'Amores que duelen' estrenó la pasada semana su cuarta temporada en Telecinco. El formato de docu-ficción que conduce Roberto Arce relata experiencias reales sufridas por víctimas de la violencia machista.
Se trata de una adaptación del espacio italiano Amore Criminale, que emite la RAI desde 2007, y que cuenta con la colaboración activa del Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad, que ha ejercido de asesor en los delicados temas tratados.
Pero, y sin restar importancia a la labor del espacio que pretende ayudar a que las mujeres detecten el comportamiento de un maltratador y vean que hay vida más allá del infierno que sufren, la premisa de 'Amores que duelen' hace aguas en algo tan importante como el título.
Para el estreno de su cuarta temporada, el programa contó con el testimonio de Inés y una de sus hijas.
La madre relató situaciones tan escalofriantes como cuando el marido la despertó a mitad de noche, la metió en la bañera y la intentó ahogar. Cuando ella fue a buscar el coche al parking y él apareció para darle una paliza mientras le gritaba: “Hoy te voy a matar”.
La hija recordaba momentos en los que encontró a su madre tendida en el suelo pensando que estaba muerta. Y ninguna podía reprimir las lágrimas al reflexionar sobre que “el señor que ha querido matar a tu madre puede aparecer en cualquier momento”.
Todo este infierno- y es solo uno de los ocho nuevos casos que mostrará el espacio- es impensable que queramos definirlo como “amor”. Que cualquier espectador pueda simplificarlo definiéndolo como “doloroso”. Y aún menos, calificarlo de un “amor que duele”.
El amor, entendido según la definición de la RAE, es un “sentimiento hacia otra persona que nos atrae y que nos completa, alegra y da energía para convivir, comunicarnos y crear”, y en estas relaciones no hay nada de eso.
Tampoco “duele” porque el término se queda corto. Según el citado diccionario, cuando algo duele es porque “molesta y aflige de una parte del cuerpo por causa interior o exterior”. Pero lo provocan estos maltratadores a sus víctimas va más allá: desde las lesiones físicas, hasta un sinfín de secuelas psicológicas (muchas veces incurables) como el estrés crónico, ansiedad, trastorno del sueño, alteraciones digestivas, dolores de cabeza, musculares, hipertensión, baja autoestima... Por no hablar de las consecuencias en los niños.
Cuando los miembros de una pareja acaban convirtiéndose en agresor y víctima nunca deberíamos venderlo como amor romántico, porque justifica las acciones de ellos y las condena a ellas a normalizarlas.
Por ello, un programa que ha ganado el Premio de Periodismo contra la Violencia de Género debería ser consciente de la importancia que tiene un buen “titular” que haga justicia a su contenido y a su sociedad.
Desde Vertele recordamos el teléfono gratuito de consultas y urgencias sobre malos tratos 900100114 y el 016 de atención a víctimas de malos tratos por violencia de género, que además no deja registro en la factura de las llamadas.