Crítica

'Valeria': cuando solamente inspirarse en una novela redonda no es la mejor opción

Adaptar a la pequeña o gran pantalla un fenómeno literario es siempre un acto de valentía. Si la mirada del público suele llevar incorporada una lupa, la de los ya fans de una historia y sus personajes, aumenta inmediatamente sus dioptrías. Pero esto es algo que ya sabían Netflix y Elísabet Benavent, autora de las novelas de Valeria, cuando se lanzaron a convertir sus libros en la serie que estrena este viernes 8 de mayo la plataforma. Precisamente por ello, han insistido en aclarar que la ficción está únicamente 'inspirada' en las páginas de la escritora. Y, efectivamente, así es.

Una de las prácticas favoritas de los lectores cuando lo contado en papel es trasladado a imágenes es recoger en una -endemoniada- lista todas las licencias que se han 'permitido' los guionistas en el camino. Como si esa identificación nos reconciliara con aquello de lo que nos enamoramos al sumergirnos en el universo propuesto en sus páginas. Pues bien, con Valeria van a tener entretenimiento para rato. Teniendo en cuenta que la primera entrega se publicó en 2013, tiene sentido que se hayan actualizado cuestiones como que las amigas se hayan rendido al WhatsApp y sus audios; y que Madrid, sus calles, terrazas y asfixiante calor en verano haya tomado la delantera como bella protagonista. Lástima que no todas las variaciones hayan sido igual de acertadas.

Aquellos que no supieran nada de la saga de Valeria y quieran lanzarse al visionado de la serie sin todos estos condicionantes se preguntarán que qué más les da lo que había en los libros. Su virginidad les permitirá enfrentarse con otra mirada a su 'primera vez' con el magnetismo que este grupo de chicas. Este sí que se mantiene como esencia. La de unas treintañeras sumidas en mares de dudas, satisfechas e insatisfechas a nivel sexual, decepcionadas por llegar a los 30 sin ver sus vidas solucionadas y con problemas para independizarse si quieren vivir solas. “El mundo está hecho para las parejas”, reconoce Carmen en su batalla por conquistar un apartamento asequible y mínimamente decente. ¿Os suena?

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Paula Malia es quien la encarna, a la que le acompañan Diana Gómez como Valeria, Silma López como Lola y Teresa Riott como Nerea. Y sí, como era de esperar, ninguna es como os las habíais imaginado, porque es imposible. Si hay algo que despierta la lectura es nuestra imaginación, y poder de sugestión. Cuando todo aquello con lo que hemos fantaseado se transfiere a unos ojos, unas voces y unas formas de vestir es normal que de primeras, genere rechazo. Más allá de esta obviedad, como consejo, abrid vuestras mentes y corazones para dar la oportunidad a estas cuatro mujeres de volver a conquistaros. La apuesta por un casting menos conocido -y que cumple- ayuda. Cambiar la orientación sexual de una de ellas -por mucho que sea cierto que amplíe las realidades representadas en la ficción-, no tanto.

El complicado viaje de la empatía de la primera persona

Las protagonistas comentaron con Vertele que esperaban que la serie fuese “un plus” a lo contado en los libros, aunque también podría entenderse al revés, porque la forma en la que las novelas amplían los conflictos y mundos interiores de los personajes, ayuda a entender el por qué de sus decisiones. Y aquí llegamos a uno de los problemas de la ficción, al en ocasiones no profundizar y pasar demasiado rápido a la acción. Caso que se evidencia con Valeria. Una mujer que quiere ser escritora, sabe que es buena, pero está atascada con su primera -que no segunda- novela.

Su marido, Adrián, con el que lleva casada seis años, apenas le habla y está enfrascado en sus proyectos fotográficos que le obligan a pasar las jornadas fuera de casa y llegar extasiado. De hecho, en las novelas se cuenta que se tienen prohibido como pareja hablar del trabajo. Claro que sobre el papel, Valeria es quien nos cuenta la historia y es más fácil empatizar con ella, pero es precisamente por todo lo que comparte, la intimidad con la que consigue comulgar con el lector, la que lleva a entender -incluso querer- que de un paso adelante y mire por ella misma. En la ficción, sin embargo, sus motivaciones se quedan descafeinadas, y sin nada de azúcar.

Más encaja sumergir a Nerea en una asociación feminista, con la que, de paso, aprovechar para hablar sobre el tema y poner sobre la mesa cuestiones que quizás ahora sean más habituales en una conversación, en la que no necesariamente tiene que haber solo mujeres. Para bien y para mal, en todo debate puede ocurrir que haya posturas contrarias hasta el extremo, paralelas, perpendiculares y entrelazadas.

La riqueza de las discusiones reside precisamente en este aspecto, en opinar al tiempo que nos cuestionamos, y cuestionar al tiempo que opinamos. ¿Tiene sentido que el grupo de amigas discuta una tarde en una terraza sobre el mee too? Sí. ¿Introducir a una cabeza parlante -hombre- que venga a defender que cada año se ponen muchas denuncias falsas? No tanto. Y no porque no haya una ingente cantidad de gente que todavía se agarre a esta declaración -no importe que las falsas supongan el 0.01%-, si no porque chirría y parece limitarse a invitar al oportunismo a la reunión.

“Tías de verdad como nosotras, nada de '50 sombras'”

Me vais a permitir que vuelva a remitir a la novela para hablar del otro gran personaje de Valeria: el sexo. Mientras en las páginas la sexualidad, el morbo y la pasión llevan a sudar determinados párrafos, la ficción se ha quedado algo corta al reflejar cómo en los libros a sus protagonistas -y lectores/as- se les “mojan las bragas”. Escenas como Sergio masturbando a Lola en plena Plaza de Oriente o un sueño erótico de Nerea sí evidencian su relevancia; pero siguen distando de la lujuria esperada tras haber emanado deseo pasando páginas.

En lo que respecta a lo verbal, la convivencia con la sexualidad de cada uno sí responde a las expectativas. Las conversaciones de las amigas sobre sus propias experiencias, que compartan las veces que han fingido orgasmos con sus líos o parejas, entre otros tantos ejemplos están ahí, y nutren, de nuevo, de verdad las secuencias. Valeria trata de reflejar esto en el que será su debut literario y ella misma dice que quiere hablar de “tías de verdad como nosotras, nada de 50 sombras de Grey”, haciendo referencia a la saga erótica de E. L. James, de cuya adaptación sí que mejor no nos vamos a pronunciar.

A favor, eso sí, de retratar la posición que adopta el hombre y su consiguiente imposición social y política de que siempre tienen que tener ganas de mantener relaciones sexuales. Estar a punto, tener una erección y 'cumplir' . Incluso que no ha de darle valor al acto en sí más allá de lo puramente físico, como si la parte sentimental estuviera relegada sin excepción a las mujeres, que al mismo tiempo han de ocupar el rol de sumisión, servicio y ninguna queja. Aplauso por la naturalidad del reflejo de esta parte de la ecuación sexual.

Quizás sea en lo redonda que es la saga literaria donde Netflix ha encontrado su mayor enemigo. El ritmo trepidante de las novelas, en las que no se entiende de capítulos porque hay que invertir mucha fuerza de voluntad para resistirse a embaucarse en el siguiente; no se corresponde con el poso que dejan los episodios de la serie. Aun así, cabría esperar que contará con la renovación, sabiendo que hay otros tres libros por delante que adaptar. De materializarse la oportunidad, podrían encauzarse los mayúsculos matices con los que devolver el universo de Valeria a la circunferencia cuasi perfecta que diseñó Benavent.