27 de junio de 1994. Unas cámaras de seguridad ocultas en una casa graban los conocidos como Asesinatos de Miramar. Un triple homicidio en el que dos hombres mataron a tres personas en Miami, Florida. A sangre fría. Aquellas imágenes lo cambiaron todo. Por un lado, convirtiendo el homicidio en intrínsecamente mediático, y por el otro, por servir como prueba para identificar a los perpetradores. Comparándolo con un fotograma del vídeo, encontraron a Pablo Ibar como parecido. Un hombre que lleva más de la mitad de su vida declarándose inocente y que todavía espera a que se celebre el cuarto juicio en el que, quizás, consiga salir libre.
Desde el año 2003, cada 10 de octubre se celebra el Día Mundial contra la Pena de Muerte. Una condena que Ibar vivió en sus carnes durante 16 años, del 2000 a 2016. En 2019, un tercer auto concluyó que debía permanecer en cadena perpetua, a pesar de que para ello se utilizaron las mismas pruebas que el Tribunal Supremo había considerado “escasas y débiles”, y motivo por el que decidieron convocado una tercera vista. Desde entonces, el español permanece en la cárcel a la espera de una nueva oportunidad, quién sabe si la definitiva, de probar su inocencia.
Su historia, además de por la repercusión que ha tenido en los medios de comunicación desde entonces, ha sido conocida por proyectos audiovisuales derivados de la misma. Siendo En el corredor de la muerte, que adaptó la novela homónima de Nacho Carretero (Fariña), con Miguel Ángel Silvestre como protagonista una de las más recientes, si bien no la última. Olmo Figueredo ha estado más de cinco años preparando la docuserie El Estado contra Pablo Ibar, que se presentó en el pasado Festival de San Sebastián, y que se emitirá en HBO. Al certamen acudió otra de las figuras fundamentales en esta historia, Cándido Ibar. El padre del acusado que lleva más de 25 años defendiendo a su hijo. Un hombre aferrado con uñas y dientes a la esperanza, y que asegura que este es “el proyecto más completo. Tiene todo el juicio, que es la clave”.
Si la serie de Movistar producida junto a Bambú hablaba “sobre si se puede o no condenar a alguien a la pena de muerte sin pruebas”, como así la definió su guionista Diego Sotelo; la aún sin fecha de estreno pone al espectador en un lugar diferente. Con una narrativa de true crime que mantendrá enganchados a los seguidores de este género, sitúa a quien la ve no en una situación de equidistancia, sino abofeteado con cada uno de las fases por los que ha pasado el caso para que sea él o ella quien extraiga sus propias conclusiones. Además, contando con los poderosísimos testimonios de los implicados, incluido el abogado principal que falleció de cáncer de páncreas en mitad del proceso. “No está hecho para decir que es inocente, pero sí puede dar un toque de aviso a alguien”, reconoce Cándido.
Siendo partícipe del proyecto, señala que “cuanta más gente lo sepa, mejor”. De hecho, confía en la posibilidad de que “alguien lo vea, algún futuro senador, gobernador, que sea capaz de poner atención en algo sobre lo que haga falta investigar para ver qué está realmente pasando. ¿Cómo podemos llevar tantos años de esta manera?”. Según explica, “en Florida han salido 29 personas libres del corredor de la muerte. Es un número muy grande. No puedes equivocarte tantas veces”. Motivo por el que al mismo tiempo piensa que es un caso sobre el que hay puestos muchos ojos y eso puede jugar en su contra a la hora de que se reconozca que ha habido un error. Y todo ello en Estados Unidos, “un país supuestamente demócrata, con derechos humanos. Pero, ¿derechos humanos para quién?”.
Durante todos estos años, más allá de proyectos audiovisuales, sobre los que avisa y celebra que “habrá más”, el tratamiento de los medios de comunicación ha variado en mayor y menor medida entre cada uno de los lados del charco. “Aquí sí”, expone sobre la información ofrecida en España, “pero allí poco. Se tapa mucho. Se enseña lo que conviene”. De hecho, incide en que “cuando ocurrió, fue presentado como un crimen de drogas o algo así, y mira quién ha acabado en la cárcel. Y seguramente lo fuera. Están las propias drogas, un aviso que había dado el asesinado a su hijo por teléfono, había puesto cámaras dos semanas antes. Había 200 y pico vídeos de pornografía. Esto no fue cosa de dos chavales que fueron a robar dinero”. De cualquier forma, considera que ha pesado que “no había que buscar quién había sido, sino encontrar dos culpables”.
“Sería bueno hacer mucho ruido en Miami”
La familia de Pablo Ibar, por lo tanto, apoya y agradece que se haya prestado atención a la historia del aún preso para producir documentales y ficciones. En concreto sobre En el corredor de la muerte, Cándido reconoce que “todo lo que contó era prácticamente real. Me gustó”. “Miguel Ángel Silvestre hizo muy buen trabajo”, añade, “y la que hacía de Tania [esposa de Pablo, interpretada por Marisé Álvarez] también”. Del mismo modo, reparó en el trabajo de Ramón Agirre, actor que se metió en su propia piel: “Parecía yo un poco más bajito”.
Además de las dos producciones aquí citadas, Cándido participó este mismo jueves en el estreno de Quijotes del siglo XXI en Telecinco. ETB puso su grano de arena en 2001 con el documental La duda razonable, de Joserra Plaza. Y al parecer, pendiente está otro documental de 2019 sobre “cuando perdimos el juicio, pero que se ha retrasado por la situación sanitaria”.
Avanza que “habrá más cosas”, reconociendo aun así que “el primero fue en 2001, cuando Pablo salió culpable por primera vez, con Euskal Telebista”. Una serie de proyectos fundamentales para Cándido a la hora de “mantener viva la imagen. Mantienen al pueblo más al día y es importante porque si no se queda en el olvido. Hay que hacer cosas y habrá que hacer cosas”.
Dentro de las posibilidades, considera positivo que “hacer mucho ruido en Miami”. Aun consciente de que “nadie se quiere meter y es muy difícil; pero hay que lanzarse, exponerte contra el Estado. Hay que tener un poco de agallas porque las cosas grandes hacen mella”. Cándido cuenta como aval confiar en que “la justicia no está mal, los que lo hacen mal son quienes la hacen y plantean”. Y en esa espera al “algo” que pueda pasar y sin perder el ánimo, Cándido continúa la lucha por defender a su hijo.
Una situación en la que considera al audiovisual como aliado. De lo que no se habla no existe, y precisamente por ello, aplaude y se presta a colaborar en aquellas producciones que ayuden a mantener a su hijo y su caso vivos. Después de tantos años circunscrito en los círculos permanentes de esperanza y decepción que provoca la pena de muerte, la televisión parece seguir queriendo poner de su parte en apelar a la sociedad a que establezca sus conclusiones y haga el ruido que considere oportuno.