No existen tantas series de comedia que sean capaces de provocar carcajadas. Muchas ficciones arrancan sonrisas a sus espectadores, pero el poder de desatar la risa incontrolable pertenece solo a unas pocas. Y una de ellas es la sitcom Brooklyn Nine-Nine, protagonizada por un grupo de detectives pertenecientes al Departamento de Policía de Nueva York. Cada capítulo supone 20 minutos de gags vertiginosos que tienen la capacidad de reconciliar al público con el mundo, aunque sea solo durante ese ratito.
Afirmar que es la mejor del momento puede parecer arriesgado, pero los datos son contundentes. El 10 de mayo de 2018 la cadena Fox anunció que cancelaba la serie después de cinco temporadas. Solo 30 horas después, la NBC comunicó que la sexta temporada formaría parte de su catálogo. En un principio encargó 13 capítulos, aunque finalmente fueron 18. Su audiencia se incrementó en un millón de espectadores en relación a la anterior y ya han firmado por una séptima temporada.
El rescate exprés de la NBC calmó a la horda de fans que clamaron a la Fox por su decisión a través de las redes sociales. Famosos como el director de cine Guillermo del Toro o el intérprete y músico Lin-Manuel Miranda participaron en el hashtag #RenewB99 que agitó Twitter hasta la noticia de la resurrección de la sitcom. Miranda ya ha actuado en uno de los nuevos capítulos y uno de los creadores de la serie ya ha invitado al cineasta a dirigir uno de los capítulos.
Sus tres secretos
El éxito de Brooklyn Nine-Nine se debe a múltiples factores. El primero es el dúo que concibió la idea y que la sacó adelante. Daniel J. Goor y Michael Schur ya habían trabajado juntos en Parks and Recreation y ambos provenían del ámbito de la comedia. El primero había trabajado en The Daily Show o el Late Night con Conan O'Brien y Schur en Saturday Night Live o The Office. Cuando se embarcaron en Brooklyn Nine-Nine ya venían curtidos en mil batallas de gags.
El segundo es el elenco. Para pasar el casting, los aspirantes debían hacer un ejercicio de improvisación con Andy Samberg. El actor da vida a Jake Peralta, el protagonista de la serie -aunque según avanza todos van tomando relevancia-, que es un detective exitoso pero con síndrome de Peter Pan. Samberg ha actuado en el Saturday Night Live (como muchos de los buenos cómicos estadounidenses), tiene un grupo musical de parodia llamado The Lonely Island y ha trabajado en películas como I Love You, Man. Como dato: se le da especialmente bien interpretar a Mark Zuckerberg, el creador de Facebook.
La química surgió casi de manera automática con Melissa Fumero (Amy Santiago en la serie), que comenzó dándole la réplica en la primera temporada aunque su relación pronto viró a un terreno más amable. A su lado está Joe Lo Truglio (detective Charles Boyle), el amigo incondicional y un tanto extraño.
El grupo se completa con Andre Braugher (el impertérrito capitán Raymond Jacob Holt), Stephanie Beatriz (la misteriosa detective Rosa Díaz), Terry Crews (el entrañable y fornido sargento Terry Jeffords), Chelsea Peretti (la extravagante secretaria Gina Linetti, amiga de la infancia de Peralta y también de Samberg en la vida real) y Joel McKinnon Miller y Dirk Blocker (detectives Norman Scully y Michael Hitchcock respectivamente. Van en pack como dos salchichas).
Todas las personalidades están muy bien marcadas y pese a la lógica evolución que experimentan los personajes, estas no cambian. Una de las cualidades que más se ha resaltado de la serie es la diversidad y la manera en la que se refleja en el guión. Sin que estén metidas a calzador: las mujeres acceden a cargos de mando, la raza no es un condicionante y la clase social de cada uno no importa. Al fin y al cabo ¿Por qué no debería ser así?
Y el tercer factor es la risa, porque para eso es una comedia. Conseguir que un grupo de policías de Nueva York caiga bien no es tarea fácil en los tiempos que corren -de hecho, en uno de los capítulos tratan precisamente de mejorar la reputación del cuerpo entre la ciudadanía- pero lo logran.
Los chistes se deslizan rápido durante el primero de los 20 minutos de cada capítulo, que siempre empieza con un ‘cold open’ [un gag de un par de minutos que se emite antes de la cabecera y que, en este caso, no suele tener relación con la trama posterior]. También tienen bromas recurrentes que ya son clásicas como el capítulo de Halloween, las fases de borrachera de Amy o la aparición anual de Doug Judy, un ladrón de coches que es a la vez archirrival y colega de Peralta.
