Madrid, años 60. Un joven músico se sube al escenario de un concierto matinal en el Circo Price para tocar una canción de rock en inglés. El público, animado por la actuación anterior, se suma a la euforia desatada por esta promesa musical, antes de que llegue la policía y le saque a la calle a la fuerza. El protagonista del altercado es Robert (Carlos Cuevas) y el suceso el inicio de la puesta de largo de 45 revoluciones, la primera ficción de Antena 3 con capítulos de 50 minutos de duración estrenada este lunes.
Música, ritmo y una historia de personajes es lo que los responsables de la serie se habían cansado de repetir que tendría la serie en su rueda de presentación. Y no mintieron. El metraje del capítulo va “revolucionado”, haciendo honor a su título, y las conversaciones, discusiones, encuentros, desencuentros y actuaciones se suceden sin dejar apenas respiro, generando altas dosis de atención e interés por saber qué será del trío protagonista que está decidido a cambiar las cosas.
Tres personajes que conforman una historia a la altura
Guillermo Rojas (Iván Marcos) es el primero de ellos. Un productor musical en horas bajas que se presenta en el despacho de Golden, la discográfica más importante del país para convencer a su dueño de que abran un subsello llamado Futura Records que les permita acercarse a la música más moderna, y no reducir su mercado a artistas como Marisol. Para ello decide contar con la ayuda de Maribel (Guiomar Puerta), a la que contrata como ayudante -que no secretaria-.
Con 21 años y educada en una familia que presume de que sea “guapa y educada” se rebela contra la obligación social impuesta de tener que casarse y alegrarse de que su marido tenga un puesto y sueldo que le permita “no tener que trabajar”. Conoce la música a la que Rojas busca dar salida, y por ello en seguida la convierte en su mano derecha. Algo insólito siendo mujer en la época franquista.
Por último, Robert es el primer artista al que deciden fichar para demostrar en la discográfica que no están equivocados. El músico llega a Madrid con un sueño por cumplir pero, se intuye, muchos batacazos bajo el brazo (y puede que alguna enfermedad). Defiende el rock, canta en inglés y está decidido a darlo todo para conseguir el éxito. Hasta aquí todo resulta muy inspirador y atractivo. Pero claro, el camino que habrán de recorrer no será fácil. De momento, su principal antagonista, además de los “grises”, es Juan Zabala, que también trabaja dentro de la discográfica, y al que interpreta un Israel Elejalde que se mimetiza con su papel de villano.
Y es que el elenco, con caras no muy conocidas, es uno de los puntos fuertes de esta serie en la que todo ocurre a gran velocidad, y que suplen con solvencia y credibilidad. Guion y dirección se encargan de generar que el público en seguida empatice con ellos. En definitiva, su deseo de apostar por lo que creen es algo que todos hemos sentido alguna vez, y que en los tiempos que corren en los que parece que muchos optan por el retroceso, está bien ver en pantalla para contagiarse de su entusiasmo, ilusión y tesón.
Serie de época actual, al ritmo de 'The Killers'
45 revoluciones tiene lugar en la España de los 60, pero resulta muy actual. El propósito de abrazar el presente se refleja en el uso de las canciones que formarán parte del repertorio de Robert. No en vano, en su primera actuación en el bar donde se reúnen, interpretará Human
También remite al día a día de 2019 en la manera que atañe al feminismo, desde el punto de vista Maribel. Una joven a la que su novio “perfecto” para lo que una madre en aquella época desearía para su hija, le pide matrimonio en el primer episodio. La propuesta cae prácticamente como una condena. Le llega a la vez que consigue la oportunidad en su trabajo de, por fin, poder dejar de limitarse a su puesto como secretaria para por fin ser tenida en cuenta como ansía y merece.
Guillermo Rojas permite que esté en las reuniones, escucha su opinión respecto a cada una de las decisiones que tienen que tomar, ya sea en el casting de compositores o las canciones del repertorio a elegir, algo que rompe con el molde establecido. Sin embargo, lo que para su pareja podría ser una buena noticia, se convierte en una amenaza y no soporta que de repente él no sea el epicentro de su vida y que no quiera conformarse con sus labores como esposa de ocuparse de la casa y criar a los niños.
Otro de los puntos fuertes del personaje de Maribel es que no piensa en singular en lo que se refiere a avances para la mujer. De hecho, no duda en pedir la ayuda de sus compañeras secretarias en la discográfica para que su cambio se convierta en el de todas. Con el objetivo de lograr que las primeras actuaciones en directo de Robert tengan público, convence a las demás para que le ayuden a repartir carteles y que se atrevan a pedir dos horas libres excusándose en que necesitan ir al médico, y conseguir así llegar a tiempo a la salida de los institutos.
“¿Y qué nos vamos a llevar nosotras con esto?”, pregunta una de ellas escéptica. “Para demostrar que podemos hacer algo más que transcribir cartas a 150 pulsaciones por minuto”, contesta firme Maribel. Continúa argumentando si no les gustaría que les pidieran “opinión sobre las canciones, sobre los artistas nuevos o que nos dejaran estar en las audiciones para algo más que llevar el café.” Responden con sus acciones, y deciden apoyarla. Por supuesto, Zabala se escandalizará cuando compruebe que todas las mujeres se han ausentado a la vez en un momento determinado.
Factura cuidada, expectativa cumplida y por mantener
La factura técnica de 45 Revoluciones acompaña la historia con una estética cuidada en la que el ritmo se imprime en cada fotograma y movimiento de cámara. Su velocidad persigue e imita la prisa y energía que desborda a los protagonistas. Los conciertos son quizás los momentos del metraje en los que culmina su gusto para imprimir estilo, color, garra y luz. Combinando planos, sobreponiendo unos sobre otros para reflejar los puntos de vista de quien celebra, canta y asiste a los mismos, e incluso hay ocasiones en los que la imagen se divide para mostrar a varios personajes a la vez en distintas acciones.
La intriga queda sembrada en la primera entrega, con dosis del pasado que atormenta a cada integrante del trío protagonista en su vida paralela a la música que les une, y pinceladas de un futuro idilio amoroso entre Robert y Maribel. Por el momento, el ritmo está servido, las dificultades que van a interponerse a los tres héroes protagonistas, en parte también. Queda continuar de su mano la lucha por su ansiado sueño, que va más allá de la instauración de un nuevo género musical en nuestro país. Lo que más importa no es tanto cómo suenen sus acordes y notas, sino los cambios sociales y personales que lo acompañen.