La industria de la televisión se engalana para entregar los Premios Emmy 2017. Stephen Colbert toma el relevo a Jimmy Kimmel como maestro de ceremonias en esta heptagésima edición, que como viene siendo costumbre tiene lugar en el Microsoft Theatre de Los Angeles (donde hace una semana se entregaron las categorías “Creativas”). En ausencia de Juego de Tronos (al estrenarse la séptima edición fuera de plazo), la lista de candidaturas ha acogido importantes novedades que bien han servido para ventilar y diversificar las propuestas. Así, a algunos títulos casi inevitables (Modern Family, Better Call Saul, House of Cards, Veep), se les suman otras nuevas con la aspiración de tomar más pronto que tarde el relevo como la clase alta de la ficción televisiva (algunas ya han tomado ese puesto): Stranger Things, Westworld, The Handmaid's Tale, Atlanta o The Crown.
Dado que esta noche (esta madrugada, para los espectadores españoles que vean la gala a través de Movistar+) será la de las estrellas que dan plano en cámara, que mejor qué dedicar las horas previas a las personas que las sustentan con sus historias y personajes. Profesionales que, en no pocas ocasiones, tienen más que decir y no se les tiene en suficiente cuenta en esta clase de eventos.
Durante los últimos días, Movistar+ ha venido emitiendo, en la programación de su canal temático de series, las mesas redondas organizadas por The Hollywood Reporter con los principales showrunners (productores ejecutivos y máximos responsables de cada ficción, para los que se sigan peleando con la terminología anglosajona) de la televisión estadounidense.
Divididos en dos grupos, la prestigiosa publicación contó con la experiencia de Ryan Murphy (Feud, American Horror Story), Ava DuVernay (Queen Sugar), Gloria Calderon Kellet (One Day at a Time), Scott Silveri (Speechless), Noah Hawley (Fargo, Legion), David E. Kelley (Big Little Lies), Judd Apatow (Girls), Phoebe Waller-Bridge (Fleabag), David Mandel (Veep), Kenya Barris (Black-ish) y Lisa Joy (Westworld). Todos ellos, algunos aspirantes esta noche y otros a la espera de futuras opciones de acceso a la estatuilla, cuentan toda clase de experiencias en el gremio: de sus referentes a su momento más apurado, de los mayores desafíos para llevar a cabo sus proyectos hasta la forma en que la convulsa actualidad estadounidense les ha afectado.
Romper las etiquetas
Mientras apura la postproducción de A Wrinkle in Time con vistas a su estreno en marzo de 2018, Ava DuVernay se ha hecho fuerte en el mercado televisivo. Desde el estreno de Selma en 2014, la directora ha estrenado un documental, 13(th), que ya ha obtenido cuatro Emmys y se quedó a las puertas del Oscar, y creado Queen Sugar, sobre la lucha de tres hermanos por reclamar un terreno de Louisiana que correspondía a su abuelo. Con sus películas se ha esforzado por componer un fresco más amplio y diverso de la población negra en Estados Unidos. Sus credenciales hacen que todos los proyectos que le hayan ofrecido en los últimos tiempos vayan en la misma línea: “Me dan siempre [la historia del] primer negro en algo. El primer bombero negro de Tacoma, Washington. La primera bailarina negra que actuó en Kansas City”, bromea. “Se está volviendo tan específico... No todo los negros pioneros en algo necesitan tener una película”, recalca.
Gloria Calderón Kellett cuenta cómo su origen latinoamericano también dictaminó las propuestas profesionales que recibió tras su primer trabajo de envergadura. Antepuso un sustancioso contrato para trabajar en el show de George López o incorporarse como una más al equipo de guionistas de Cómo conocí a vuestra madre. Lo cierto es que para ella, no había duda sobre el paso correcto: “Me acababa de casar y tenía historias divertidas sobre lo de haber cumplido los treinta, y tuve la corazonada de que Cómo conocí... era la decisión correcta”, justifica. “Además”, añade, “si me iba con George Lopez me conocerían para siempre como la guionista latina”.
Con la venia, las series de abogados son también una recurrencia casi forzosa para David E. Kelley, que este año ha vuelto a triunfar alejándose de los bufetes y adentrándose en los rincones más urbanos de los suburbios, con Big Little Lies. “La gente quiere que hagas lo que ya has hecho, cuando por instinto los guionistas quieren hacer algo que no hayan hecho aún”, explica. Coincide Ryan Murphy al hablar de su experiencia propia: “Siempre se trata de lo que has hecho antes: cuando hizo The People v. OJ Simpson, todo era material de true-crime; luego hice Feud, y ahora me llegan biopics de Hollywood”.
