Pocas veces pensamos en la televisión como un arte, si entendemos el arte como una actividad para expresar ideas, emociones y una visión del mundo. Y es que son pocos los artistas que escogen este medio como forma de expresión, pero en cada época ha habido algún temerario que se ha atrevido a innovar en este lenguaje catódico. En la actualidad tenemos a Jordi Évole.
El catalán ha repetido en numerosas ocasiones que no es periodista. Que tampoco es un presentador al uso, de los que estudiaron para ello. Que lo que a él le hubiera gustado es ser músico. Y es que a los artistas es difícil encasillarlos. Es algo complejo hasta para ellos mismos. Más aún cuando les hubiera gustado comunicarse a través de las notas musicales o de cualquier otro medio menos denostado que el que habla la pequeña pantalla. Pero es incontestable que es ahí donde reside su don y así lo confirma la actual temporada de Lo de Évole – que descansa en Semana Santa- en la que está plasmando su madurez como creador. Esa etapa en la que hace realmente lo que le apetece.
Y es que Jordi, como todos los artistas, expresa su momento vital en sus obras (aka programas de televisión). Así ocurre con las etapas artísticas de Pablo Picasso en sus pinturas, las novelas y relatos de Vargas Llosa o la discografía completa de Shakira. Todos ellos vuelcan sus experiencias en sus creaciones.
Así, el público es testigo de la etapa por la que pasa el autor, a través de su arte. Y eso es lo que ha estado haciendo (de forma más o menos consciente) Évole con sus programas desde que le conocimos hasta ahora.
De un veinteañero ‘follonero’, a entrevistar al Papa
Conocimos a Jordi Évole siendo un espectador más entre el público de Buenafuente, pero él no pasaba desapercibido porque armaba “follón”. Más tarde descubrimos que no era uno más, si no que formaba parte del equipo de guionistas y había mucha más complejidad en sus intervenciones de lo que podía parecer a simple vista. Y es que con él, las apariencias siempre engañan.
La simpatía e incomodidad que le hicieron famoso fueron los ingredientes por los que apostó laSexta para hacer los primeros especiales de Salvados sobre la campaña electoral de 2008, la Iglesia, la Eurocopa y los toros. Funcionó y aquello pasó de ser una apuesta puntual, a un programa de peso.
Así, el desenfadado, sarcástico y molesto joven dio el salto a un presentador que acabaría siendo el responsable de algunas de las entrevistas más trabajadas de nuestra televisión. Siendo las siguientes temporadas de Salvados la etapa de mayor ambición del catalán. Esa edad en la que te comes el mundo, en la que es mejor “pedir perdón que permiso” y en la que se rodeó de un equipo que le pedía que soñara, para ellos encargarse de cumplirlo.
Pau Donés y su cambio de vida con 'Lo de Évole'
“La entrevista a Pau Donés me cambió la vida. Venía de un año complicado porque cambié de programa, no encontraba lo que realmente quería hacer. Creo que solo tenía claro que quería dejar Salvados porque es una responsabilidad enorme y el programa me llevaba cada vez a otro lado. Y Pau me hizo ver lo que quería hacer, algo más intimista. Me fue bien para dar un giro a una trayectoria que no sabia cómo girar”, nos confesó Évole al presentar la temporada que está en emisión actualmente. Algo que se puede comprobar a la perfección si vemos las primeras entregas de Lo de Évole, en las que aún no se diferenciaba de Salvados. Y pocos entendíamos el cambio.
Sin embargo, tras la entrevista con el cantante, el presentador se ha encontrado. Ha redirigido el tono del programa y lo ha convertido en un formato mucho más intimista que el de Gonzo, que aún carga con la responsabilidad de hacer temblar los cimientos del país en cada una de sus emisiones.
Lo de Évole ya tiene alma propia, una personalidad marcada y una etapa vital que plasmar: la madurez de su protagonista (la del presentador y la de los invitados). Esa fase en la que ya cumpliste tus metas y ahora recoges sus frutos. En la que deseas dedicar tu tiempo a los tuyos y a ti. En la que te das cuenta que los grandes temas están más vacíos que las conversaciones en petit comité. Toda una etapa vital que Évole es capaz de plasmar en lenguaje televisivo al entrevistar a fuego lento a invitados como María del Monte, Estopa, Maruja Torres o Unzué. Junto a sus amigos, a sus seres queridos, en su casa... en su vida.
Por eso, ahora más que nunca, su programa se ha convertido en Lo de Évole. Porque es algo totalmente suyo. Él se expresa así. Nos ha enseñado su camino a través de migas catódicas que hemos ido aprendiendo a descifrar a la vez que él. Hasta que ahora es más consciente que antes de su lenguaje televisivo. Tanto que ya está pensando en cómo será su epitafio: “Si me muero pido que repongan el programa con Estopa. Ni el del Papa ni otros. Este que es el que quiero transmitir”. Ya sin complejos, sabe que el suyo no será un epitafio musical, ni escrito, será televisivo.