Iñaki Gabilondo regresa a #0 para seguir abriendo interrogantes sobre el futuro. Cuando ya no esté. El mundo dentro de 25 años estrena su tercera temporada el próximo 24 de mayo, dedicado a hablar de la evolución de temas tan variopintos como las nuevas tecnologías, el periodismo o el porvenir de los mares. Un abanico heterogéneo de preocupaciones que demuestran la curiosidad “extensiva” de un profesional que toma este formato como un “regalo de fin de carrera”.
El veterano comunicador trata de obtener respuesta a incógnitas y si algo destaca en su actitud durante su encuentro con medios para hablar del programa, es que no tiene ningún reparo en reconocer su incapacidad para vaticinar el futuro. Al contrario, sacia su interés no con pronósticos sino con especulaciones, eludiendo las respuestas concretas y sumiéndose en divagaciones en las que busca también la participación del interlocutor.
El periodismo, por supuesto, es un asunto indispensable cuando se conversa con Gabilondo, más aún cuando Televisión Española atraviesa un período de convulsión como el de ahora. Él, que también se adelantó al presente cuando trabajó en la cadena estatal, con En familia, pide que “se le dé reposo” a sus trabajadores para que puedan desarrollar su trabajo y reclama para ello que se desbloquee la renovación administrativa del ente. “La política siempre ha creído que la televisión pública es algo que te regalan con las elecciones, y es una visión que ha hecho muchísimo daño”.
Del porvenir de la televisión pública, del periodismo y hasta de sí mismo hablamos en esta entrevista.
¿Cuál es su conclusión sobre los asuntos que plantean en el programa, hay algún camino unánime?
Llego a la misma conclusión a la que llegan todos los que hablan conmigo cuando terminan de charlar. Hay dos líneas: una nos da esperanza, nos da respuestas a todas las preguntas que nos hacemos. Pero al tiempo otra muestra inquietud porque no se avanza sino que se retrocede en las cuestiones relacionadas con las relaciones humanas, relaciones sociales, política... Todos con los que hablo coinciden en el poco caso que se está haciendo a los problemas de la naturaleza y el medio ambiente.
Hay esperanza porque la ciencia va a una velocidad que acojona, pero también sorpresa porque parece que el ser humano no espabila en todos los problemas sociales y presta atención insuficiente a los problemas del planeta. Este sería el resumen de lo que les escucho.
¿Dónde quedará la gente que no tiene acceso a Internet, que también hay en España?
Tendrá que incorporarse, y quien no se incorpore quedará en el lote del furgón de cola de la sociedad, que siempre ha habido. Es clarísimo que los que no lo hagan formarán parte de un mundo en otro grado de desarrollo. Pero al mismo tiempo se está produciendo también una extraordinaria velocidad de la incorporación de la gente a las nuevas tecnologías.
¿Usted elige los contenidos del programa?
El programa es una decisión mía. Otra cosa es que me autorizaran a hacerlo, pero a mí se me ocurrió hacer esto. He hecho ya tal cantidad de entrevistas que quería colaborar sólo haciendo esto, acercarme a ver qué anda cociéndose por las cocinas del planeta, por oler, para despedirme al menos sabiendo por dónde se va moviendo el agua.
¿Y de dónde nace tanta variedad temática?
Decido lo que me parece porque tengo una curiosidad muy extensa. Siempre he tenido una curiosidad muy poco intensa y muy extensa. Me han reprochado que, habiéndome dedicado tanto a temas políticos, no sea un obseso. Conozco a mi alrededor enfermos de la política, pero yo nunca he estado en esa paranoia. Tengo una gran extensión de curiosidad, me interesa la gastronomía, la música, el arte, la decoración, la pintura... todo. Por eso no tengo mucha dificultad en aplicar mi curiosidad. Me interesa el fondo del mar y qué hay en él, la manipulación genética, la energía del futuro, la música del futuro... tengo curiosidad de verdad, y por eso no tengo que hacer un esfuerzo añadido.
¿Cree que este programa, que se plantea como una charla relajada, gusta porque estamos en una sociedad llena de ruido e información?
Este es un programa nacido para estar en un rincón. De hecho una de las razones por las que no tengo dificultad en conseguir entrevistas es que les anima muchísimo ver que van a hablar un rato largo. Todo el mundo tiene ganas de hablar con pasión de lo que hace. Lo que le horroriza es que te den dos minutos para hablar de eso que le apasiona.
