Crítica

'Gente hablando': izar la bandera de la conversación en tiempos de irreflexión

Además de dormir, pensar y respirar, hablar es sin duda uno de los actos a los que más tiempo dedicamos en nuestro día a día, aunque no siempre sea invertido. Hablamos con los demás, y también con nosotros mismos, estableciendo conversaciones que no tienen por qué ser relevantes, sesudas o placenteras. Hablamos porque forma parte de nuestra naturaleza, nos lo demanda nuestro intelecto y nos lo pide a gritos nuestro corazón. Hablamos porque estamos vivos y, no importa lo simple o la poca atención que le demos, es la manera más evidente que tenemos de expresar lo que sentimos y somos.

Quizás en nuestras memorias seamos más capaces de recordar sensaciones, sonrisas o momentos en su conjunto pero, ¿qué pasa con las conversaciones? ¿Cuánto nos detenemos en ellas, cuánto las repensamos, revivimos y disfrutamos? ¿Y qué hacemos cuando las vemos en pantalla? Sí, cuando vemos a gente hablando, a los mundanos, nada de dirigentes políticos que batallan por llegar a acuerdos imposibles. Qué ocurre cuando dos personas, no importe su edad, sexo o profesión, destinan unos minutos de su vida a conocerse a través de sus palabras y a escucharse a través de cada gesto. De esto, precisamente, va Gente hablando, la serie creada, escrita y dirigida por Álvaro Carmona, que este domingo estrena su segunda temporada en Atresplayer Premium y, el siguiente, en Flooxer.

Las nuevas entregas, por las que su artífice fue nominado al Premios Iris al Mejor guion, las protagonizan nombres como Berto Romero, Itsaso Arna, Miki Esparbé, Gorka Otxoa, Raúl Fernández de Pablo o Manolo Solo. En ellas se mantiene su esencia, aparentemente sencilla, de dedicar sus episodios de 10 minutos a poner en alza el valor de la conversación, y todo lo que revelamos de nosotros mismos en ellas.

Lo inteligente e incómodo, importan

Carmona plantea situaciones dispares con interlocutores muy diferentes entre sí, generando encuentros más o menos cómodos, más o menos sinceros, para acabar hablando de la vida. Ese concepto, tan amplio, complejo y hermoso. Así, la webserie plantea conversaciones como la de un vagabundo y el hombre que acaba de darle cinco céntimos. Juntos, en una cafetería, sentados uno frente al otro. Encarnados en la piel de Manolo Solo y Antonio Durán 'Morris', abren un debate que incomoda a quien lo atestigua.

El que pide es aquí un hombre inteligente, con estudios, genuino y honesto, lejos de la apariencia haraposa y ojerosa que le visten. Una persona a la que, sin embargo, nadie le pregunta cómo se llama para distinguir qué café pide, como sí ocurre con el resto de los clientes del establecimiento.

“A la gente no le gusta pensar en la posibilidad de que le pase esto. Es mejor hacer como que soy invisible”, destapa sobre el desprecio habitual a quienes menos tienen. Y es aquí donde está uno de los grandes valores de Gente hablando, en cómo cada uno de sus personajes, que varían según la entrega, es mostrado bajo el mismo prisma de tolerancia, respeto y justicia. Cada ser humano es retratado como igual, e igual de todo.

Por ello, un mendigo de los muchos que podemos observar por la calle, toma aquí el altavoz para recriminar a aquel que le da limosna: “Te lo has dado a ti, te has comprado la sensación de que eres buena persona”. Pero que nadie se confunda, que esto no va de establecer buenos y malos. Quien recibe estas reprimendas convive también con sus propios problemas, limitaciones y contradicciones. Carmona se encarga de armar de complejidad y evolución a cada uno, permitiendo que generen empatía. Al unísono y construidos a partir de todas sus aristas.

¿Te vas a sentir apelado? Sí

Que vivan los pequeños detalles, lo simple, lo afable y lo espontáneo. Ese algo mucho más realista de lo que en muchas ocasiones vemos acompañado de bandas sonoras y efectos especiales en pantalla. Como la faena de tener que decirle a una madre que no vas a poder cumplir su última voluntad, por falta de presupuesto.

El conjunto de estas conversaciones íntimas permiten así abordar temas universales como las relaciones, el estatus social, el dinero o la madurez. Todas ellas abordadas de la sinceridad, humor punzante y un aura de autenticidad. Tres pilares necesarios para poner en valor la reflexión. Gente hablando es una ficción que demanda al espectador, que le obliga aunque involuntariamente a posicionarse y extraer sus propias conclusiones de las tesituras que propone.

Originalidad por bandera

Si ya de por sí abordar algo tan aparentemente sencillo como la conversación podría ser concebido como una proeza, la propuesta de Carmona va más allá y se arma de originalidad. Especialmente, en su tercera entrega, El comienzo y el final, en la que divide la pantalla para mostrar, como el propio título indica, el inicio y el desenlace de una relación. ¿Qué pasaría si tuviéramos una ventana para ver, durante unos minutos, a nuestro yo del pasado y revivirnos?

En un doble plano secuencia, Miki Esparbé interpreta a un joven en su regreso a casa después de haberse dado el primer beso con la que acaba siendo su novia y, tres años después, el retorno después de haber cortado. Por supuesto, sus expresiones son completamente diferentes, pero consigue con maestría hablarnos del abanico de sentimientos que va desde la ilusión a la profunda tristeza, y todos los estados que recorremos entre medias, siendo profundamente humanos y enamoradizos.

La sutileza embriaga cada escena para vertebrar un relato honesto, agudo e inteligente sobre nuestra especie. Tan dispar y heterogénea, víctima y dueña de su condición, orgánica y potente. Como lo es Gente hablando, en su canto al valor del diálogo y nuestra capacidad de progreso sin edulcorantes, sino desde el punto de vista del intelecto sincero, vulnerable, íntegro e imperfecto.