Hablemos sobre referentes y hablemos sobre la amistad. A menudo se pone el grito en el cielo para clamar contra los malos ejemplos, la representación de relaciones tóxicas y desiguales, de cómo la pantalla es mejor o peor compañía en el desarrollo de personalidades, y cómo los retratos e historias diversas son clave para ayudarnos a ver desde el sofá que podemos aspirar a más, que merecemos que nuestro entorno lo conforme gente buena, leal y sana. Por ello, aprovechando que como cada 30 de julio se celebra el Día de la Amistad, hemos querido analizar cómo la ficción sí nos ha brindado modelos con los que empatizar, vernos reflejados y entender por qué los amigos son y serán siempre lo mejor que nos pueda pasar. Es curioso que a veces se hace el distintivo entre “amigos” y “amigos de verdad”, como si alguien que no lo fuera “de verdad” mereciera realmente tal calificativo. Así que ya de entrada, dejemos claro que esta es una oda sin apellidos.
Y para ello, empezaremos por un clásico: la pareja formada por Joey y Chandler en Friends. Siendo profundamente diferentes se quieren, escuchan y cuidan incondicionalmente. Y esto se agradece, ya que si algo han demostrado películas y series es que lo de que 'los polos se atraen' no afecta sólo al interés sexual, sino que el que los amigos se complementen es la combinación óptima. Además, ellos arrancan la sitcom siendo compañeros de piso, que añade ese elemento de la convivencia, tan a veces peligrosa, que salvan con las ocurrencias más disparatadas y adoptando patos como mascotas. No importa lo que les preocupe, siempre lo comparten intentando evitar que nadie salga mal parado.
Como espectador está claro que es inevitable rendirse a la ternura que despierta lo que disfrutan sentados en su sofás, subiendo a la vez sus reposa pies, o el hecho de que Chandler no se enfade demasiado cuando roban a Joey dejándolo encerrado en un armario, por citar dos ejemplos de la larga lista de sus escenas imborrables. Es cierto, al aspirante a actor le hubiera venido bien algún que otro consejo sobre alimentación y preocuparse un poco por el trabajo de quien finalmente se casa con el personaje de Mónica. Pero ahí está también la hermosura y autenticidad de esta amistad, en que no está sujeta a examen, no deja espacio al rencor y sí a las meteduras de pata propias de todo ser humano.
Amigas a grito de 'Sobreviviré'
Leticia Dolera nos regaló el año pasado otro canto a la amistad, con las protagonistas de Vida perfecta: María (Dolera), Cristina (Celia Freijeiro) y Esther (Aixa Villagrán). Las dos primeras se desgañitan al ritmo de Sobreviviré de Mónica Naranjo en una fiesta de antiguos alumnos de su colegio, y con la desesperación, ahínco y desfogue, aparte de resumir el tono de la serie; explican cómo se sienten -ellas y una amplia mayoría las mujeres- expresándolo a grito pelado. El trío lo conforman una chica embarazada de un chico con discapacidad que conoció en una fiesta, un prototipo de “madre perfecta” que está harta de tener que serlo y una tercera, artista, que ha alcanzado la treintena sin tener del todo claro qué hacer en la vida porque el sistema no abraza a los indecisos.
Juntas, con una realidad que desborda las escenas, se apoyan y acompañan en cada paso de autodescubrimiento, crisis, cuestionamiento y duda. Además, se deja amplio espacio para abordar el sexo, en pareja y fuera, y con una misma. Retratar la amistad no puede pasar por alto tabúes que no se sabe si se perpetúan más dentro de la pantalla o fuera de ella; y precisamente por ello hay que incluirlos en los guiones. Como apostar por retratar a una embarazada masturbándose y teniendo relaciones sexuales en un coche, barriga mediante.
