'El Intermedio' mostró el distinto impacto de la factura eléctrica en barrios ricos y obreros: “Hay que ser alegre con la luz”
El Intermedio ha retomado su sección Barrio rico, barrio obrero para pulsar la opinión de sectores sociales diferentes en torno a un tema candente: el precio de la luz. Thais Villas se desplazó a dos calles diferentes de Madrid para preguntar por el impacto que había tenido hasta el momento la sucesión de récords en el coste del kilovatio por hora en nuestro país. Y, como suele ocurrir, los representantes de las zonas pudientes llamaron la atención por sus respuestas.
La reportera preguntaba a una vecina de una zona rica si también se dedicaba, como contaban en las zonas más humildes, a apagar las luces por casa, a lo que recibía una respuesta negativa: “[Dejo] Todo encendido porque me parece muy alegre una casa encendida. No quiero tristeza”. Villas reconocía no haber escuchado “ese punto de vista” hasta el momento, y la mujer se justificaba: “Todos los arquitectos famosos dicen que la luz suave es elegante”.
Facturas de 5.000/6.000 euros al mes
“A veces me voy a de casa y dejo la luz encendida. Me parece mucho más alegre”, afirmó, y dijo que ser “alegre para la luz” era una “forma de vida”. “Se puede ahorrar en otras cosas como el móvil o el tabaco, pero la luz es un bien que necesitamos disfrutarlo”.
La mujer aseguraba no haber siquiera comprobado la cantidad que había pagado en su último recibo. “No lo he comprobado”, reconocía, antes de echar cálculos: “Tengo distintos negocios, entonces tengo mucha facturación. Estoy hablando de 5.000 o 6.000 euros al mes”. Además, añadió que no le afecta este problema: “Otros temas me afectan más”, aseguró, y señaló como el principal “la degradación de la juventud”
Las diferencias entre barrios
Aunque se tratara de un ejemplo casi paroxístico, esto demostraba el diferente impacto que había a la hora de pagar el recibo de la luz, como era de esperar. Otra inquilina de barrios ricos aseguraba que pagaba “un disparate”, sin dar cifras exactas, aunque aseguraba que era “mucho más de 100 euros”. “Tengo una casa en la que viven muchas personas y un poco grande”, justificaba. Otra señora aseguraba no estar “interesada” en el importe: “No he estado en casa estos últimos dos meses”. Otro hombre se preciaba de hacer “vida normal” y consumir sin miramientos.
En contraste, una vecina de barrio obrero señalaba que había abonado un recibo por valor de 40, que si bien era una cantidad asumible, era muy superior al gasto que acostumbraba a hacer, dadas las dimensiones de su domicilio. “En una caja de cerillas estoy”, rio, al hablar de su vivienda de casi 40 metros cuadrados, y confesó que ha dejado de usar electrodomésticos: “Antes comía más cosas calientes, y ahora como más cosas en frío”. Otra mujer de esta zona aseguraba que le debía a su casera el importe del recibo, porque no estaba en disposición.
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