“Nunca me ha sorprendido demasiado la incapacidad de Hollywood para pensar más allá de quién eres o has hecho”, declara David Mandel, en cuyos créditos también figuran Saturday Night Live, Seinfeld o El dictador. “De acuerdo, puedes hacer un sketch de cinco minutos, pero ¿cómo diantres puedes escribir una sitcom? Oh, has escrito una sitcom, ¿cómo vas a ser capaz de escribir una película con estructura de tres actos?”, ironiza. “Les gusta etiquetar a la gente. Lo bueno es que también son unos tacaños, así que cuando quise hacer un drama solo tuve que decirles que me pagaran lo mínimo. ¡Entonces sí creyeron en mí!”.
¿Cómo saber si haces bien o no en aceptar un proyecto?
Del mismo modo que Kelley reconoce que siguen interesándole los abogados (de ahí que asignara esta profesión al personaje de Celeste en su celebrada miniserie), a las cadenas les interesa hacer pervivir éxitos probados. En ocasiones, los resultados no son los esperados.
Scott Silveri lo sabe bien, puesto que él fue co-creador de Joey, el spin-off de Friends que todos sus implicados intentan olvidar. “A veces las cosas que más miedo te dan son las que debes hacer, pero otras son las que no debes hacer bajo ningún concepto, y es difícil saberlo en el momento en que eliges”, reflexiona. “Nos lanzamos a hacerla con la mente abierta y lo intentamos por todos los medios. Y lo más gracioso del caso es que el gran problema de Joey era que tenía que tener éxito. Teníamos a un montón de gente talentosa, muchos de ellos acabaron en 30 Rock... Básicamente si me restas a mí de Joey, tendrías 30 Rock”, ríe.
Keny Barris comenta, al respecto del spin-off de Black-ish, College-ish, que su intención era remedar el esquema y espíritu de una de las series más exitosa de principios de los noventa, Un mundo diferente. “Esa serie hizo que quisiera estudiar en la universidad”, explica. “La idea de recuperar esa noción era importante para mí”, dice sobre el proyecto aún en desarrollo.
Delegar, la clave del éxito
Tan importante como saber decir que no (o que sí) es saber delegar. Buena parte de los presentes en la conversación cuentan en cartera no con uno, sino con varios proyectos. Su nombre se disemina en los créditos de dos, tres y hasta cuatro producciones en una misma temporada, como es el caso de Judd Appatow o Ryan Murphy. Su nombre se convierte en un canon, en un rasgo de estilo. Ahora bien, ¿cuánta responsabilidad sobre el trabajo de campo son capaces de asumir?
“Cuando recibes por fin un sí, sigues la corriente del sí, porque estás acostumbrado a pasar años y años escuchando que no”, ilustra Murphy. “Si tienes tanta suerte como para tener algo que funcione, es un sueño hecho realidad; pero si puedes alcanzar otro sueño adicional, vas a querer ir a por él”. En su caso, la experiencia le ha hecho comprender la necesidad de contar con un grupo de colaboradores de confianza, “que tengan el mismo sueño que yo”.
Pero eso, por otro lado, implica luchar contra la sensación de “ser un fraude”, como expone Barris. “Quise ser el Judd Appatow negro”, bromea en alusión a la ubicuidad de su colega de profesión, “pero este año he descubierto lo sumamente difícil de dividirme de esa manera”. “Como guionista, te vuelves apasionado y sabes que cuanto más enfocado en algo, mejor escribirás. Y te guste o no, cuando empiezas a abarcar más cosas, empiezas a filtrar”. Appatow, más pragmático, le interrumpe: “Eso solo ocurre si eres mejor que tus guionistas. Todo aquel con el que trabajo es mejor que yo. Cuando no estoy presente, todo mejora”.
“Hay una presión por ser no solamente prolífico, sino también por no cagarla”, añade Lisa Joy, actualmente a los mandos de Westworld. “Y más aún cuando añades a eso la carga añadida de ser una mujer la que está haciendo esto. Intento representar las oportunidades para otras mujeres y para otras personas de color, y quiero tratar de empezar con mi propio movimiento”.
“¡Ey, yo también puedo escribir hombres y acción!”
La guionista introduce un tema clave en la conversación: la de la presencia aún reducida e insuficiente de la mujer en las salas de guion. La propia Joy, que había formado parte del staff de Último aviso (Burn Notice), tiene experiencia bregando con los estereotipos femeninos a ambos lados de la cámara.
“Nadie tiene problema si un hombre escribe un personaje femenino, y yo me esforcé por demostrar que, ey, ¡yo también puedo escribir personajes masculinos y acción!”, se reafirma. “No tienes por qué dejarme a mí las escenas románticas, que por cierto no creo que sean mi fuerte. Para mí, se trataba de demostrar que podía tocar tantos palos como fuera posible, demostrar que no se quedan fuera de mi ámbito o del ámbito de personas como yo”.
