Telecinco estrenó este miércoles, 22 de noviembre, la primera entrega de Desnudos por la vida. En ella, el docureality mostró los primeros días de trabajo de los 6 hombres famosos (en la siguiente llegarán las mujeres) que aprenderán a hacer striptease por una buena causa: concienciar a los espectadores sobre la importancia de prevenir los cánceres de próstata y mama.
Así, el tertuliano deportivo Cristóbal Soria, el ganador de Supervivientes Bosco Martínez-Bordiú, los actores Pablo Carbonell y Nicolás Coronado, el medallista olímpico Damián Quintero y el cocinero Ramón Freixa fueron conociéndose poco a poco, a través de clases de distintas disciplinas para acabar ejecutando el espectáculo musical.
Sin embargo, la versión televisiva de Full Monty se quedaba sin la magia de la película por acercarse más a cualquier formato de entretenimiento superficial, en vez de apostar por algo más intimista que fue lo que nos conquistó de la historia original.
Los concursantes reman a favor, se desnudan física y psicológicamente, los profesores ponen lo mejor de cada uno, pero es la encorsetada estructura de los docurealities de Mediaset la que no deja crecer al programa. Temas impactantes tratados con prisa y de forma superficial, totales que no aportan nada, buenas intenciones que no acaban de ser creíbles cuando todo se queda a medias.
Porque cuando vimos Full Monty nos acercamos por el morbo del desnudo y la película acababa conquistando por las impactantes historias que había detrás de esos hombres. Como en los buenos enamoramientos, en los que te acercas por el envase pero te quedas por lo que descubres dentro. Algo que no ocurre en Desnudos por la vid, porque no nos deja profundizar en ninguno de los protagonistas.
A los concursantes los presentan como niños de cinco años haciendo la croqueta en clase, preocupados por no hacer el ridículo y haciendo bromas sobre sus propios físicos. Los profesores pasan y se van sin que les conozcamos, grandes expertos con grandes historias que no llegan a contarnos... Lo de siempre, cuando Full Monty era “lo de nunca”.
Ojalá hubiéramos conocido más de la vida interior de un Carbonell que definió sus dos meses en un hospital como “los mejores de su vida”. Ojalá entender las inseguridades de un Coronado que no se cortó al confesarlas. Ojalá ver un producto arriesgado cuando se tiene todo para lograrlo.
Todo se toca de forma superficial, casi con miedo de llegar a ahondar en algo porque... ¿eso dejaría de ser entretenido? El propio Full Monty demostró lo contrario. Y aunque aún falta por ver cómo evoluciona el programa, todo apunta a que lograrán desnudar por fuera a los participantes, sin que la audiencia pueda enamorarse de ellos por dentro.