Si hace una semana los defensores de Daenerys clamaban justicia porque se cumplía un año desde el episodio en el que la Madre de Dragones terminó por convertirse en la gran villana de Juego de Tronos, en la presente, doce meses después de la emisión del desenlace de la serie, intuimos que las redes van a arder más que Desembarco del Rey. Sí, fue el pasado 19 de mayo de 2019 cuando los fans ojerosos deambularon por las calles y oficinas -cual ejército del Rey de la Noche- atónitos, agotados, cabreados, entusiasmados y ya incluso nostálgicos, por haberse metido el último madrugón con el que decir adiós, para siempre, a la ficción.
Los habrá que a día de hoy sigan discutiendo los cierres de las tramas de la producción de HBO, quienes defiendan sus propias teorías y posibles errores cometidos, pero en Vertele hemos decidido rendirnos a la celebración. En tiempos en los que el odio parece proliferar en Twitter más que los aplausos que siguen marcando las 20h de la tarde, hemos apostado por reunir los motivos por los que seguimos recordando -y echando de menos- Juego de tronos.
Los habrá afortunados que, por algún motivo, han llegado al fenómeno tarde, e incluso algún rezagado habrá aprovechado la cuarentena para ver las ocho temporadas de Juego de tronos. Puntuales y tardíos, todos sois bienvenidos a recordar por qué la serie logró marcar una década y por qué, a día de hoy, consigue aún implicarnos como si hubiéramos peleado en alguna de sus batallas, nos hubiéramos enamorado de algunos de sus personajes, hubiéramos asistido a alguno de sus enlaces o simplemente, hubiéramos habitado en alguno de sus reinos.
1. Las batallas
De la de los Bastardos a la de Aguasnegras, todos tenemos nuestra batalla favorita, pero si algo es indudable es que los enfrentamientos bélicos de Juego de Tronos funcionan y quedan para el recuerdo casi como un personaje más. La primera forma parte de la sexta temporada, y arranca con la muerte de Rickon a manos de Ramsay, mientras este corre hacia el encuentro con Jon y su ejército. No llega a tiempo. A partir de ahí, Bolton y Stark luchan juntos, pero son los caballeros del Valle de Arryn traídos por Sansa y Petyr Baelish quienes salvan sus vidas. Y además, como colofón, Sansa puede vengarse de uno de los personajes más odiados de toda la serie, Ramsay, dejando que sea devorado por sus propias perras.
No obstante, el título a la primera gran batalla se lo llevó la de Aguasnegras, como parte de la segunda temporada. En ella, Stannis Baratheon ataca Desembarco del Rey por mar y acaba topándose con la estrategia de Tyrion, que consigue prender y destruir la flota enemiga con fuego valyrio.
Otros de los enfrentamientos más memorables y que consiguieron retorcernos en nuestros sofás fue la del Castillo Negro de la tercera tanda, que supuso el adiós a Ygritte; Casa Austera en la quinta, el primer enfrentamiento a los Caminantes Blancos más allá del muro; y, por supuesto, la de Invernalia en la temporada definitiva. Hicieron falta 55 noches para rodarla y, aunque la oscuridad de la misma generó controversia, no faltaron épica y tensión que terminó por coronar a Arya como la gran heroína -aunque el aplauso se lo lleva Jon por haber montado un rato sobre uno de los dragones-, acabando con el Rey de la Noche.
2. No tener miedo a no dejar títere con cabeza
Seamos sinceros, a ninguno nos gusta ver morir a nuestros personajes favoritos, y mucho menos cuando parece que todavía no les ha llegado su momento. En gran parte hemos sido malacostumbrados a ver películas y series protagonizadas por héroes en cuyo viaje, hasta conseguir su objetivo, consiguen superar todos los obstáculos que se interponen en su camino, salvar a la damisela en apuros de turno y, llenos de sudor y cicatrices, alzarse como los triunfadores arrancando nuestros aplausos llenos de orgullo.
Esta es una técnica de guion que infunde incluso una sensación de tranquilidad en el espectador. ¿Cuántas veces hemos pensado “a este no se lo van a cargar” y no nos hemos equivocado? Pues bien, Juego de tronos, y aquí George R.R. Martin es el responsable de tal acto de osadía, decidió saltarse esta norma y, sin ningún tipo de miramiento, decapitar al mismísimo Ned Stark en el final de la primera temporada, con su hija Sansa como testigo en primera línea.
