Crear una serie de éxito es todo un desafío. Saber cerrarla a tiempo, también. La tentación de estirar el chicle ha sido una constante en la industria desde tiempos inmemoriales, tanto a nivel nacional como internacional. En España, por ejemplo, las series en abierto apenas pasan ya de su primera temporada, pero hubo una época en la que ocurría todo lo contrario. Si podían tener siete, ocho o nueve tandas de episodios, las tenían. Todo dependía de los datos de audiencia. Si eran buenos, la serie seguía. Si eran malos, se cancelaba de inmediato. No había más misterio.
Hoy, con los nuevos hábitos de consumo, las plataformas de streaming y la inabarcable oferta de ficción que nos invade, casi cualquier serie en abierto aterriza en la parrilla para irse en cuestión de semanas, sin esperanza de volver salvo que se llame Cuéntame o La que se avecina. Esto impide un mayor desarrollo de los personajes y de las tramas, pero también evita que las series acaben alargándose innecesariamente.
Un ejemplo de esto último lo encontramos en Los hombres de Paco, que empezó como la típica comedia costumbrista y acabó convertida en un thriller con toques satánicos, robots y un superhéroe con habilidades psicoanalíticas (Blackman, interpretado por Asier Etxeandia). La necesidad de reinventarse llevó a los creadores, Daniel Écija y Álex Pina, a introducir giros de guion cada vez más locos y arriesgados. Y si bien la audiencia supo reconocerlos en un principio, al final hubo quien dijo basta y terminó por abandonar el barco.
Los cambios en Águila Roja no fueron tan profundos, pero el paso del tiempo también se dejó notar en sus cifras y en su relevancia, que fue a menos con los años. Aun así, la ficción aventurera de David Janer se despidió tras nueve temporadas ante más de 3,6 millones de espectadores (21.6% de share), si bien muchos de ellos fueron curiosos que se bajaron hace tiempo y volvieron a asomarse movidos por la curiosidad.
'Homeland' regresa para despedirse sin el brillo de antaño
Los hombres de Paco y Águila Roja se fueron, pues, siendo menos relevantes de lo que llegaron a serlo en sus mejores días, aunque dejando una huella imborrable en la ficción nacional. Un balance que también han firmado otras muchas series dentro y fuera de nuestras fronteras. En Estados Unidos, por ejemplo, tenemos el caso de Homeland, cuya temporada final se estrena esta domingo en España a través de Fox (22:00 horas). El drama protagonizado por Claire Danes irrumpió con fuerza en 2011 con una primera tanda tan aclamada por el público como por la crítica, que la coronó como la gran serie de ese año con tres Globos de Oro y siete Premios Emmy, incluyendo el de Mejor ficción dramática en ambos casos. Al año siguiente repetiría victoria en los Globos, pero su presencia en los premios fue menguando con cada nueva temporada. Exactamente igual que su relación con la audiencia, más distante que en sus días de gloria.
El punto de inflexión llegó tras el final de la tercera temporada, cuando el thriller de espionaje perdió a su protagonista masculino, el sargento Brody (Damian Lewis). A partir de ahí, numerosos fans dieron por concluida la serie. No así Claire Danes y Mandy Patinkin, cuyo compromiso para seguir interpretando a Carrie Mathison y Saul Berenson, respectivamente, ha quedado fuera de toda duda. Ambos han sido fieles a una serie, adaptación a su vez de la israelí Prisoners of War, que ha seguido adelante a base de resetear sus tramas constantemente. Unas veces con más acierto que otras, aunque nunca con el impacto de las dos primeras temporadas.
Más allá de reinvenciones y de la continuidad de Danes y Patinkin, el otro gran factor que ha permitido a Homeland alcanzar las ocho temporadas ha sido pertenecer a la que cadena que pertenece. Porque cuando una serie llega a Showtime, lo normal es que lo haga para estar mucho tiempo en ella. No en vano, hablamos de la cadena de Shameless (acabará en 2021 tras 11 temporadas), Dexter (8 temporadas), Weeds (8), Californication (7), Nurse Jackie (7), The L Word (6), Queer as folk (5), The Affair (5), House of lies (5), Episodes (5) y Billions (5, aún en emisión). También de la de Ray Donovan, a la que canceló por sorpresa hace un par de semanas tras su séptima temporada.
