Análisis

'Borgen' renace como ejemplo del éxito mundial de las series políticas... salvo en España

La política es la gran protagonista de la hornada de series con las que las plataformas reciben esta semana al mes de julio, como ya recogimos. Con Borgen a la cabeza, que regresa nueve años después de su final, hallamos otros ejemplos como la segunda temporada de Parliament y el drama islandés The Minister.

La laureada serie danesa ostenta el título de haberse convertido en todo un referente dentro de este género. La ficción se despidió de la audiencia en 2013 y vuelve este jueves 2 de junio a Netflix. Y lo hace con una temporada que, pese a que ha sido anunciada como una “continuación independiente”, está protagonizada por personajes de la ficción original.

De hecho, es su propio creador Adam Price el que ha estado detrás del revival. Sidse Babett Knudsen retoma el papel de Birgitte Nyborg, que comienza su nueva etapa como ministra de Asuntos Exteriores.

Una vez al frente, tendrá que lidiar con el descubrimiento por sorpresa de petróleo en Groenlandia, que desencadenará la pugna internacional por el poder del Ártico. Tal y como avanzó la plataforma, la historia se centra en la lucha por el poder y lo que el poder hace en la gente, tanto a nivel profesional como personal.

En la misma línea se sitúa Parliament, cuya segunda temporada está ya disponible en Filmin desde este martes 31 de mayo. En ella nos reencontramos con Samy Kantor (Xavier Lacaille), ahora como asistente de una ambiciosa eurodiputada recién elegida. La también aplaudida sátira trata de responder a la pregunta de “¿Para qué sirve el Parlamento Europeo?”. Para ello, se entrega al humor como herramienta para relativizar hasta los temas más capitales; desde el Brexit al Procés catalán.

Junto a ellas, The Minister -que forma parte del catálogo de Movistar Plus+ desde el año pasado- desembarcará el 14 de junio en Filmin. Aquí el peso de la trama recae en el populista Benedikt Ríkhardsson (Ólafur Darri Ólafsson), el recién elegido presidente del Partido de la Independencia que se alía con los socialdemócratas para las próximas elecciones. Poderoso y fuera de control, es calificado de radical ortodoxo; mientras que él se define como 'ciudadano honesto de Islandia'.

La política es uno de los temas más recurrentes y que más éxito cosechan en el panorama internacional. Así lo han demostrado otros títulos como House of Cards, Succession, El ala oeste de la Casa Blanca, The Crown, Veep, Baron Noir y Years and Years. Ficciones que han sido alabadas por atreverse a abordar sin tapujos tanto episodios pasados como actuales. Sin embargo, llama la atención cómo en España no es, ni mucho menos, el género predilecto.

Dentro de nuestra evidente sequía, Vota Juan y su secuela Venga Juan se postulan como las raras avis por cómo sí se han atrevido a enfangarse para hablar -en forma de comedia negra- de los entresijos políticos de nuestro país. Situación que lleva a plantearse de dónde viene este recelo, miedo o incluso peligrosa imposición de no explorar este terreno.

Javier Olivares: “Aquí es imposible, no te la compra nadie”

Se trata de una pregunta que los propios creadores de nuestro país se han planteado y han llegado a reconocer que en España no se atreven a hacer series políticas. Javier Olivares, artífice entre otras de El Ministerio del Tiempo, publicó un hilo en su cuenta de Twitter reflexionando sobre este asunto, asegurando que llevaba “tiempo intentándolo” y que, además, no era “el único”. “No te la compra nadie”, lamentó.

“Aquí es imposible hacer un Baron Noir, un State of Play, un Borgen (es la más light), un Line of Duty”, expuso, “y como la profesión lo sabe, no se intenta”. Al mismo tiempo, en las ocasiones en las que sí se hace, la respuesta según el guionista es “agua”.

Olivares defendió que “somos el país occidental con menor libertad y atrevimiento de contar historias sobre política actual”. “Y no será porque no hay historias de gente que se juega la vida denunciando la corrupción, policías que no se dejan vencer, jueces apartados de casos porque se sabe de su independencia...”, enumeró para poner de relieve las oportunidades perdidas de sacar adelante proyectos en torno a los que calificó como “héroes que necesitan protagonizar series hechas aquí”.

Respecto a la producción local, concluyó con una reflexión irónica sobre el contenido seguido por la audiencia: “Con el público que me da una telenovela turca o una serie de jóvenes follarines, ¿para qué meterse en fregaos?”.

“En Movistar han decidido que no se hable de la Guerra Civil”

Pero el conflicto no termina aquí, ya que este aparente miedo no afecta sólo a los títulos que tratan la política, sino también a los que de algún modo reflejan tramas de ideología. El último ejemplo es la serie sobre la Guerra Civil de Rodrigo Sorogoyen e Isabel Peña -tándem responsable de Antidisturbios-, que como desveló verTele, fue cancelada por Movistar Plus+ antes de empezar a rodarse. El propio director confirmó más adelante a elDiario.es que fue por motivos políticos.

“La Guerra Civil es el tema más delicado, lamentablemente, en este país. Pensamos, optimistas, que las cosas habían cambiado, pero los que mandan han decidido que no se hable de la Guerra Civil”, compartió. Eso sí, no parecen haber perdido la esperanza de sacarla adelante de la mano de otra plataforma o cadena. “Vamos a intentar que nos ayude otra gente a levantarla, y ojalá ocurra”, declaró la guionista.

Oportunidad de proyección perdida

Inmersos de lleno en el siglo XXI, cabría esperar que los asuntos políticos no fueran concebidos como delicados, problemáticos o polémicos. Si nos fijamos únicamente en el plano narrativo, las historias de este tipo tienen gran potencial para ser apasionantes y enganchar al desvelar los entresijos de tramas que hemos podido seguir en las noticias; o incluso de capítulos pertenecientes al pasado sobre los que no estamos tan informados. Todo ello con ritmo, personajes singulares y siendo profundamente reveladoras.

Más allá de la factura de las posibles producciones, abordar la política es una forma de conectarse con el mundo en el que vivimos y permitir a la audiencia entender porqué, cómo y para qué. Y no por una cuestión de adoctrinar al público, sino invitándole a hacerse preguntas, reflexionar y sacar sus propias conclusiones.

Si miramos más allá nuestras fronteras, está claro que es algo que en el resto del planeta han entendido y han sabido aprovechar el interés que generan. Borgen, que fue producida por la televisión pública danesa, es uno de los ejemplos más claros de éxito a nivel internacional. Rendimiento que evidencia que censurando este tipo de títulos, no sólo nos cerramos puertas a ampliar el catálogo de ficción nacional con contenido diverso que hable de nuestras propias historias; sino que también perdemos una oportunidad de proyección muy valiosa.