Phoebe Waller-Bridge (Fleabag) hizo alusión en el pasado al hecho de que, si escribes historias sobre mujeres, te conviertes en un modelo a seguir y en un icono, por lo que aumenta el miedo a “cagarla” tratando de “politizar” tu discurso. “Muchas de las conversaciones sobre Fleabag tenían que ver con el prisma feminista, que es una parte clave de la serie, pero también se tratan otros temas por los que luché muy duro, y muchas veces simplemente intento joder un poco el género. Me di cuenta de que enseguida me cambiaron de categoría: ya no era una guionista, era una guionista feminista”, explica.
“Lo soy, por supuesto”, continúa, “pero me he dado cuenta de que cuando las guionistas escriben historias honestas sobre las mujeres y sus experiencias, de repente todo es ”Oh, es un show feminista“.
Pero luchar contra esas presunciones no es el único combate con el que una mujer ha de enfrentarse en la sala de escritura. Calderon Kellett cuenta una de las anécdotas “más locas” que vivió en una de estas reuniones: “Escuché a alguien decir que cuando me iba a sacar leche para mi bebé, en realidad aprovechaba para tomarme un descanso de 30 minutos. Así que pensé: ”De acuerdo, lo haré aquí“, y eso hice. Todos los días, mientras iba proponiendo chistes”.
“¿Cambió en algo la forma de presentar los chistes?”, ironiza Appatow. “Creo que venían más de mis tetas que de otro sitio”, bromea.
“¡Una ley contra el binge-watching!”
¡Una ley contra el binge-watching!“Con el asentamiento definitivo de las nuevas plataformas, también cambian no solo las formas de trabajar, sino las manera de consumir televisión. Los creadores de contenido también se ven afectados por estas nuevas tendencias. Kelley, que esta temporada pasada estrenó Goliath en Amazon, se decanta por el modelo de programación tradicional. ”Cuando veían la serie entera en un fin de semana, pensaba... “¡Tiene que haber una ley contra eso!”. El mejor feedback que solía tener procedía de la gente que discutía en su salón sobre qué estaba bien o mal en la serie, según lo que un personaje hubiera dicho o cómo se resolviera el caso. Eso era enriquecedor“, recuerda.
Kenji Kohan, a los mandos de Orange is the New Black para Netflix, reconoce los puntos negativos del conocido como binge-watching (maratón de visionado), evidente en el impacto más efímero que puede tener un producto. “Una vez lo lanzas, acabó y tras un tiempo desaparece por una temporada. Acabas hibernando y en un momento dado vuelve a chisporrotear”. Sin embargo, también observa fortalezas en esta forma de consumir: “Cuando la gente ve las series de esa forma, se sumergen en los personajes y en la historia. Acaba convirtiéndose en algo mucho más real”.
De forma análoga (en muchos casos complementaria al visionado maratoniano), el formato antológico ha tomado impulso renovado en los últimos años, especialmente tras los diversos esfuerzos de Ryan Murphy. “No hay otro formato mejor”, asegura. “Cuando haces algo de 22 episodios, te requiere tanto físicamente y es tan duro, que los actores acaban cayendo enfermos... Si haces solo ocho capítulos, todo resulta más pulido y eres capaz de funcionar mejor como ser humano y en tu familia”.
“Me cancelaron dos series tras la primera temporada, nunca he hecho segunda temporada de nada”, explica Noah Hawley, otro showrunner que ha explorado la antología con Fargo, pero que ahora se enfrenta a la idea de continuidad con la igualmente celebrada Legion. “Es la primera vez que tengo que continuar una historia”, dice, algo que le supone un desafío.
¿Influye la política? “Yo voté a Clinton, pero mi serie no”
“Es una auténtica American Horror Story ha desplegado en el país. Las series, inevitablemente, se impregnan del clima. Que lo hagan en mayor o menor medida dependerá de sus convicciones y del margen de maniobra que permitan sus historias o que restrinjan sus cadenas.
En el caso de Queen Sugar de DuVernay, “no puedes separarla del estado actual de las cosas y de lo que vemos cuando enciendes la televisión, de las imágenes que te asaltan cada día”. Calderon Kellett añade su experiencia como la única showrunner latina en la actual temporada televisiva en Estados Unidos. “No quiero ser el único show latino en la televisión, quiero que simplemente conozcan mi serie como una buena comedia familiar. Pero no puedo conseguirlo por lo mucho que pesan las malas interpretaciones sobre los latinos en América, así que sí que siento una gran responsabilidad”.
Mandel, por su parte, ha tratado de separar su postura a nivel personal de la sátira que plantea en Veep. “Yo, David Mandel, voté a Hillary Clinton, doné dinero a su campaña”, reconoce, “pero mi serie no”. Destaca de su comedia que “se enorgullece de mantenerse equidistante, atacando a ambos lados y mostrando la hipocresia del poder, que ahora puede llegar a ser aún más hipócrita que de costumbre”.