Opinión VERTELE

La importancia de poner los pies en el suelo a los triunfitos tras su baño de masas

M. G. P.

¿Qué haría usted si tuviera dotes para el canto, fuera una persona anónima y, de la noche a la mañana, se ve aclamado por cientos de personas enfervorecidas? Posiblemente, creerse una estrella del rock o, directamente, el rey del mambo. Eso es precisamente lo que, si no se digiere y enfoca bien, les puede pasar a los actuales concursantes de Operación Triunfo (visto lo ocurrido en el pasado).

Este fin de semana, los jóvenes del talent show han salido por primera vez de su encierro para enfrentarse a una realidad que, sin embargo, no tiene nada que ver con sus posibles e incipientes carreras musicales. Ha sido una circunstancia, que diría Ortega y Gasset.

Una realidad absolutamente desvirtuada si hablamos de su condición de artistas. Ha sido en su primera firma de discos por ciudades españolas, donde posiblemente se han visto abrumados por la jauría de fans que esperaban conseguir su autógrafo, tocarles, besarles, fotografiarse con ellos...

Pero no hay nada más efímero que lo ocurrido este sábado de diciembre en Madrid, Barcelona y Valencia. Nada más engañoso para un ego o una cabeza aún por amueblar -algo que resultaría hasta lógico por sus edades y lo que les está tocando vivir súbitamente-. Corren serio peligro de confundirse, de dejarse llevar por la euforia del momento que es puro fuego artificial. Por mucha madurez que tuvieran, nadie está preparado para encajar con naturalidad un impacto de ese calibre.

Ahí entra la figura clave de los profesores en los próximos días. O incluso la llamada de la Academia a un profesional de la psicología que guíe los siguientes pasos de este grupo.

De hecho, en ediciones pasadas, María Palacín, doctora y experta universitaria en esta rama, era la encargada de asesorar a los participantes. En este sentido, seguidores del formato reclaman que OT vuelva a impartir terapias de grupo, provechosas tanto para que los que la reciben como para el telespectador que las escucha.

Noemí Galera, Los Javis y Vicky Gómez, entre algunos de los tutores que más abordan a diario el factor emocional con los triunfitos, deben exponérselo de una forma clara y meridiana. No se trata tampoco de bajarles de la nube (pasajera), ni arrebatar la magia del momento o repetir aquello de “no hay nada más impostor que el éxito o el fracaso”. No, sencillamente, es ponerles los pies en el suelo sobre su situación real: Son concursantes, no cantantes.

Esto es. No son principalmente reclamados en masa por su talento para la música, su atractivo y/o carisma -que muchos lo tienen-, sino porque forman parte de un programa de moda, el boom mediático de la temporada y del que casi todo el mundo habla. Es así de evidente y cruel a la vez. Ellos son diamantes en bruto, sí, pero con telegenia y fecha de caducidad.

La televisión, de nuevo, como enorme plataforma y altavoz para darse a conocer. Si esta máxima no queda trepanada en sus mentes, se equivocarán y lo pasarán mal. Es más, alguno de los que estampaba su recuerdo a una cola ingente de seguidores, en poco más de 48 horas estará eliminado del concurso.

Si no han sabido entender lo que les rodeaba, aumentará su sensación de frustración. Pensarán que han caído en el olvido u ostracismo (los mal llamados juguetes rotos) en un chasquido de dedos. Y es incierto, porque para bajar a los infiernos hay que tocar el cielo. Y ellos ni lo han rozado.

“Nos abandonaron a nuestra suerte... Nos llevaron a la cumbre y luego nos dejaron caer...” son algunos de los lamentos que, repetidamente, han salido de la boca de varios ex concursantes del formato. Por eso, es imprescindible que les digan, las veces que haga falta, lo que realmente son a día de hoy. Tienen una oportunidad única y envidiable para formarse en el tiempo que puedan y su leitmotiv tiene que ir por estos derroteros.

Humildad, trabajo, esfuerzo, armonía, perseverancia... son las únicas claves que deben regir su comportamiento -y así se lo hacen saber desde que entran a la Academia-. Unas directrices que les harán sentirse plenos de verdad, mucho más que el aplauso y el reconocimiento puntual. Ahí reside el triunfo personal, que además conlleva la verdadera admiración del público (aunque sea fugaz).

No es solo evitar la manida frase de “se le ha subido la fama a la cabeza”, sino que comprendan que su popularidad va estrechamente ligada a un show estelar que -seis años después- ha renacido como fenómeno social. Fuera de esas confortables paredes, para la inmensa mayoría, se encuentra solo el camino de vuelta a casa. La experiencia, asumida correctamente y de manera enriquecedora, siempre les quedará.