La campaña electoral coloniza los programas y confirma la politización del entretenimiento televisivo
La eterna campaña electoral que vive España ha hecho que un medio como la televisión, el que más penetración tiene y por tanto el más preciado por los partidos para llegar a la mayor cantidad de posibles votantes, otorgue un espacio y una importancia inusitada a los contenidos políticos. Más aún desde que se programase el adelanto electoral al 23J, que llegó justo después de las elecciones municipales y autonómicas del 28M, alargando esa campaña inacabable.
La mejor prueba de cómo los candidatos se lanzan a los platós, y de cómo los programas saben que son un seguro de audiencias, es que Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo son los invitados y grandes protagonistas de El Hormiguero este martes 27 y miércoles 28 de junio. La voluntad del presidente del Gobierno hizo cambiar sus planes al programa, que también invitó entonces al líder de la oposición, algo que no gustó a Vox.
Los líderes de PSOE y PP serán entrevistados por Pablo Motos, uno de los presentadores más señalados y que sirve como ejemplo de la “politización” del entretenimiento televisivo en España, teniendo en cuenta que día tras día El Hormiguero es el programa más visto, y por eso la ventana más deseada por los políticos en campaña: se garantizan que su mensaje llegue a unos 3 millones de espectadores de forma directa, y validan el tratamiento informativo.
Pedro Sánchez, contra la “derecha mediática”
La política siempre ha sido uno de los asuntos fetiche para los medios, también para la televisión. La clave en la actualidad es que la diferencia entre “programas políticos” y “programas de entretenimiento” se ha difuminado, y temas de la agenda política se incluyen en los espacios en teoría de entretenimiento con análisis menos profundos y que apuestan más por la opinión e interpretación personal de los presentadores y colaboradores.
Por eso Pedro Sánchez ha situado como uno de los focos de su campaña denunciar el tratamiento mediático, y dijo: “Veremos en programas de máxima audiencia a gentes que solo se representan a ellos mismos pontificar e insultar sin derecho a réplica. Se van a inventar barbaridades”, como analizó elDiario.es. No dio nombres, pero tanto Ana Rosa Quintana primero como Pablo Motos después se dieron por aludidos y le replicaron.
El programa líder de las mañanas en Telecinco y el programa líder de las noches en Antena 3 se han convertido, especialmente en los últimos meses, en los máximos representantes de la influencia y opinión política televisada. Y eso a pesar de sus notables diferencias por la franja horaria, los contenidos, o su finalidad.
Ana Rosa editorializa las mañanas políticas
En la mañana, la política siempre ha sido tema estrella. Todos los matinales la tratan, aunque desde puntos diferentes: en La 1 de TVE, La hora de La 1 y Hablando claro optan por temas más sociales y amplían el contexto, sin entrar tanto en la confrontación política con un estilo mojigato que perjudica a la televisión pública, pero que al mismo tiempo es el único que le permiten hacer el Gobierno y la oposición si no quiere verse una vez más como arma arrojadiza entre partidos. En Antena 3, Espejo Público sí da rienda suelta a la opinión de sus colaboradores al plantear la cobertura jugando con el mantra de “dar voz a todas las opiniones”, de un modo similar al que plantea un debate político puro como es Al Rojo Vivo en laSexta.
Ana Rosa Quintana apuesta más por la editorialización en su matinal El programa de AR Telecinco. El espacio siempre ha tratado la política, e incluso ha tenido una mesa dedicada a ella en la que la presentadora participaba y a veces opinaba. Desde su regreso en octubre, Ana Rosa ha convertido su editorial inicial en una declaración de intenciones que dibuja la línea que se mantiene en el resto del programa, marcada por las críticas al Gobierno y los ataques personificados en el presidente, Pedro Sánchez.
Cuando el jefe del Ejecutivo ha reaccionado y señalado a esa “derecha mediática”, ella ha contraatacado negando formar parte de ella y se ha justificado en que tiene colaboradores y tertulianos de distintas ideologías, con el mismo mantra de “dar voz a todas las opiniones” y sin analizar si todas valen lo mismo, ni si dicen la verdad.
Llamativo es el caso de En boca de todos en Cuatro. El programa presentado por Diego Losada ha reducido sus contenidos políticos y ha mejorado ligeramente su audiencia, lo que da una idea de la sobresaturación política que hay en las mañanas. De hecho, apenas cinco espacios matinales no cuentan con la política entre sus temas (Ahora o nunca, Arguiñano, La Ruleta, Ya es mediodía y Aruser@s), y tres de ellos (Aruser@s, Arguiñano y La Ruleta) son líderes de sus franjas.
Las tardes tienen menos foco político porque las tres principales cadenas apuestan por otros contenidos. Sólo encontramos tres ejemplos en las “hermanas pequeñas”: dos en Cuatro (Todo Es Mentira con Risto Mejide, y Cuatro al día con Ana Terradillos), y uno en laSexta (Más Vale Tarde, con Iñaki López y Cristina Pardo). El primero apuesta por el sarcasmo con políticos exdirigentes de distinto signo en plató para avivar el debate, mientras el segundo y el tercero se centran en la actualidad sin obviar la política. De hecho, es en algunos de los temas elegidos para incluir en su agenda donde puede llegarse a un trasfondo político, al tratar asuntos que se han convertido en eje de confrontación derecha-izquierda, y replicar con sus tertulianos esa misma polarización.