Eso me ha demostrado hasta qué punto hay una cierta nostalgia de la comunicación a tiempo humano. Como digo, ahora mismo hay una gran variedad de naturaleza en el periodismo. Nos parece que en el mundo sólo existe el prime time, dos televisiones y Madrid-Barcelona; pero hay millones de otros periodismos. Hay tiempo para ir rápido, y también para pararte a escuchar. Nuestra oferta es esa.
¿En 25 años este programa se rescatará para comprobar si ha ocurrido todo?
Cuando ocurra eso, si ocurre, se descubrirá que no hemos dado una... [Ríe] El pasado está lleno de futuros que no se han cumplido. Pero no estamos haciendo ningún pronóstico. Ni lo pido ni la gente lo hace. Se domenta, especula, desarrolla el pensamiento en praderas anchas. Se siembran interrogantes. Los más habituales de la serie son: “¿Todo lo que el hombre consiga será en beneficio de todos o de unos pocos?”, que es un tema que sale solo; y: “¿Tenemos herramientas jurídicas y éticas para responder a los desafíos que se van a abrir?”.
Ningún cambio va a pasar un día. Un buen día se correrá el telón y empezará el nuevo mundo. En el primer programa que hice, que fue sobre física cuántica (sobre la que no tengo la más leve idea) me impresionó muchísimo cuando me dijeron que lo más impresionante que iba a pasar no se podía contar. Porque, claro, hasta que no se vea no se podrá contar. Así hay, a mi juicio, algunos elementos que nos aguardan y que irán apareciendo y abriendo el universo. No sé si en veinte años o en cuántos. Mientras tanto, se van a transformar mucho las vidas cotidianas. Eso todo el mundo lo está viendo.
¿Nos sobrepondremos a las fake news?
Lo alarmante de las fake news es que son la mentira de toda la vida pero globalizada, con una dimensión que nunca pudo tener, y circulando a una velocidad de vértigo a través de las nuevas tecnologías. Eso tiene de novedad la envergadura y la velocidad. Pero hay un riesgo mayor: no se trata solo de que sean derivadas indeseables de la globalización y de las nuevas tecnologías, sino herramientas en la lucha por el poder.
Las fake news ya no forman parte solo de las travesuras del periodismo, sino que empiezan a jugar con temas de la máxima importancia. No tengo respuesta para eso. Estoy preocupado por la envergadura, pero en todo caso lo único que tenemos a nuestro alcance es aportar la mayor cantidad y calidad del periodismo decente que podamos.
Las grandes epopeyas del mundo del periodismo y las fake news a mí me superan. Pero me asusta que esto ha empezado ya a entrar en otros territorios, y descubrir iniciativas que han estado estructuradas para afectar al voto. Eso son palabras bastante mayores.
¿Le asusta lo ocurrido en las elecciones norteamericanas?
Este ejemplo que se ha conocido ha servido para ver las grandes batallas que está habiendo por los big data. Hasta hace poco la gente soñó Internet como el territorio de la máxima libertad. Pero al tiempo se ha convertido en el escenario de la lucha por el gran poder. Todos los datos que regalamos gratuitamente han hecho que ese territorio maravilloso se haya convertido en el lugar donde los grandes poderes están librando la batalla por los big data. Y por tanto estamos también aprendiendo a vivir en este nuevo territorio.
Aparecen señales como esta, en la que alguien vende u obsequia con esa montaña de datos a alguien que con eso y otra montaña de algoritmos averiguan que alguien es una persona que si le tocan esta tecla sigue este camino, y si le tocan por esta otra sigue otro. Eso ya no es ciencia-ficción. Eso ya ha pasado. Y ha sido denunciado.
¿El periodismo va a sobrevivir? ¿Cómo valora su situación?
Vamos a sobrevivir adaptándonos. Ahora hay un movimiento de pánico al observar cómo se caen cosas que las hemos visto de pie, y no nos damos cuenta cómo se ponen de pie cosas que no sabemos que existen.
Las estructuras del periodismo conocido no han dado con la tecla final, están en trance y los vemos temblar: paro, profesión mal pagada, contratos mal, reducción de corresponsalías... Están pasando una crisis fenomenal, y como vemos eso hacemos un pronóstico tremendista del oficio. Pero al mismo tiempo están naciendo 74.000 iniciativas periodísticas de muy distinta naturaleza en todo el mundo. Y como no se parecen a las que hemos conocido, ni las sustituyen, ni solucionan su problema, no nos parecen que sean la solución del periodismo.
