'Dark' se despide caótica pero arrojando luz en las tinieblas del destino que nadie debería conocer
“La oscuridad nos atrae como la luz a las polillas”. Con frases lapidarias como esta, Dark sigue buscando la provocación también en su tercera temporada. La última tanda de capítulos llega este viernes 27 de junio a Netflix dispuesta a seguir removiendo los cimientos de la realidad, algo que hará en una fecha que, desde luego, no parece casual, pues el 27 de junio está marcado en el calendario de Dark como el apocalipsis en torno al que ha girado toda la trama de la serie.
El factor sorpresa parecía haberse diluido al cierre de la primera temporada: ¿Qué más giros podía haber? Muy pronto quedó claro que hacerse esta pregunta era subestimar la imaginación de Baran bo Odar y Jantje Friese, creadores de la que se convirtió en la primera serie alemana de Netflix cuando se estrenó en diciembre de 2017. La segunda parte se volvió excesivamente retorcida y difícil de digerir en algunos momentos, pero conservó ese magnetismo que te deja pegado a la pantalla y te impide cerrar los ojos. Cuando todo parecía cuadrar en el esquema mental del espectador, la historia daba un nuevo sobresalto y toda suposición se convertía en papel mojado.
Pero aunque claustrofóbica y con signos de agotamiento, la trama se vuelve adictiva porque está suficientemente hilada como para que la audiencia empiece a tejer sus propias conclusiones. Esa intriga por saber si al dejar volar la imaginación se acierta en el pronóstico, es la que retiene al espectador.
Tras el impactante final de la segunda temporada, la misión de Jonas (Louis Hofmann) encaja en un puzzle que sobrepasa a todos los personajes. Martha (Lisa Vicari) adquiere un inesperado protagonismo y el tiempo y el espacio se retuercen hasta lo ¿imposible? Es así como se presenta el desenlace que ahora se estrena, con un marco que amplía sus laterales para acoger una obra que se expande hasta el infinito. “¿De qué época vienes?”, pregunta Jonas. “No se trata de la época, sino de qué mundo”, le responden.
En los nuevos capítulos se mantiene el suspense, aumenta el drama, y los momentos perturbadores adquieren un barniz que hasta resulta terrorífico. Y es que, si bien la ciencia ficción gana terreno a medida que se va desenredando la madeja, el misticismo y la filosofía no pierden importancia en la explicación de los acontecimientos. Los símbolos empiezan a tener significado, y las frases que tantas veces se han repetido desde la primera temporada cobran sentido.
El bien y el mal siguen siendo el eje sobre el que pivota toda la trama, en la que se empiezan a vislumbrar ciertos paralelismos con la realidad, posiblemente para sentar las bases de un desenlace que pretende remover las entrañas y la conciencia de todos. Los pecados que esconden sus personajes no son peores que los del espectador, y las consecuencias de todo mal acto se vuelven inevitables. Los personajes se empeñan en cambiar el pasado para mejorar su futuro, pero persisten en este propósito porque aún no alcanzan a entender qué ocurre cuando se corrigen los tiempos ya pasados.
Dark conserva su belleza original. La música del compositor Ben Frost se ajusta meticulosamente a cada escena sin desentonar; y la fotografía que firma Nikolaus Summerer está cargada de simbolismo, de simetrías que ya desde un primer momento anticipaban el origen, que a su vez es el final. No son pocos los que han comparado a la producción alemana con la estadounidense Stranger Things, pero la respuesta que se les da es siempre la misma: Dark tiene un fondo complicado y mucha materia sobre la que reflexionar. Es una serie que conviene 'rebobinar' en determinados momentos.
Este 27 de junio Netflix dice adiós a uno de sus títulos más destacados. Contundente en cada escena, Dark se ha mantenido fiel a su esencia pese a las dificultades para retener al público ante una historia compleja. Pero esta serie es un viaje en el tiempo y en el espacio recorriendo las virtudes y las miserias del ser humano. Y esa oscuridad nos atrae como la luz a las polillas.