“Hace tiempo que renuncié a tener una vida normal,
porque tú y yo no somos normales
y yo no me arrepiento de eso ni un segundo, Pablo“
Es una de las tantas frases que se te quedan en la mente dando vueltas después de ver (no me atrevo a usar “disfrutar”) En el corredor de la muerte. La nueva serie de Movistar+ que llega con el sello -de garantía- de Bambú y la mejor actuación de la carrera de Miguel Ángel Silvestre. Y ella tampoco es una serie “normal”.
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Es de esas (pocas) que te transforman por dentro cuando la terminas. Que te deja pensando en ella durante días. Y aún más en él. En Pablo Ibar, el español que ha pasado la mitad de su vida condenado a muerte por un crimen que no cometió. Que aún sigue entre rejas mientras estás visionando los capítulos, y seguirá después de ellos. Una historia a la que no habías prestado mayor atención y que después de estos 200 minutos que condensan sus 25 años en prisión te empieza a doler. Por eso, es de esas series que no te dejan indiferente. De esas que faltaban en Movistar+.
Sin duda, es su apuesta más comprometida y la denuncia que necesitaba para llamar la atención más allá de nuestras fronteras.
Una denuncia social convertida en una potente ficción
En el corredor de la muerte, como decía, no es una serie “normal”. Va más allá del drama que cuenta, de la historia de amor que nos muestra, de los tintes de thriller que contiene... trasciende a todos esos géneros de ficción para convertirse en una denuncia social. De las que más fuerzan tienen en la actualidad. Como lo es Making a murderer.
En esta ocasión la “denuncia” se escribe con actores (muy bien seleccionados), con escenarios recreados en Panamá para acercarnos al Miami de los 90 y un corredor de la muerte reproducido al milímetro en Madrid para rodar las asfixiantes escenas de alguien al que han robado su libertad.
La “denuncia”, que está basada en la novela homónima de Nacho Carretero, la firman todos los afectados: Ibar, el primero; pero también unos padres que entregan literalmente su vida por defender la inocencia de su hijo, su chica, sus abogados, los detectives... como en una especie de The Affair, cada uno de ellos muestra cómo les afecta el caso.
Una “denuncia” que va directa al sueño americano que muchos - entre otros los padres de Ibar- fueron a cumplir sin saber que sin dinero aquello se convertía en pesadilla. No en vano cada capítulo arranca con los buenos propósitos de los distintos presidentes de Estados Unidos que han ido desfilando mientras el protagonista sigue encarcelado porque “al Estado no le interesa que nadie salga del corredor. Es mala publicidad”.
La mejor actuación de Miguel Ángel Silvestre
Pero si algo hay que agradecer al sistema estadounidense es que nos ha devuelto a un Miguel Ángel Silvestre convertido en uno de los mejores actores de su generación.
Su paso por Sense 8 y Narcos le ha dotado de una capacidad camaleónica que nunca antes le habíamos detectado. El arduo trabajo para lograr un acento como el de Pablo Ibar -ese tan complicado que solo crecer con el spanglish te da- y no estar condicionado por él sino que lo asimila y hasta juega, es de lo más disfrutable de la serie.
Cuando veíamos al Duque seguíamos viendo al actor. Cuando veíamos a Alberto recorrer las galerías Velvet seguíamos intuyendo al actor. Pero ahora, al ver En el corredor de la muerte te olvidas casi por completo de quién hay detrás del prisionero hispano. Ahora Miguel Ángel Silvestre puede ser quien quiera ser.
Un logro que demuestra con creces en esta producción que - no tengo dudas- le dará más de un reconocimiento. Agridulce, eso sí, porque como él mismo dijo con ojos vidriosos al acabar el rodaje: “Mientras nosotros estamos aquí celebrando, Pablo sigue entre rejas”.