Jim Henson ha pasado a la historia como un creador singular que fue capaz de convertir a las marionetas en una pieza clave del entretenimiento audiovisual familiar del siglo pasado. Los teleñecos, que nacieron de su mano, fueron la joya de la corona de una industria que generó múltiples imaginarios y no pocas obras de culto.
Sin embargo, si pensamos en él o en sus creaciones, solemos asociarle a productos infantiles y derivados. Un lugar común del que que cuesta desasirse, pero que nunca terminó de cuajar con el concepto de su creador. No solo porque las marionetas y los títeres han sido siempre elementos clave para la comprensión y difusión de la sátira política, sino también porque ni tan siquiera el propio Jim Henson, figura amable y familiar, quiso proyectar esta imagen de sus creaciones.
No todo el mundo sabe que para su emisión en la ABC, Henson había producido dos pilotos distintos de Los teleñecos. Uno se llamaba The Muppets Valentine Show, y el otro -bastante más macarra- se titulaba The Muppet Show: Sex and Violence y satirizaba sobre la proliferación de la violencia y el sexo en la televisión norteamericana.
La anécdota nos da la medida de lo convencido que Henson estaba de las capacidades del lenguaje con el que quería narrar sus historias. Y Los teleñecos no fue, ni mucho menos, la creación con la que más lejos llevaría su certeza: este honor recaería sobre las películas Dentro del laberinto y Cristal Oscuro. Ahora Netflix resucita esta última con una serie de diez episodios realizada mediante técnicas tradicionales y animación digital. El resultado es una aventura fantástica que no solo cautiva por su particular acabado visual, también por su audaz ampliación del universo de la película de culto.
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Thra y el mundo en peligro de Cristal Oscuro
Cristal OscuroLa película original estrenada en 1982 narraba la epopeya de Jen, el último de los gelflings, raza nativa del mundo de Thra. En este planeta, toda la vida estaba conectada al cristal del título, una piedra con poderes mágicos controlada por los Skeksis. Estas criaturas habían manipulado su fuente de poder y vida, así como diezmado por completo la raza del protagonista. Pero Jen tenía la clave para cambiarlo todo.
Sin embargo, La era de la resistencia nos sitúa mucho antes de los acontecimientos que conocemos. Los gelflings son ahora la raza más próspera del planeta. Creen y confían en los Skeksis, a los que consideran guardianes del cristal y por tanto prácticamente deidades a las que obedecen con fe ciega.
En este escenario, tres gelflings de clanes distintos -Rian, Deet y Brea- descubrirán que algo en el férreo sistema en el que viven no termina de encajar. El planeta está sufriendo lo que se conoce como 'el oscurecimiento'. La plantas mueren, las cosechas no dan para comer y los animales parecen estar volviéndose agresivos y desequilibrados. Pero estos tres gelflings pueden luchar contra el destino de Thra.
En la espinosa tarea de resucitar el imaginario de Cristal Oscuro, la nueva serie fantástica de Netflix tenía más de un frente abierto. Conquistar al público, sorprenderle entendiendo que el paso del tiempo conlleva también cambios en la forma de entender el audiovisual según se acercan a él distintas generaciones, es algo con lo que muchos productos derivados de la nostalgia ochentera no han sabido lidiar.
La era de la resistencia, sin embargo, se acerca al material original desde el respeto y una sincera admiración, reconocida por el director de los diez episodios de la primera temporada Louis Leterrier. Pero el ejercicio de acercamiento a este material no se conforma con ser complaciente ni con aludir al guiño y ser un emotivo homenaje -que lo es-.
En La era de la resistencia, uno puede reconocer la imaginería de El señor de los anillos de Peter Jackson - con ecos de la caverna de Ella-Laraña incluídos-, o de su comprensión de la épica en diferido -magistrales montajes en paralelo de tres o más escenas climáticas-, así como se puede leer en ella el discurso ecologista de Avatar -la relación de los gelflings con Thra se vehícula de la misma forma que la de los Na'vi-. Pero sus nuevas y reconocibles formas de narrar no lastran su potencial creativo.
Leterrier y su equipo de titiriteros han sabido comprender que la nostalgia es muy poderosa pero no suficiente. Han sabido afrontar la cosmogonía de Henson aportando a ella nuevas capas de lectura, nuevas formas de comprender el universo de Thra y nuevos retos narrativos. Y han sabido, por encima de todo ello, combinar de forma magistral sensibilidades narrativas contemporáneas con estéticas que no lo son, creando un producto muy singular.
Marionetas que plantan cara a la animación hiperrealista
“Una de mis primeras influencias como cineasta fue la obra de Jim Henson”, decía Louis Leterrier en la pasada Comic-Con de San Diego. “La creatividad en aquella película fue ilimitada e innovadora, restringida solo por las herramientas de efectos especiales de su época”, sin embargo, afirmaba que con La era de la resistencia podrían “unir las técnicas cinematográficas de hoy con los efectos visuales prácticos que son una parte tan integral de Cristal Oscuro: la artesanía, las actuaciones y, por supuesto, los títeres”.
Si resucitar la fascinación que provocaba el imaginario de la película de los ochenta no era tarea fácil, mucho menos lo era hacerlo creíble en plena era de la animación digital hiperrealista. Sin embargo, La era de la resistencia aúna de forma muy inteligente efectos especiales digitales con las más tradicionales técnicas de animación de marionetas. Es, a la vez, consciente de las limitaciones del formato a ojos del espectador actual, pero también de que el mundo de Thra no puede existir sin la particular plasticidad de las figuras creadas por Jim Henson.
En términos de lenguaje, Cristal Oscuro fue un antes y un después en el medio: sus innovaciones técnicas en el campo de la animatrónica, así como en el diseño y concepción de las marionetas es comparable a lo que significaron las manos de Ray Harryhausen en los efectos especiales clásicos.
Curiosamente, Louis Leterrier fue el responsable de actualizar la mitología de Harryhausen en un malogrado remake de Furia de Titanes. Pero si bien en aquel largometraje se dejó llevar por una completa digitalización que restaba impacto al conjunto, aquí se rinde a la efectividad de unas figuras de lo más humanas.
El resultado, sumado a las voces de actores y actrices como Helena Bonham Carter, Alicia Vikander, Mark Strong, Toby Jones o Mark Hamill, es a todas luces sorprendente por su eficacia y su buen hacer. La era de la resistencia es un magnífico ejemplo de que ningún lenguaje -en este caso audiovisual- caduca mientras existan hablantes dispuestos a ejercitarlo.