Al ser una cadena por cable, lo más importante para Showtime no son tanto las audiencias como la cifra de suscriptores, a los que necesita atraer con marcas potentes. Tener títulos duraderos puede ayudar a retenerlos, aunque eso signifique estirarlos más de lo debido, como evidencian algunas de las producciones mencionadas.
'The Walking Dead', una serie zombi en todos los sentidos
En este sentido, AMC ha demostrado un mejor criterio con sus series, aunque lo que está haciendo actualmente con The Walking Dead pueda indicar lo contrario. La ficción postacopalíptica, que estrena en la madrugada del domingo al lunes (Fox España, 3:30 horas) la segunda mitad de su décima temporada, lleva varios años de capa caída. Como muestra, un dato. Su sexta temporada terminó con una media de 13.1 millones de espectadores. La primera mitad de la décima con 3,3. Y aun así se mantiene como la serie más vista de AMC con más del doble de audiencia que la segunda, su spin-off Fear The Walking Dead.
Esto, unido a las siempre importantes ventas internacionales, explica por qué los showrunners no le ponen fecha de caducidad ni dejan de ampliar su universo televisivo, que en abril se expandirá con un nuevo spin-off (The Walking Dead: World Beyond) y más adelante con una trilogía de películas protagonizadas por Andrew Lincoln, que abandonó la serie madre en 2018 tras nueve temporadas interpretando a Rick Grimes.
La suya no ha sido la única ausencia sensible que ha sufrido The Walking Dead en los últimos años. Lauren Cohan también aparcó su papel de Maggie Green para afrontar otros proyectos, aunque la puerta de regreso sigue abierta para ella. Aun así, la baja más traumática ha sido la de todos esos espectadores han dejado de ver The Walking Dead desde los primeros compases de la séptima temporada.
La llegada de Negan al final de la sexta presentaba un escenario prometedor para refrescar las tramas. Sin embargo, el villano interpretado por Jeffrey Dean Morgan no tuvo el impacto esperado y la serie entró en una trayectoria descendente de la que no ha conseguido recuperarse. Ni en audiencias ni en entusiasmo por parte del público, cada vez más cansado de los capítulos de relleno y de las ramas que no van a ninguna parte. Ahora parece que The Walking Dead va a volver con dos de los episodios más terroríficos de toda su historia, pero ya es tarde. La serie ya no forma parte de la conversación seriéfila salvo para una cosa: pedir que se acabe de una vez por todas. Ese es el sentimiento general, que no unánime, de quienes la siguieron con fervor en su día y ahora, desde la distancia, la ven como una serie zombi.
'Los Simpson' sigue adelante con más pena que gloria
Al igual que ella, esta triste decadencia la han sufrido muchas otras ficciones por no saber acabar en el momento justo. Por 13 razones tenía una primera temporada redonda, pero ahora es una sombra de lo que fue; Prison Break, ejemplo recurrente en estos casos, firmó una tanda inicial de ensueño para caer en la irrelevancia a partir de su tercera entrega; igual que Héroes, que nunca supo mantener el nivel de sus primeros episodios.
Pero si hay una serie que sabe lo que es la decadencia narrativa, esa es Los Simpson. La serie animada por excelencia transita por la parrilla de Fox con más pena que gloria tras 31 temporadas a sus espaldas. Después de haber batido casi todos los récords posibles en la televisión mundial, los vecinos de Springfield ya no tienen nada que demostrar. Pero ahí siguen, encadenando un mínimo de audiencia tras otro, protagonizando polémicas como la de Apu y dando la razón a aquellos que piensan que la serie ya tiene más temporadas malas que buenas. Algo que se puede decir desde hace una década, más o menos.
El caso de Los Simpson, con el de The Walking Dead y otros mencionados, demuestra que el mérito de una cadena de televisión no es solo dar luz verde a una serie de éxito. También despedirla a tiempo para que su recuerdo final no quede ensuciado por vivir de las rentas. Al fin y al cabo, ya lo dice el refrán: una retirada a tiempo es una victoria.