Pablo Motos politiza el entretenimiento
Como siempre en televisión, es la noche la que más espectadores reúne, y por lo tanto la que más focos acapara. Y en esa franja, hay un espacio fundamental como es El Hormiguero. El programa presentado y producido por Pablo Motos a través de su compañía '7 y Acción' es día tras día el más visto de la televisión. Un éxito que se traduce en una media superior a los 2 millones de espectadores diarios, que cuando va algún político se amplía hasta los 3 millones, como analizamos hace ya tiempo.
Las dos partes ganan: los políticos mostrando otra imagen y haciendo que su mensaje llegue a una enorme masa de posibles votantes, y el programa por ese subidón de audiencias y refrendar que son la ventana televisiva predilecta para la promoción de cualquier tipo. Así que a la hora de la verdad, a ambas partes se les olvida que Pedro Sánchez haya dedicado varias indirectas (también en su entrevista con Évole, que le interpeló directamente por ello) a señalar que “hay mucha gente progresista en nuestro país que cuando se acerca a un programa matinal o a uno de entretenimiento por la noche, de una de las principales cadenas de nuestro país, lo que ven no son miradas progresistas ni voces que defiendan una aproximación progresista a los problemas de nuestro país”.
Porque por el otro lado, Pablo Motos respondió a verTele en septiembre de 2022, cuando iniciaba su nueva temporada: “No me apetece mucho traer políticos porque da bastantes problemas a nivel personal”. Y retrocediendo más, ya en 2015 en otra entrevista con verTele dio un mensaje similar: “Evitamos traer políticos a El Hormiguero porque se malinterpreta”. Y siguen acudiendo. Además, desde la pandemia, El Hormiguero incluyó una “tertulia de actualidad” para convertir su habitual entretenimiento en un debate, en el que hablan de muchos temas políticos. Sus tertulianos habituales son Tamara Falcó, Juan del Val, Cristina Pardo y Nuria Roca; a menudo cuestionados, junto al mismo Pablo Motos, por esa visión que el presidente del Gobierno resumió como que “no son miradas progresistas ni voces que defiendan una aproximación progresista a los problemas de nuestro país”. Como Ana Rosa Quintana, Pablo Motos también se dio por aludido y respondió a Pedro Sánchez, ironizando con que “igual no éramos nosotros y era Wyoming”.
Porque El Intermedio es su compañero de grupo en Atresmedia, pero al mismo tiempo son “rivales” por la franja y aportan prismas muy diferente de cómo afrontar y analizar la actualidad política. El programa de Wyoming y Sabatés siempre ha girado en torno a la política, pero desde el sarcasmo y la ironía como luego intentó copiar Todo Es Mentira en Cuatro. Su forma de hacer televisión no ha cambiado, al contrario que El Hormiguero al abrir su “entretenimiento” a la opinión e interpretación de temas de la agenda política.
En cualquier caso, la especial importancia del prime time televisivo se demuestra en que recientemente Pedro Sánchez ha acudido al plató de El Intermedio, días más tarde fue entrevistado por Jordi Évole, y el próximo jueves 6 de julio estará en Informativos Telecinco con Pedro Piqueras, cerrando la serie de entrevistas que empezarán los otros tres líderes de los principales partidos. Feijóo hizo lo propio volviendo al plató de El programa de Ana Rosa, mientras que Yolanda Díaz protagonizó un especial de El Objetivo este lunes. Abascal por el momento está prodigándose menos en la campaña televisiva.
Todos se lanzan a la televisión, y es especialmente llamativo el caso del presidente del Gobierno, como él mismo analizó después de que Évole repasase todos los grandes medios a los que no había concedido ni una entrevista en los últimos años: “Creo que tendría que haber ido mucho más a lo largo de estos cuatro años para desmontar algunas de las cosas que se han ido diciendo de manera infundada sobre mí”. Más allá del access diario, semanalmente también hay apuestas de prime time que han politizado su otrora entretenimiento, siendo el máximo exponente Iker Jiménez, que también desde la pandemia se ha convertido a la anti-ciencia y magufismo como portavoz y referente de Cuatro en “la nueva Mediaset”, dando igual criticar el lenguaje inclusivo, dar voz a un bulo sobre la ley trans, entrevistando sobre los chemtrails a Pablo Cambronero, el diputado tránsfuga al que nadie llama y que se dedica a convertir bulos de Twitter en preguntas al Gobierno para luego convertirse en noticia u opinando del adelanto electoral para criticar que “en julio, la influencia de estos grandes periodistas no es tanta”.
La campaña electoral ya se juega, y la televisión es uno de sus principales tableros. Los candidatos y los partidos se prodigan más que nunca en programas, sin importar si son políticos o de entretenimiento, y validan por igual a todos sus interlocutores, que a cambio disfrutan de audiencias millonarias o muy superiores a las habituales.