Otro de los temas que encara es cómo gestionar la frustración derivada del momento en el que uno se da cuenta de que la proyección aprehendida sobre lo que es la familia, la pareja, la felicidad, una vida sexual sana y el éxito; una vez alcanzada, se desmonta o no nos satisface. ¿Existe la posibilidad de alejarse de las ideas preconcebidas? ¿Seríamos así más felices? María, Cristina y Esther consiguen con su amistad ponerle signos de interrogación a este tipo de obstáculos debatiendo las posibles respuestas e incluso la necesidad -obsesión- de encontrarlas.
Similares a ellas -aunque con menos problemas de dinero- son las líderes de Big Little Lies, que anteponen su amistad con el empeño de defenderse y protegerse. Su situación es mucho más extrema porque hay un asesinato de por medio y, sobre todo, un maltratador haciendo la vida imposible a Celeste, el personaje interpretado por Nicole Kidman. Este es precisamente el aspecto a resaltar en la ficción, cómo es el relato en primera persona de la experiencia de una mujer maltratada y cómo es el que escribe su círculo más cercano. En particular, a su amiga Madeline (Reese Witherspoon).
Aparte de condenar la violencia machista, que por desgracia no ha dejado de ser un tema de actualidad y -de momento- inevitablemente cercano, se agradece generar diálogo tanto sobre esta problema enraizado como sobre el papel que cada uno puede y debe desempeñar en su contexto. Entender los mecanismos resultantes de este tipo de violencia nos da herramientas para reconocerlos. Y por añadir una última alza en favor de la ficción de HBO, bienvenido sea no idealizar el matrimonio y la maternidad. Nadie como las amigas para recordarnos que ambos no tienen por qué ser el fin único con el que algún día -si eso- lograremos sentirnos realizadas. Así que menos hadas madrinas y más Renatas y Janes.
Pequeños y grandes
La amistad es algo que, como seres sociales, nos interpela desde que somos pequeños. Así queda de manifiesto en La banda del patio que, más allá de ser la mejor pandilla de dibujos animados, evidenció que el patio del recreo era el equivalente al Tuenti, Fotolog y Twitter que teníamos en el mundo palpable. Los juegos, las conversaciones, la necesidad de aprobación, las bromas y la diversión en mayúsculas fueron sus protagonistas, con permiso de T.J., Spinelli, Vince, Gretchen, Mikey y Gus, El líder, la amante de la lucha libre, el deportista, la inteligente, el poeta y cantante; y el 'nuevo'. Dispares -y sí, algo estereotipados-, nos enseñaron cómo en las edades tempranas la amistad parece correr por las venas sola, cómo cualquier actividad en torno a ella era lo más emocionante que experimentaríamos, y cómo saber ganar, perder y pedir perdón son tres lecciones que, cuanto antes las aprendamos, mejores personas podremos llegar a ser.
Un poco más mayores son los Otis (Asa Butterfield) y Eric (Ncuti Gatwa) de Sex Education. Sobre su incondicionalidad aquí se detiene en especial a narrar cómo se comparte el despertar sexual, las primeras relaciones y, de paso, la absoluta falta de educación sexual que existe y que tan bien nos habría venido. La ficción de Netflix reivindica que nadie nace sabiendo masturbarse (y no pasa nada) situada en los últimos años de instituto donde la adolescencia aumenta nuestros niveles de vulnerabilidad e irritabilidad a partes iguales, y en los que los amigos que tengamos van a influir. Puestos a elegir, si son como estos dos, que debaten sobre el aborto, explorar sus contradicciones, el miedo al fracaso, la identidad y relación con el propio cuerpo, las expectativas, el sentimiento de culpa y la revolución hormonal propia de la edad, muchísimo mejor.
Aunque ahora tenga que ser con los codos, la amistad está para abrazarla, para sentirnos acompañados en la situación que se tercie, en cada etapa y los cambios entre ellas. Penny y Sheldon de Big Bang Theory, Sam y John Snow de Juego de Tronos; Gordon y Miranda en Lizzie McGuire. Disfrutar de la amistad en la pequeña pantalla es posible, y reivindicarla, también.