El mérito está en el guion, por supuesto, pero también en la improvisación. Según una entrevista a Andre Braugher en Collider, graban lo escrito tres veces y luego improvisan esa misma escena. Gana lo más divertido, a veces tanto que los intérpretes no pueden reprimir la risa. Según contaron los propios actores en la Comic Con de San Diego 2019, el personaje de Gina sonríe tanto porque Peretti es incapaz de contenerse. La sigue Melissa Fumero.
Incluso en las ocasiones -no muchas- en las que tratan algún “tema importante” como la discriminación racial, la violencia policial o el acoso sexual consiguen no perder el hilo y enfangarse en un drama que no les corresponde.
Efecto sofá-mantita-abrazo
Después de Seinfeld, Friends, Modern Family, Big Bang Theory, Las chicas Gilmore o incluso Cómo conocí a vuestra madre, Brooklyn Nine-Nine es la ‘comfort serie’ (algo como serie reconfortante en castellano) en activo por excelencia. Ni siquiera The Good Place (también producto de Michael Schur) cuya intención de agradar es evidente y que ha tenido una buena acogida, ha conseguido ni rozarla.
El éxito de las series para disfrutar-sin-más se ha acrecentado con los años. En plena época de oro de la televisión, con productoras invirtiendo millones en ficciones millonarias, muchos espectadores prefieren ver en bucle capítulos de series que se saben de memoria. De ahí las luchas de las plataformas de streaming por hacerse con los derechos de emisión de clásicos. Warner Media pagó más de 400 millones de dólares a Netflix para poder emitir Friends en HBO Max a partir de la primavera del año que viene. NBC pagó 500 millones por la emisión de The Office y la batalla por Seinfeld ronda ya dicha cifra.
Según datos de la empresa de medición de datos Jumpshot, las tres series más vistas en Netflix Estados Unidos en diciembre de 2018 fueron: The Office (7,19%), Friends (4,13 %), Parks and Recreation (2,34%). En el ranking de las primeras 20 también estaban Las chicas Gilmore (0,77%), Anatomía de Grey (2,11%) y New Girl (1,65%). Todas por encima de Black Mirror (0,61%), Orange Is The New Black (0,74%) o BoJack Horseman (0,67%).
Una explicación se encuentra en el estado de ánimo de la sociedad actual, que no es muy bueno. Tras las elecciones de 2016, en las que Donald Trump se hizo con la presidencia de Estados Unidos, la serie This Is Us alcanzó récords de audiencia. No es para nada una comedia, pero esta ficción centrada en los inquebrantables lazos de una familia es perfecta para un desahogo de lágrimas.
Las sitcoms más vistas son de los años 90-00, tantas veces emitidas en la televisión convencional que no hace falta concentrarse demasiado para seguir la trama (El príncipe de Bel Air acaba de aterrizar en Netflix España, sin ir más lejos). Pueden tenerse de fondo mientras se hace otra cosa o dejar que los capítulos se reproduzcan automáticamente hasta que el espectador se quede dormido.
El capítulo de los pantalones de cuero de Ross en Friends puede tener un efecto balsámico después de un día duro de trabajo. Un episodio de El cuento de la criada puede tener el resultado opuesto (el día que un paseo por Gilead sea reconfortante el mundo tendrá un problema muy grave).
Matthew Ball, inversor de riesgo y especialista en plataformas de streaming, explicó en The Guardian que, para él, el éxito de Netflix viene de la cantidad de contenido que ofrece. Las producciones de calidad le dan prestigio e impulsan su crecimiento pero lo que le hace triunfar es el entretenimiento. Todos los testimonios que recoge el artículo inciden en lo mismo: desconexión a través del bienestar en la ficción.
Lo que hace a Brooklyn Nine-Nine la ‘comfort serie’ del momento -porque ninguna otra lo ha logrado- es que aúna lo mejor de todas las clásicas: el ingenio de Parks and Recreation, la camaradería de Friends y la socarronería de Seinfeld. Todo ello pasado por el filtro del tiempo que elimina las gracietas rancias sobre homosexualidad, raza o género para poder reírse a mandíbula batiente sin sentirse culpable. Píldoras de comedia para combatir el desánimo de la vida moderna en 20 minutos.