'Mira lo que has hecho' regresa con su segunda temporada a Movistar+ este viernes 22 de febrero.
Vuelve con la misma esencia - más Berto Romero y Eva Ugarte, más maternidad y paternidad y niños y colegios y profesoras y gamberradas tan tiernas como desquiciantes... - pero con una vuelta de tuerca que supone un interesante aliciente para los que (como yo) no sintieron atracción por el tema hijos en la primera temporada.
Esta vez, la serie propone un juego de espejos entre la realidad y la ficción que deja en evidencia la locura en la que viven los actores.
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Lo mejor: nuevas preocupaciones
Sobre la primera temporada escribí que no me interesó porque el tema de los hijos me cansa tanto como las charlas con amigas que acaban de ser mamás.
Pero mientras esos primeros capítulos se centraron en todo el tema de la maternidad, estos nuevos lo amplían con otras preocupaciones de pareja: la infidelidad, la soledad, la rutina, la huida...
Y por si el cóctel no fuera suficiente, Berto se presta a caminar por la delgada línea que separa la vida de un actor entre la real y la ficticia. El protagonista y creador nos muestra lo fascinante de vivir sin actuar durante los inicios de una relación, cuando las mariposas revolotean y la ilusión de un primer hijo deja a un lado cualquier glamour profesional.
A la vez, en un ejercicio maravilloso de narrativa paralela, refleja cómo a la vez que la rutina oscurece la vida en familia, deja de “ser una comedia para convertirse en una tragedia”, se ilumina cada vez más esa otra fantasía que vive en los guiones: “¿Sabes lo que me jode de verdad? Encontrarme más a gusto con la familia que me he montado que con la que tengo aquí”. Con esa frase sentencia una de las pesadillas de cualquier intérprete y su pareja: que prefieran la ficción a la realidad.
Para aumentar en el espectador esa sensación de locura entre dos mundos, Berto cuenta con los consejos de Antonio Resines y Andreu Buenafuente dos expertos equilibristas que llevan años paseándose por esa cuerda floja sin aclarar el lado que prefieren.
Aunque el protagonista acabará - al menos en esta temporada- escogiendo uno de ellos.
Lo peor: lo previsible
Lo menos bueno de la segunda temporada es lo previsible de la historia. Desde pequeños detalles en el guion que nos mastican lo que ha ocurrido o las travesuras del niño que se adivinan con facilidad, hasta las predecibles elecciones del protagonista que siempre son las “correctas” y que dejan al espectador con ganas de verle en tesituras mucho más conflictivas.
Berto (el personaje) es un buen hombre que, en el fondo, nunca va a hacer nada que pueda dañar a sus seres queridos. Y eso es algo que en comedia hemos visto demasiadas veces: personajes masculinos más humanos y humorísticos que hacen gracia por contraste a los femeninos mucho más serios y censores. Como es Sandra o Bego.
Por eso, esperaba más atrevimiento en esta segunda temporada en la que se tocaban nuevos temas y el personaje podía romper esquemas: enfrentarse al estigma de la infidelidad, lograr que aún así siguiera cayéndonos bien, darle incluso humor a eso y lograr que ellas sean tan víctimas y graciosas como ellos.
Hemos aceptado antihéroes impensables en el drama, seguro que estamos preparados para conocerlos en la comedia.