Este martes, La 1 estrenó La bien cantá, su nuevo talent show producido en colaboración con EuroTV Producciones que busca al mejor o a la mejor artista de copla actual.
Rocío Muñoz ejerció de presentadora, mientras María del Monte, Lucas Vidal y Rayden interpretaron el papel de jurado, dejando una silla a Martirio, que se convirtió en la madrina de la primera gala.
En un estreno en el que la mayor sorpresa fue que aún queden personas en España que canten bien y no se hayan presentado a un talent. Quizá mañana la segunda sorpresa sea que también existan espectadores con ganas de ver más de lo mismo. Si la audiencia es baja, no habrá sorpresa.
Y es que, si pruebo a describir “la nueva apuesta” de la cadena pública descubro que podría estar hablando de cualquier otro formato. Probemos: jóvenes que sueñan con dedicarse a la canción, que actúan frente a un jurado que decide si continúan o no. Se enfrentan entre ellos, interpretando temas más o menos modernos, hasta que uno se alzar como ganador o ganadora.
Podría ser Operación Triunfo, La Voz, Cántame una canción, A cantar, Factor X... ¿sigo? Popstars, Quiero cantar, Salto a la fama, Uno de los nuestros... sí, con algunas variaciones entre unos y otros, pero todos en busca del mejor vocalista. ¿Podemos encontrar ya al “mejor” y pasar a otra disciplina?
El acierto de La bien cantá es, como señaló el propio Rayden: “Rebautizar mensajes que no se pueden perder”, gracias a canciones centenarias de las que Rocío o los jueces se encargaban de explicar el significado. Sí, el programa no solo busca nuevas voces, sino que pretende llevar la tradición centenaria de la copla al siglo XXI, renovando el género y conectándolo con las nuevas generaciones.
Buenas intenciones que, al presentarse con la sobada mecánica de galas semanales, actuaciones, valoraciones y pulsaciones de botón, transmite la sensación de estar viendo más de lo mismo. De estar siempre renovando con pequeñas modificaciones los formatos que un día sorprendieron, pero ya no.
Al ver el estreno de La bien cantá tuve la sensación de estar frente a esa RTVE que se había quedado sin ideas. Una sensación que llegaba justo después de una entrega de La Revuelta que acababa de demostrar todo lo contrario.