Pero es más, la serie armó uno de sus mejores episodios para acoger una escabechina Stark aún mayor: la boda roja. En ella, Robb, Talissa y Catelyn fueron brutalmente asesinados por Walder Frey y sus vasallos, dejando huérfanos a los fans de su casa. Estábamos en la tercera temporada y se apostó por matar a tres de los protagonistas para, tras llorar desconsoladamente su pérdida, continuar la historia sin más dilación. También se quedaron por el camino Syrio Forel, el Maestro Luwin, Shae, Shireen y Myrcella Baratheon, Osha, Missandei, Hodor y otros tantos, pero se agradece que la crueldad a la hora de despedir a los personajes más queridos se extienda a los odiados, como ocurrió con el insoportable Joffrey, Ramsey y Tywin Lannister.
Que nadie fuera intocable fue uno de los grandes valores añadidos hasta alcanzar especialmente la última temporada y -ejem- después de que Jon resucitara. Las tornas cambiaron en la propia batalla de Invernalia donde, salvo Jorah y Theon, que mueren con bastante dignidad, el resto de pérdidas no son del todo reseñables. Dato que sorprende teniendo en cuenta que salvo Cersei, prácticamente todo el mundo participa en la lucha -el torpe de Sam incluido-.
3. Recrearse en sus escenas memorables
Más allá de la citada boda roja y las batallas, la épica que acompaña los planos de Juego de Tronos ha permitido que recordar sus escenas sea sencillo, y emocionante. La conversión de Daenerys en la Madre de dragones tras la muerte de Khal Drogo, sus fulminantes 'Dracarys', la boda púrpura, Podrick salvando la vida a Tyrion en Aguasnegras, la venganza y el juicio de Tyrion, la muerte de Hodor, Jaime asesinando al Rey Loco, la explosión del Septo de Baelor, el enfrentamiento entre la Montaña y la Víbora, cada vez que Cersei bebe vino, la pesadilla de Theon siendo prisionero de Ramsay y las últimas palabras de Olenna Tyrell (confesando que fue ella quien envenenó a Joffrey) son un claro ejemplo de ello.
Pero también Jaime perdiendo su mano tratando de salvar a Brienne, Jaime armando caballero a Brienne, Sam siendo el primero en matar a un Caminante Blanco, el dragón Viserion unido a las filas del Rey de la Noche, la caída del Muro con la que los Caminantes Blancos se abren paso a Poniente, la última conversación entre Jaime y Tyrion después de que éste le libere, Sam curando a Jorah, Daenerys emergiendo de la Fortaleza Roja con las alas de Drogon a su espalda, Sansa convertida en Reina del Norte y cómo Drogon funde el Trono de Hierro forman igualmente parte de esta generosa lista.
4. Crear el concepto 'Paseo de la vergüenza'
Es cierto que el “paseo de la vergüenza” de Cersei podría incluirse como uno de los momentos memorables de la serie, pero hemos optado por separarlo por la forma en la que, como concepto, hemos podido aplicarlo a nuestras vidas. A nadie se le habría ocurrido calificar de mejor forma los regresos a casa tras una noche de fiesta y una resaca; o tras haberla liado y tener que volver, a la luz del día, con la misma ropa del día anterior -y sin desmaquillar- a nuestros humildes hogares o incluso puestos de trabajo.
Pero recordemos el momento que marcó el final de la quinta temporada de Juego de tronos. Cersei había sido hasta entonces uno de los personajes más inquebrantables de la serie, siempre dispuesta a defender lo suyo y a los suyos, seria, decidida, valiente y muy consciente de las reglas del juego. Sin embargo, tras desobedecer las órdenes del Gorrión Supremo, que la instaba a pedir perdón por pecados, y ya sin su melena, la Lannister es obligada a caminar desnuda por las calles de Desembarco del Rey ante los insultos, maltrato y golpes de todos los que se cruzaron en su camino -y la pesada de la septa Unella gritándole “shame/vergüenza” en la oreja-. La grabación de la escena fue descrita por la doble de Lena Headey, Rebecca VanCleave, como una de las experiencias “más aterradoras” de su vida.