El periodismo tendrá una larga vida en una extensa variedad temática, formal y de estructuras. Ojalá el periodismo que nosotros hemos conocido también, pero todavía está en pleno tránsito, del mundo que se muere al mundo que está naciendo.
¿Qué ejemplos de buen periodismo aprecia en la actualidad?
De buen periodismo, mucho. Pediría que no se mirase solamente a Madrid o a Barcelona. Hay una mirada equivocada, porque el periodismo no es sólo el que hacen los grandes periódicos. El periodismo más próximo al verdadero se hace en las zonas de sombra, donde no están proyectados los focos de atención.
A mí me hace mucha gracia cuando se habla de independencia. Mire, yo he sido un afortunado, he tenido hace muchos años una posición de privilegio en este oficio. Quienes hemos tenido esta posición de privilegio no hemos tenido problemas de independencia. ¿Imaginamos a alguien prohibiéndole a Carlos Herrera que haga una cosa? No. Vayamos a una ciudad pequeña, donde pesa de verdad la caja de ahorros local, el obispo, la autoridad local, el director de un periódico, donde se vive en su verdadera esencia la dificultad de la independencia. Por eso hay muchos ejemplos de buen periodismo, y no quiero significar alguna cosa.
¿Y de mal periodismo?
Ejemplos de mal periodismo también... [Ríe]. Pero de verdad, dejadme remitirme a extender la mirada por ahí, a ver fantásticos periodistas que muchas veces no están en el foco.
¿Cómo ve la situación que vive TVE?
Televisión Española tiene que ejecutar la decisión tomada, no tiene ni pies ni cabeza detener lo que tiene que hacerse. Creo mucho en el servicio público de televisión. Nuestra televisión siempre ha tenido programas extraordinarios, pero ha tenido muy pocas épocas en las que haya sido una auténtica televisión pública. Ha sido la televisión privada de Suárez, de Felipe, la de Aznar...
TVE se merece que le den un poco de reposo, que se le otorgue ese margen que ahora mismo tienen pactado y no ejecutan. Que le den tiempo para respirar, porque no se le ha permitido nunca. En el caso actual, me parece inexplicable esta resistencia feroz a ejecutar la decisión tomada para no tener nada a cambio. Tan solo se está desacreditando. ¿No habíais decidido que ibais a volver al formato de la elección parlamentaria? Entonces, ¿qué pasa? Esa resistencia hay que denunciarla.
Mientras tanto queda desear a TVE que efectivamente los profesionales puedan tener la oportunidad de hacer su trabajo, como lo han hecho en otros momentos de la historia (hace no mucho el último y más largo), haciéndolo bien o mal pero dejándoles en paz. La política siempre ha creído que la televisión pública es algo que te regalan con las elecciones, y es una visión que ha hecho muchísimo daño.
¿No fue 'En familia' un programa muy avanzado ya a su época? ¿Qué recuerda de aquello?
¿Sabéis lo que era hacer un programa de hora y media en directo todos los viernes, en la primera cadena cuando solo había una televisión? ¿Y que hacíamos en directo, cada semana, pero con veintisiete cámaras? Un programa en una casa cuartel de la Guardia Civil, y en él grabamos un parto en directo, y en él también hicimos una sesión infantil con los niños haciendo una sesión del senado. Hicimos unas cosas brutales.
¿Afronta el programa como una despedida?
Hombre, puede que no sea el hombre más listo de España, pero tampoco soy el más tonto. Tengo 75 años, y la gente de mi edad está jubilada hace diez. Sigo en la radio y tan contento, aunque todos son más jóvenes cada día. Llevo cincuenta años en la profesión. Tengo algunos elementos de juicio para considerar esto como una despedida. O casi. Lo considero como un regalo de fin de carrera.
¿No echa de menos volver a dar los buenos días en la radio?
No, nunca. Sé bien hacerme mayor. Lo sé desde pequeño. Eso no se aprende de una mañana. Siempre he aceptado con mucha naturalidad el paso del tiempo. Vivir es una enfermedad degenerativa e irreversible. Sé que viene el relevo y ahora el partido no la juegas en la pista central, si no en las laterales. ¿Cuesta? No. Lo que sí sueño a veces es que está sonando el carillón de la SER y que no llego al estudio. Me pasa mucho aún a día de hoy [Ríe].