba una velocidad tal que yo creo que era muy complicado darse cuenta de las connotaciones que iba a tener lo que estaba sucediendo”.
El periodista Luis Miguel Montero recuerda que “había cola de coches para subir a La Romana [el caserón donde asesinaron a las niñas]. Con curiosos, periodistas, vecinos…aquello era un circo mediático. Hasta en el propio Alcàsser montaron platos de televisión”.
Uno de los protagonistas de todo aquello fue el propio Lobatón: “El momento clave vino con la confirmacioÌn de los criÌmenes. DespueÌs de tres meses viviendo el caso no podiÌamos contar el final desde un platoÌ. Acudimos a Alcàsser y emitimos un Especial ¿QuieÌn Sabe DoÌnde? -en directo, de unos 20 minutos- con mensajes grabados de los padres de Miriam, TonÌi y DesireÌe, agradeciendo la ayuda de la gente y las muestras de duelo”.
Aquel programa lideró en audiencia con más de 8 millones de espectadores pero el protagonismo absoluto se lo llevó (muy a su pesar) Nieves Herrero con un programa que “fue un error de pies a cabeza” como ella misma calificó en una entrevista años después.
“Como ese programa nunca habíamos visto nada igual” sentencia Cubells que lo presenció en directo desde la misma sala de la Societat Musical en Alcàsser donde se montó el improvisado plató de De tú a tú para Antena 3. “Estaba hablando con los padres de las niñas muertas cuatro horas después de que los cadáveres aparecieran. Ella se iba a publicidad y se ponía a mirar los papeles y los técnicos se encargaban de todo, mientras las familias seguían allí, rotas, y nadie podía apartar la mirada de ellos. Era una espectacularización del dolor ajeno para usarlo en el beneficio propio que era obsceno. Pero como nunca habíamos visto un circo televisivo así solo notábamos que algo incómodo estaba pasando. No sabíamos describirlo porque ni siquiera se había acuñado un término para definir aquello, no había precedentes. Ahora vemos una imagen y sabemos que es telebasura pero en aquel momento no. Era un material muy sensible que se estaba usando para hacer el mal. Pero en ese momento éramos incapaces de detectarlo”.
En el recuerdo de aquel polémico programa quedan momentos como cuando la presentadora pedía a una de las madres que “abrazara a su hija” al ver que se aferraba con desesperación a una foto de la niña.
Lobatón explica esa “espectacularización” por la “alarma social que alimentoÌ aquella parte del tratamiento televisivo que llevoÌ el suceso a un grado extremo cuando ni siquiera se habiÌa dado sepultura a los cuerpos de las ninÌas, generando reacciones viscerales en caliente”.
La propia Nieves Herrero, que hoy en día prefiere no hacer declaraciones sobre el tema, recordaba que cuando pasaban a publicidad pedía paso a Madrid y les rogaba que metieran un documental: “Nadie me hizo caso. Yo no podía ni respirar, pero por la conmoción, no porque supiera la trascendencia que iba a tener el programa”.
Pero, aunque fuera ella la acusada “casi del pecado original”, no estaba sola. Mariola Cubells reparte la culpa entre todos los que siguieron sus casos y los jefes de todos aquellos que tenían que cubrir la noticia y presionaban para alimentar la exhaustiva cobertura. “No fue la única que estuvo allí intentando sacar material. Todos buscábamos lo mismo” confiesa Cubells: “Lo injusto fue que ella sola cargara con ese peso cuando en aquellos días todos perdimos el norte. Solo que ella fue más rápida, más lista, más intuitiva”.
“Nieves Herrero simplemente tuvo más medios” añade en la misma línea Marlasca, “pero si cualquier otra cadena si hubiese podido hubiera llevado tantos medios como ella”.
DESPUÉS DEL CRIMEN: “Las líneas rojas que no deberían volver a traspasarse”
Cubells afirma que “aquello fue el principio de una manera de contar sucesos porque se abrió la veda a un determinado comportamiento televisivo”.
Un comportamiento televisivo que según Lobatón tuvo unas “secuelas inmediatas que fueron bastante desastrosas. En lugar de una reflexioÌn a fondo y de fondo, se optoÌ por la simplificacioÌn conceptual acunÌando el teÌrmino 'telebasura' y estigmatizando, sobre todo, a una persona. En los meses posteriores se fue mucho maÌs lejos en el manejo de hipoÌtesis descabelladas y en la exhibicioÌn morbosa de imaÌgenes de las autopsias. Creo que esas praÌcticas seriÌan imposibles hoy”.
En la misma línea, Marlasca critica los límites catódicos que se cruzaron los meses posteriores: “La cobertura de aquel día fue desmesurada pero lo más vergonzoso vino después con las personas que quisieron rentabilizar el crimen abonando teorías conspiranoicas a las que daban pábulo programas de televisión. El intento de implicar a gente honorable en el asunto, las teorías absurdas de las snuff movies, las teorías que deslizaron Pepe Navarro, Juan Ignacio Blanco y Fernando García [en Esta noche cruzamos el Mississippi] que hicieron mucho daño”.
De hecho, la propia Nieves Herrero reflexionaba con la distancia que “el tiempo lo que ha hecho es dejar muy pequeñito el programa que hicimos, porque se ha superado con creces. Y creo que no es lo mismo estar con las familias que estar con un asesino”.
Toda aquella vorágine de coberturas televisivas de un suceso tan delicado dejó varias lecciones para la televisión del futuro: la primera la hacía la propia Herrero en aquella entrevista años más tarde: “No se puede ir al lugar donde se ha producido una tragedia y convertir un magazine en un programa monográfico. Hay que tomar cierta distancia; si no, no puedes ser objetivo”.
La segunda la explica Lobatón: “A raiÌz del caso de Diana Quer, el Foro sobre el tratamiento informativo de las desapariciones -organizado por la FundacioÌn QSDglobal, en 2016 -supuso una importante inflexioÌn. De alliÌ surgioÌ una GuiÌa de Buenas PraÌcticas con dos ideas principales: que el tratamiento no anÌada dolor al dolor y que no interfiera las investigaciones en marcha”.
El productor de El caso Alcàsser señala la tercera. Este crimen “marcó las líneas rojas que no debían volver a traspasarse en los medios de comunicación, sobre todo en lo referido a la invasión de la intimidad de las familias y las víctimas”.
Una línea roja que algunos seguirán traspasando, pero que sin duda es imprescindible para ser consciente de la televisión que se quiere hacer.