“Me pregunto si al crear estas historias alguien pensó en el público trans”. Un estudio de GLAAD, la principal asociación de Estados Unidos en defensa de los derechos de las personas LGTBIQ, reveló que el 80% de la población del país no conoce ni ha tenido contacto con ninguna persona trans. Un dato que afecta tanto a los que no lo son, como a los que sí, ya que ambos grupos han tenido que recurrir a los medios para saber qué es ser trans. Y en cómo los medios, incluidos televisión y cine, han representado a esta comunidad, pone el foco el documental Disclosure: Ser trans en Hollywood.
La película, dirigida por Sam Feder y disponible en Netflix, hace un estremecedor recorrido por la historia de su presencia en imágenes. Una trayectoria que, como revela, se remonta a los inicios del cine. Disclosure combina para exponer cada argumento las escenas de las cintas y series a las que remite, poniendo aun más evidencia la lacra que se ha cometido sobre el colectivo a la hora de llevarlo a la pantalla. Y también, los avances conseguidos que llevan a esperar un futuro cada vez más justo. Eso sí, aunque ahonde en lo que se cuenta, insiste en que lo relevante de que se visibilice a las personas trans y tengan la oportunidad de contarse a sí mismas, como ocurre en Pose de Ryan Murphy, es que la sociedad las conozca y se una a su lucha. Que esa empatía sentado en el sofá de nuestras casas se traduzca en hechos ante lo que ocurre en la calle.
“Es fascinante que algunas de las primeras películas incluyeran imágenes de travestismo”, reflexiona la actriz Laverne Cox (Orange is the New Black), “en las que la feminidad es mostrada como ridícula y objeto de burla”. Todo ello en una época, hablamos de principios del siglo XX, en la que travestirse era ilegal. “Si alguien decidía transgredir las expectativas de género en la vida real, lo acosaban y detenían”.
En concreto, mencionan la película de D. W. Griffith, Judith de Bethulia de 1914, una de a las que se atribuye la invención del montaje conceptual, en la que hay “una especie de personaje trans o de género no binario”, como define la historiadora Susan Stryker, que permite comprobar que “la gente trans y el séptimo arte hemos crecido juntos”. El caso de las cintas del considerado como 'padre del cine moderno' llama la atención porque aunque sí se ha puesto sobre la mesa su racismo, poco se ha explorado su discriminación sobre la comunidad aquí protagonista. La directora Lilly Wachowski replica contra el cineasta tirando de ironía: “Has inventado los estereotipos en el cine. Bien hecho”.
El documental pone en evidencia que, por desgracia, no ha sido el único. En un inicio se convirtió a las personas trans en material de comedia, y se ha ido generando y enseñando la “forma en la que debemos reaccionar” cuando coincidimos con alguien del colectivo. Ya sea miedo o repulsión. La actriz y guionista Jen Richards (La señora Fletcher) recuerda cómo al contarle a una amiga que iba a empezar la transición, le preguntó, ¿como Bufalo Bill?, que no es otro que el asesino en serie de El silencio de los corderos “repugnante y psicótico” que mata a mujeres para quedarse con sus cuerpos. Esa era su única referencia. El asesino travestido de Psicosis, otra.
“Cuando lo vi pensé: voy a morir”
Los títulos policíacos y de hospitales no han puesto demasiado de su parte a la hora de perpetuar la visión de las personas trans como “víctimas”. Disclosure expone cómo en ellos las personas de la comunidad tenían dos opciones, bien ser la persona asesinada por ser transgénero (en ejemplos como CSI o Caso abierto); o llevadas a urgencias porque las hormonas para el cambio de sexo han tenido el efecto adverso de matarles, e incluso provocarles un cáncer. Algo que, en la vida real, no pasa. Otra de las películas señaladas en esta línea es Boys don't cry, por la que Hilary Swank ganó el Oscar a Mejor actriz en 1999, por interpretar a un hombre trans que acaba siendo asesinado brutalmente.
“Cuando lo vi pensé, Dios mío, voy a morir” o “no quería que eso me pasara”, son algunas de las reacciones que reconocen que sufrieron algunos de los hombres trans a los que se da voz en la película como Zeke Smith, Brian Michael Smith y Tiq Milan. Y es que si en algo destacada la cinta de Netflix es la cantidad de perfiles a los que se ha detenido a entrevistar y preguntar por su propia experiencia y percepción de su propia representación.
