Un día tras las cámaras de 'MasterChef' para descubrir a los “pepitos grillos” cocineros
Nervios, concursantes, competición, jueces, cocina... y televisión. Sobre todo mucha televisión. MasterChef ha creado un pequeño universo en cada uno de sus rodajes, que en Vertele pudimos vivir durante la grabación de la primera prueba de su sexta gala, que TVE emitió la noche de este martes.
La productora del formato, Shine Iberia, nos brindó la ocasión de palpar junto a los participantes la tensión previa al inicio de la prueba, de comprender lo rápido que parece correr el tiempo en la misma, y de ponerse en su lugar cuando los jueces, acompañados por el invitado, acuden a “pasar revista”.
Pero sobre todo pudimos ver cómo la experiencia acumulada en siete ediciones del formato, a las que pueden sumarse otras seis del 'Junior' y tres más del 'Celebrity', permite que el equipo no acuse ni la obligada “rotación” de sus profesionales debido a la mezcla del equipo de la productora y de TVE.
La parte de “reality” no se ve, pero influye y aporta
Las grabaciones televisivas suelen ser tediosas y bastante repetitivas. Pero en un talent como este en el que el tiempo es un factor fundamental durante las pruebas, lo habitual cambia.
Nada más entrar al enorme plató del programa, en un recóndito polígono de un pequeño pueblo de la Comunidad de Madrid, podemos ver la fila de concursantes preparados para hacer su entrada estelar por la puerta de MasterChef, esa que luego pueden ver los espectadores. Es el único momento que tienen para ponerse nerviosos.
Con apenas un par de repeticiones para garantizar una perfecta realización de la presentación, todos pasan a estar ante el jurado. Y llega la primera sorpresa: tienen una nueva compañera, Samira, para sustituir al lesionado Josecho. Ni la emoción de la nueva aspirante ni los aplausos y alegría de sus nuevos compañeros (y a la vez contrincantes) son fingidas. Se respira buen ambiente. Aunque no es oro todo lo que reluce.
Tras incorporar a Samira, el jurado les explica la novedad de que la primera prueba será por parejas y por turnos. Ahí se destapa la parte de “reality” que los espectadores no vemos. Más allá de en las grabaciones de las pruebas, los participantes conviven en una casa cercana al plató. Es donde se generan alianzas y roces que pueden verse en pantalla, y que se aprecian perfectamente al analizar sus reacciones. Los jueces se dan cuenta, y tanto por ellos mismos como “dirigidos” a través del pinganillo por los responsables del programa, saben sacar punta a esos momentos preguntando a los aspirantes por su valoración.
De plató a deliciosa cocina, con despliegue de cámaras
Tras una brevísima pausa en la grabación para colocar las 9 cámaras del plató (a las que se suman otra robotizada y otra de grúa) y para explicar rápidamente a Samira dónde estaba cada herramienta de cocina, las caras por las parejas dieron paso a la sorpresa, y directamente a las caras de asco, al levantar las cajas y ver a liebres muertas a las que antes de cocinar tenían que despellejar como les habían enseñado. Fue entonces cuando el hasta ese momento plató televisivo se convirtió también en una cocina.
Los olores empezaron a impregnar el plató. Al principio no tan agradables, cuando se ocupaban de los animales, pero luego para hacer que los estómagos de todos los presentes quisieran acortar la hora de comer. Desde el comienzo al final de la prueba, el reloj no se detiene. El formato cumple con el tiempo que da a los concursantes, sin parones por ningún motivo.
La calma de los cocineros al principio de sus turnos sólo se rompe cuando desde dirección avisan a los jueces a través de sus pinganillos de que tienen que irse acercando a visitarles uno a uno acompañados del invitado, en este caso Luis Lera. Samantha, Pepe y Jordi se mantienen en sus puestos en todo momento (ella aguantando sobre sus taconazos), y aprovechan para bromear y charlar cuando la grabación da un respiro, aunque sin perder de vista a los concursantes, como demuestra Samantha gritándoles varias veces para recordarles las reglas.
Los cocineros “pepitos grillos” de los participantes
A medida que el tiempo avanza, la tensión aumenta. El buen rollo evidente entre los tres jueces, haciéndose bromas sobre cómo marchan sus equipos, contrasta con la concentración de los participantes. Un detalle llamativo, y que no se ve en pantalla, es que durante pruebas como esa cuentan con dos cocineros del equipo del programa que les recuerdan la receta del invitado si a los participantes se les olvida y prefieren asegurarse. El equipo de redacción también interviene con una cámara, para hacerles preguntas en las que valoran cómo llevan la prueba, como se ve luego en cada entrega de MasterChef.
Todo está perfectamente medido y controlado, respetando los espacios de trabajo de los concursantes y su tiempo para completar el plato, pero sucediéndose las visitas de los jueces con el invitado, las de los redactores con la cámara, y en menor medida las consultas a los dos cocineros ayudantes que “guían” a los participantes con dudas sobre la receta del invitado. Incluso cuando hay algún pequeño susto, como el corte que sufrió Gloria, el equipo médico atiende rápidamente fuera de cámaras y permite que vuelvan a su posición.
Cuando el nerviosismo ya ha alcanzado su máxima cuota, y cuando el plató huele de forma similar a la cocina del mejor restaurante imaginable, los últimos segundos se viven casi como un suspiro. Al escucharse el “manos arriba” de los jueces, los participantes se relajan y exclaman “que sea lo que dios quiera”.