“Parecía un posible buen arranque de año”, echa la vista atrás Malcolm Treviño-Sitté. “Mi representante, Alberto Bongiorno, y yo estábamos muy animados. Estaba en proceso de audiciones con Stage Entertainment para el personaje de Ike en el musical Tina, había hecho un casting para una serie con un director de renombre, en el horizonte parecía esperar otro casting para una película, una audición de teatro para un importante festival veraniego... A eso aspiraba antes de la crisis”. Tras darse a conocer para el gran público gracias a El Chiringuito de Pepe, el actor había encadenado proyectos cinematográficos de envergadura durante la mitad de la década pasada, desde Palmeras en la nieve para Atresmedia, El Cuaderno de Sara para Telecinco Cinema y más recientemente Lo nunca visto, participada por TVE. La progresión hacia papeles de mayor relieve parecía no solo lógica, sino justificada: tras veinte años de carrera de fondo, el artista, nacido en Guinea Ecuatorial y criado en el sur de Madrid, vislumbraba el fruto de su esfuerzo; un esfuerzo doble, el necesario no solo para hacerse hueco como intérprete, sino para hacerlo en una industria que sigue cerrándose en torno a la gente blanca.
Todas estas expectativas quedaron difuminadas en el éter ante la propagación mundial de la covid-19, un virus que ha paralizado el planeta y desmontado cualquier previsión posible para el porvenir. Tras dos meses desde que se decretase el estado de alarma en España, las producciones cinematográficas y televisivas empiezan a pensar de nuevo, con precaución, en su reactivación de su actividad. Pero entre tanto, las semanas de paréntesis existencial y profesional permiten hacer también una parón reflexivo sobre el gremio interpretativo y las oportunidades que pueden recibir. Especialmente si lo hacemos desde perspectivas no normativas.
“Es una incertidumbre continua”
Los datos manejados por la agencia EFE indicaban que, a finales de marzo, se habían detenido unos 300 rodajes en España. La publicidad (un 26%) y la televisión (las series reflejaban un 13% y los programas un 12%) poseían las mayores porciones de esa tarta, seguidos de los largometrajes (11%). El teatro de igual modo se ha visto obligado por las circunstancias a echar abajo el telón con el cierre de los espacios culturales. Debido a la temporalidad intrínseca al trabajo de los profesionales de la cultura, se ha peleado ante las Administraciones Públicas por la concesión de ayudas e indemnizaciones a actores y actrices, músicos y bailarines. “Nos morimos, pero de hambre y ahogados por los pagos ordinarios de todo ciudadano”, avisa el actor Iñaki Guevara, secretario general de la Unión de Actores y Actrices, en el texto que remitió a la portavoz y ministra de Hacienda, María Jesús Montero, y el titular de Cultura, José Manuel Rodríguez Uribes.
Estas reclamaciones han tenido una reciente respuesta, en un Decreto Ley destinado al sector, publicado el 6 de mayo, que plantea la posibilidad de pedir una prestación por desempleo extraordinaria para artistas que no cumplan las condiciones normales para tener acceso a esta. Comprende a aquellos que realicen actividades artísticas ante el público o en grabaciones para cine o televisión, si bien excluye a técnicos y auxiliares.
“Económicamente ha sido devastador al igual que para muchos. A nivel de trabajo es una incertidumbre continua, porque no sabemos qué va a pasar ni cómo va a funcionar”, comenta Ricardo Nkosi, que se ha convertido casi en un vecino más para mucho con su estancia en La que se avecina, donde lleva ya dos temporadas dando vida a Ongombo. El actor de origen angoleño estaba en una situación de lo más positiva, al combinar un éxito tanto o más contundente que el televisivo en las tablas del Teatro Lope de Vega, donde lleva cuatro años encarnando a Mufasa, el padre de Simba, en el musical de El rey León. Con un “ritmo de vida bastante acelerado”, a caballo entre el escenario teatral y el de la comedia de Telecinco, también tenía en el horizonte cercano, pero todos ellos “se han caído, se han suspendido o simplemente se han atrasado”. Son palabras similares a las de Treviño-Sitté, con el compartió planos en la ya mencionada Lo nunca visto: “Todos los proyectos se han detenido, algunos hasta dentro de un año”.