Los hombres trans, por su parte, han sido mucho menos tenido en cuenta. “No somos tan reconocibles, no existen porque no se les reconoce”, explican. Al tiempo que se contrapone cómo “las mujeres, incluidas las trans, son un recurso más comercial” y sobre el que se “refuerzan los estereotipos patriarcales de las mujeres”. Aquí entra en juego su explotación en los platós de televisión, algo que los Javis mostraron en el primer capítulo de Veneno contando la intrahistoria sobre cómo consiguieron convencer a Cristina para que acudiera al programa Esta noche cruzamos el Mississippi. Sumado a la innecesariamente repetida pregunta de “¿pero entonces, donde tienes el pene?” y la obsesión por dar a conocer todos los detalles sobre la cirugía.
Del miedo a la repulsión y la manía de enseñar las tetas
Si el miedo ha sido una de las reacciones provocadas por la representación de esta comunidad, la repulsión no se queda corta. Un ejemplo es el largometraje Juego de lágrimas de 1992, en el que cuando el protagonista masculino descubre que la mujer con la que quiere acostarse es una persona trans, inmediatamente vomita. Ace Ventura es otro caso, en el que el metraje se recrea en cómo el personaje interpretado por Jim Carrey no solo vomita, se lava exageradamente los dientes metiéndose directamente la pasta en la boca y culmina quemando la ropa que llevaba puesta. Algo similar ocurre en Resacón 2, ¡ahora en Tailandia!.
El actor Elliot Flecher resalta cómo desde los inicios, se tomó la costumbre de elegir que la manera de que los personajes demostraran que son trans, enseñando las tetas. “En vez de tener una conversación sobre el tema, nada, se abre la camisa de par en par”, subraya, y la consecución de tomas de diferentes películas en las que se optó por la misma decisión narrativa, lo demuestran. Richards comparte que tampoco termina de estar de acuerdo con el concepto de “revelación” (que es la que da título al documental, en inglés, Disclosure). “Refuerza la creencia de secreto oculto, de que existe una responsabilidad de contarlo”, apunta, “como si los sentimientos del otro importaran siempre más que los de la persona trans”.
¿Cómo me habría visto si no hubiera tenido esa representación?
El documental, no obstante, reconoce también una evolución positiva, con títulos más recientes como las series Transparent y la citada Pose. Aunque es inevitable llegar a la reflexión de sus protagonistas: “¿Cómo me habría visto si no hubiera tenido esa representación?”, se preguntan. A lo que habría que añadir, ¿cómo les habríamos visto y vemos los demás? Al igual que con el resto del colectivo LGTBI, es fundamental la representación positiva, que no refuerce la violencia y en la que los personajes, en este caso trans, no estén definidos por el hecho de serlo.
Candis Cayne (Dirty Sexy Money), Rain Valdez (directora de Transparent), Zackary Drucker (productora y actriz de Transparent), Alexandra Grey (Empire), Tracey Lisette (Transparent), Sandra Caldwell (The Cheetah Girls), Alexandra Billings (Transparent) son otros de los nombres que hablan en Disclosure, y que también insisten en que el objetivo no es que algunas de ellas y ellos sean elevados al olimpo de estrellas privilegiadas mientras el resto de personas trans siguen siendo discriminadas. Algo que apuntó Javier Ambrossi en su entrevista con Vertele con motivo del Orgullo 2020. “Los que tenemos voz debemos ser responsables y utilizarla”, aseguró, “oblígate, mira quién trabaja contigo, quién está en tu equipo, quiénes son tus actores (...). ¿Estás ayudando a que dentro de 10 años las personas que trabajan contigo hayan subido en la escala social y sean jefes de departamento?”. Y por ello insistió en que era un “reto estructural”.
Daniela Vega, protagonista de Una mujer fantástica, se convirtió en 2018 en la primera persona transexual en presentar un premio en los Oscars. Ejemplos como el suyo son señal de la evolución, a la que todavía le queda largo camino por delante. “No podemos pensar que la revolución ha acabado”, señala la historiadora Stryker, “la representación positiva solo puede ser un éxito a la hora de cambiar las condiciones de vida de las personas trans, cuando forme parte de un movimiento mucho más amplio de cambio social. Cambiar la representación no es el objetivo, es un medio para llegar a un fin”. Un fin en el que todo el que conecte con sus historias, se una y oponga, pide Laverne Cox, “contra las leyes que nos culpan, que nos discriminan, que nos deshumanizan. Porque hasta que eso no pase, toda esa energía de la gran pantalla no será suficiente para mejorar la vida de las personas trans fuera de las pantallas”.