5. Ser la última gran serie que disfrutamos juntos
La irrupción de las plataformas, liderada por Netflix y su apuesta por lanzar todos los episodios de sus series a la vez, cambió la manera en la que vivimos y experimentamos las producciones a nivel mundial. La bulimia audiovisual llegó para quedarse y, ahora los fenómenos televisivos se mantienen como tal durante apenas unos días, o incluso horas. La magia de la espera durante siete días para conocer el devenir de la ficciones ha perdido mucho peso, aunque todavía haya servicios que siguen apostando por el lanzamiento semanal de sus episodios. Claro que hasta ahora, aunque The Mandalorian haya querido pisar fuerte, ningún título ha conseguido volcar al planeta como lo hizo Juego de tronos.
Es cierto que su desenlace coincidió con la llegada de Chernobyl, que muchos alabaron, pero siendo esta una miniserie de cinco episodios, sólo acaparó la atención mes y medio. Por contra, la ficción creada por David Benioff y D. B. Weiss mantuvo en filo a sus fans desde que el 17 de abril de 2011 se emitiera su primera entrega, hasta la última el 19 de mayo de 2019. En total, ocho años de agonía entre temporada y temporada, convirtiendo cada capítulo en un evento y hasta generando una -enfermiza- preocupación por llegar al visionado libre de spoilers. Un miedo que en España obligó a madrugar y ver los capítulos a horas indecentes con las que disfrutarlos libres de todo adelanto.
Mucho tiene que ocurrir para que dentro del inmenso océano de producciones y propuestas que se nos ofrecen, alguna consiga destacar y generar el vínculo que consiguió Juego de tronos. Que logre implicar así a sus espectadores como para hacerlos sentir tan partícipes. Y por supuesto, que sea capaz de alcanzar el nivel de experiencia colectiva, abrazando a públicos de todas las edades con las que permitir compartir en cualquier mesa las impresiones sobre sus tramas y personajes.
6. Familias para todos los gustos
“Es el apellido el que prevalece. Es lo único que queda. No tu orgullo personal, no tu honor… sino la familia”, Tywing Lannister lo explicó así de claro. La familia es lo más importante. Es precisamente esta concepción la que lleva a cada una de las casas a enfrentarse y a la vez tener sus propias rencillas. Porque seamos claros, no se salva ni una. La propia Catelyn Tully lo reconoce igualmente: “Los hijos son otro tipo de batalla, sin estandartes ni cuernos de guerra, pero no menos violenta”. Así, la defensa a ultranza de los genes, la venganza y el ansia de poder y trono vertebra la serie desde su inicio al fin.
Si en el caso de los Lannyster, tenemos a una madre muerta en el parto, un padre que odia al menor de sus hijos, Tyrion, por ello, y dos hermanos enamoradísimos (Jaime y Cersei); en el caso de los Stark tenemos al intachable Eddard y Catelyn y sus cinco hijos, Robb, Sansa, Arya, Brandon y Rickon, más el “adoptado” Jon Nieve, que en realidad es hijo de Lyanna Stark y Rhaegar Targaryen. No sé si lo recordaréis, pero hacían falta unos cuantos capítulos para enterarse -más o menos- de los árboles genealógicos de la serie, y con ello comprender sus contextos y el por qué de sus enfrentamientos o amistades. Y ojo, que faltarían por desarrollar los Tyreell, Arryn, Greyjoy, Martell, Tully y Baratheon. A todas ellas, eso sí, se les acaba cogiendo cariño por algún motivo.
7. Sus frases memorables
- “Hoy no” (Syrio Forel)
- “El invierno se acerca” (Ned Stark)
- “Un Lannister siempre paga sus deudas” (Tyrion Lannister)
- “El norte no olvida”
- “Cuando se juega al Juego de Tronos, solo se puede ganar o morir” (Cersei Lannister)
- “La gente aprende a amar sus cadenas” (Daenerys Targaryen)
- “Nunca olvides lo que eres, el resto del mundo no lo hará. Llévalo como una armadura y nunca lo usarán para herirte” (Tyrion Lannister)
- “Los dioses no tienen piedad, por eso son dioses” (Cersei Lannister)
- “Supongo que es duro aceptar un error para un fanático. ¿No es ese todo el sentido de ser un fanático?” (Varys)
- “La única forma de que te sean leal es inspirando más temor que tu enemigo” (Cersei Lannister)
- “ La verdadera historia del mundo es la historia de grandes conversaciones en salones elegantes” (Tyrion Lannister)