“Los actores tendremos que tener set propio en casa”
Mientras se establecen protocolos para retomar los rodajes, elaborados tanto por la Academia de Cine, la Agrupación de Asociaciones del Audiovisual o productoras como Secuoya, que ha elaborado el suyo en colaboración con la Spain Film Comission; desde las tablas cuesta vislumbrar “nueva normalidad” que se va desplegando; por de pronto, la reapertura de salas y auditorios se reserva para la fase 2 de desescalada del confinamiento, con una limitación de un tercio de su aforo, como también ocurrirá con exposiciones y monumentos: “En mi caso, hacer un show que abarca a 1.400 personas, imagínate... Todo empezará muy lentamente. Eso es lo que les está pasando a muchos de mis compañeros en el teatro musical”.
Entre tanto, el proceso de pruebas a las que acceder para actores como Nkosi o Treviño-Sitté, ahora de forma telemática. Las self-tapes, vídeos que se graben los propios aspirantes desde sus domicilios recitando sus separatas, ya se venían realizando y ahora se han convertido en la opción más socorrida; sin olvidarnos de videollamadas para mediar entre productoras y agencias. “El consejo que me ha dado mi representante es que todos los actores, desde ya, tendremos que tener un set propio para hacer los castings desde casa”, nos cuenta Ricardo, que ya se montó el suyo particular con cámara y luz para realizar una audición desde su domicilio.
La complejidad de ser un actor afrodescendiente
Malcolm también se ha visto en una similar tesitura. “Solo he podido acceder a un casting para una serie, que también parece posponerse”, explica el intérprete, que en lo referente a oportunidades para actores negros o étnicos no ve una gran diferencia. “En mi caso, de momento poco o nada ha cambiado”, dice. “Creo que cada vez es más complejo ser un intérprete afrodescendiente. Y llama la atención en una profesión autodenominada ”progre“... Pero me sobran fuerzas e ilusión para seguir adelante”, se reivindica un artista que, en su afán por hacerse valer y dar voz a su entorno fundó en 2017 la asociación LIMBO, dedicada a la promoción y visibilización de nuevos talentos de distintas disciplinas dentro de la comunidad afro en Madrid, y bajo cuyo paraguas se han llevado a cabo dos cortometrajes, Coincidencias, dirigido por el también actor Michael Batista, y El grano, firmado por Baptista João, ambos en postproducción.
“Ahora se ven más actores de todo tipo de razas, negros, asiáticos, árabes... pero estamos viviendo una falsa normalidad porque no siempre pasa eso”, pondera Nkosi a este respecto. “Cuando hay papeles muy importantes, con peso, nunca vas a ver a un actor étnico. Es un cambio que tienen que hacer, simplemente cambiar la forma de ver un personaje. Por ejemplo, con El Profesor de La casa de papel, que es blanco, ¿por qué no probar y poner a una persona negra o asiática?”. Como Treviño-Sitté, se muestra optimista ante esta realidad: “Es un proceso lento pero está moviéndose y con el tiempo se plasmará la realidad de la vida en la pantalla”.
La misma llegada a La que se avecina de Nkosi, al que habíamos visto con anterioridad en Doctor Mateo y en papeles puntuales en Allí abajo o en la webserie Nevermore de Playz, sería paradigmático de ese cambio al que se refiere: entró en Mirador de Montepinar a mitad de la décima temporada de la mano de Berta (Nathalie Seseña), que retornó con él de sus misiones por África. Después de que la relación concluyese, Ongombo permanecería en la histriónica comunidad y acabaría convirtiéndose en el sucesor de Coque (Nacho Guerreros) como conserje del edificio y casándose con Nines (Cristina Medina). A falta de ver la duodécima temporada, el espacio que ha acabado teniendo el personaje es incuestionable: “Me siento feliz de que me den esa oportunidad de representar esa parte que pocas veces se muestra en la televisión, a la comunidad negra y a las personas que viven situaciones parecidas. Me hace sentir orgulloso”, nos dice, extendiendo su agradecimiento a Laura y Alberto Caballero y al resto del elenco en el que se ha integrado.
