Arantxa del Sol fue la expulsada del pasado jueves de Supervivientes 2024. Antes de regresar a España, el programa quiso que cruzara el Puente de las emociones, para repasar algunos de los momentos clave de su vida.
La que fuera una de las grandes presentadoras de los 90, lucía la camisa de su marido y confesaba estar “muy nerviosa” al hacer este ejercicio.
La primera palabra sobre la que reflexionó fue “amor” y lo tuvo claro: “Es el principal motor de mi vida. Intento poner amor en cualquier cosa que hago. Tengo grandes amores en mi vida, el amor de mi pareja, de Juan con el que hemos formado una familia de la que me siento orgullosa, y es mi pilar fundamental. Son los valores que me han inculcado. Juan ha dado sentido a todo, es el hombre de mi vida”.
El segundo término en aparecer fue el “olvido” sobre el que mostró sentimientos encontrados: “Creo que es bueno para ciertas cosas pero tampoco hay que borrar completamente la memoria porque de todo hay que sacar lo positivo y aprender de las malas experiencias”.
Laura Madrueño le preguntó si alguna vez se había sentido olvidada en televisión y Arantxa no lo calificó como tal: “Antes de arrancar con este nuevo medio, en las redes sociales, me he dado cuenta que no estaba tan olvidada y lo he podido comprobar con el cariño de la gente que me ha apoyado en las nominaciones. Me ha sorprendido mucho”, añadía.
Preguntada por lo que había significado participar en Supervivientes, la ya expulsada sentenciaba: “Es la experiencia más importante que he vivido en televisión. El mejor reality, el más duro y seguramente del que más enseñanzas me llevo. Una pasada y si además está funcionando en audiencias, más orgullosa todavía de pertenecer a esta edición”.
También le preguntaron por la expresión “almeja tiesa” que le dedicó Ángel Cristo: “Me tacharán de fina pero es un problema de educación, este señor ha soltado por su boca entre otras cosas también esta pero muchas más”, lamentó.
Y acabó señalando que la familia “es lo más sagrado, mi timón y lo más importante que tengo”. Para, seguidamente, conectar con su hija que estaba en plató y que le transmitía las ganas de verla y el orgullo que había sido su concurso.
Finalmente, Sandra Barneda le confesaba sentir “envidia de su mirada tan serena”, lo que le llevaba a pensar que había pasado por muchas cosas que le gustaría que le contara al verse. Algo que la concursante confirmaba: “Acepto las cosas como han venido, ese es el ejercicio que me ha dado serenidad”, zanjó.