Mientras aguarda al estreno de otro filme, Salir del ropero, cuyo lanzamiento en cines se ha visto pospuesto por Filmax hasta nuevo aviso, Treviño-Sitté tiene previsto enfrentarse a los Antidisturbios de Movistar+, donde asume un personaje episódico para el que Rodrigo Sorogoyen insistió en contar específicamente con él. En la parrilla de programación alterada por el coronavirus también podemos ver a Montse Plá dentro de Diarios de la cuarentena en La 1. Y si pasamos al universo de plataformas y VOD, encontraremos a Emilio Buale triunfando en El Hoyo, en Netflix, y en Madres de Amazon; y a Jimmy Castro interviniendo en un capítulo de Valeria. En cualquier caso, los efectos de la pandemia resultan irremisibles para la salud de la profesión y de sus profesionales, y más si han de enfrentarse aun a esa limitación de oportunidades por motivos de color de piel.
“Las situaciones difíciles agudizan el ingenio”
No obstante, ambos enarbolan el optimismo como bandera en su cruzada particular: “Nuestro sector se ha visto muy afectado”, explica Ricardo, “pero estamos en un movimiento de crecimiento y cuando uno se cae tiene que levantarse porque la vida sigue. Costará pero poco a poco llegaremos y habrá trabajo para todos. Es lo que quiero y deseo”, nos dice un artista polifacético, al que el encierro le ha servido para “depurarse y sentarse a pensar en la familia y los seres queridos, en la gente que está sola” y para y trabajar en su faceta musical: ha sido corista para Auryn, Melendi y Pitingo y cantó junto a Gisela en Mira quién va a Eurovisión en 2014, por no hablar de otros musicales previos en los que ha participado.
“Las situaciones difíciles agudizan el ingenio”, agrega Malcolm, que durante las últimas semanas hubo de lidiar con el fallecimiento de Bongiorno, su representante y amigo desde hacía más de una década, por una enfermedad no relacionada con la pandemia. “Todo pasa a un segundo plano cuando muere alguien importante en tu vida”, siente el intérprete, que pese a todo ha decidido enfocar su energía y tiempo en confinamiento para decidirse a escribir un cortometraje que llevaba 10 años en su cabeza, inspirado en sus propias experiencias en la profesión. “Lo he titulado 95%, aludiendo a los compañeros que no podemos vivir de nuestra profesión. Creo que es una idea que puede ayudar a conocer la realidad de muchos actores y actrices”. Pero no solo eso: también está trabajando, aun a distancia, con Boré Buika y Fernando Urbeloa, en una tira de sketches para YouTube, protagonizada por un trío de abuelos guineanos. Un experimento basado en una premisa fundamental: “Pasarlo bien entre nosotros”. Y de paso, controlar su propia representación y personajes.
“Me considero optimista por naturaleza, creo que nace un después que espero nos ayude empatizar más los unos con los otros. A nivel profesional estoy en un estado en el que quiero hacer y deshacer lo que apetezca, sin pretensiones, lo que me haga sentirme bien”, concluye, que en esta tesitura encuentra su su inspiración en la historia de Rudy Ray Moore, el cómico afroamericano que tras años luchando para que alguien le diera una oportunidad, se la acabó creando él mismo, como narra la reciente Yo soy Dolemite, protagonizada por Eddie Murphy y distribuida por Netflix. Sitté también quiere aspirar a eso, a “ser una especie de Dolemite”. Quien escribe esto, que tiene el placer de conocerlo desde hace años, sabe que es así.