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Especial
Las biografías siempre han sido uno de los géneros más apasionantes de la no ficción. Más aún, cuando es el propio protagonista el que te explica la historia de su vida. Pero en los últimos años, las cadenas y plataformas se han vuelto adictas a reformularlos y convertirlos en realities de la vida diaria de una celebridad.
De esta forma, hemos podido descubrir cómo Paris Hilton organizaba su boda con Carter Reum, durante 13 capítulos en Paris in love para Peacock. Hemos escuchado a Justin Bieber y Hailey Bieber reflexionar sobre su matrimonio en Justin Bieber: our world. O probar una (estresada) degustación de la vida de Dabiz Muñoz durante las dos temporadas de El Xef. Estos personality shows pretenden justo lo que esta denominación plantea: construirse en torno a su personalidad, exponerla sin ambages.
Sin embargo, cuando Kim Kardashian se divorció de Kris Humphries– con el que había aparecido en su reality Keeping up with the Kardashians, desde que se conocieron, casaron y hasta que se separaron- su publicista confesó que al joven le habían retratado siempre de manera negativa ante las cámaras, con la idea de provocar un matrimonio de corta duración y generar más dinero. Entonces… ¿cuánto hay de realidad en estos realities? ¿El programa se estructura según la personalidad, o es esta la que se moldea?
El poder del audiovisual es incontestable y la realidad tiene muchas versiones. Pero cuando se da voz a unos rostros conocidos, sin réplica de ningún tipo, lo que estamos viendo es solo la parte de su vida que nos quieren mostrar. Poniendo luz a lo que más brilla mientras se ocultan las sombras. Un lavado de imagen, en muchos casos, que aparece en forma de reality cuándo y cómo interesa:
Sergio Ramos, uno de los futbolistas españoles más admirados y queridos de nuestro país, estrenó en 2021 La leyenda de Sergio Ramos, su reality en Amazon. En él muestra una vida idílica, tanto a nivel profesional en el fútbol, como a nivel personal en su lujosa mansión con Pilar Rubio y sus hijos.
Por su vida diaria parece no pasar ninguna contrariedad, problema o disgusto. Aunque un año antes Hacienda le obligara a pagar una multa de un millón de euros por evadir impuestos de los derechos de imagen.
También a Omar Montes se le olvida una parte importante de su vida al relatarla en El Principito es Omar Montes, su formato de no ficción para Prime Video. En él, toda la narración gira en torno a su talento en la música. Sus recuerdos siempre van en esa dirección: cómo la afición musical le salvó de una vida muy precaria, cómo sus amistades son las mismas de siempre y todos han crecido y evolucionado gracias a sus composiciones.
Una vida de penurias, para un “erudito” de la música, hasta que llega a convertirse en el artista más escuchado de Spotify en 2020. Pero poco se habla de la relación que realmente le catapultó a la fama: su noviazgo con Isa Pantoja. De ahí pasó a GH VIP y seguidamente ganó Supervivientes 2019, convirtiéndose en una cara conocida para los millones de espectadores que ven esos realities en los que empezaron a pinchar su música (doble promoción). Sobre ese pequeño (gran) detalle se pasa de puntillas por el documental. Documental, curiosamente, producido por Unicorn Content, productora de confianza de Mediaset (El programa de AR) que ha sido crucial para lanzar la carrera del joven.
El dato: Omar Montes, el falso 'Principito' que corta una entrevista si no le gusta una pregunta
'Soy Georgina' (Netflix)
Algo parecido al ahora ubicuo cantante le ocurre a Georgina Rodríguez en Soy Georgina, su reality (o falsity) para Netflix. La pareja de Cristiano Ronaldo y madre de sus hijos, se hizo famosa del día a la mañana cuando apareció de la mano del futbolista. Nada se sabía de esa joven de Jaca que había pasado de ser una dependienta anónima a la novia del futbolista más seguido del mundo.
A partir de entonces hace alarde constante de su lujosa y multimillonaria vida. Un cuento de hadas que no deja de mostrar la producción que, sin embargo, se olvida por completo de lo que realmente interesa al espectador: ¿cómo era su vida antes de saltar a la fama? Eso es lo único que no conocemos y seguimos sin hacerlo después de ver el reality, ya que pasa muy de puntillas por aquellos recuerdos de los que, incluso, podría parecer que la avergüenzan.
Nuestra crítica: Si estás viendo 'Soy Georgina' en Netflix, te explicamos el “falsity” que es en realidad
Tamara Falcó también tuvo su propio reality en Cosmo: We love Tamara. Una apuesta que se limitó a seguir a la hija de Isabel Preysler por todos los eventos a los que la invitaban, ostentosas citas con amigos y amigas por los mejores lugares de Madrid e intereses siempre correctos.
Nada de su vida se sale de los márgenes de lo políticamente correcto: ni su lenguaje, ni sus aficiones, ni absolutamente nada de lo que le ocurre a diario. Divertida y aburrida a partes iguales, lo único que te llevaba a pensar la producción es si alguna vez en su vida se permite explotar y ser incorrecta. Quizá no ocurre nunca y por eso fracasó la apuesta. Esto no ha importado a Netflix, que ya ha comunicado su apuesta por construir un nuevo formato centrado en ella: Tamara Falcó: la marquesa, al estilo del de Georgina Rodríguez.
Todos estos casos reflejan un conflicto entre el acercamiento a la personalidad de una figura conocida y un condicionante publicitario: en ese conflicto entre la imagen que se quiere proyectar ante el público y la que lo define está el interés de la telerrealidad. Su objetivo, al menos en su definición, radica en la ausencia de intermediación, en conocer a sus protagonistas de forma directa, no solo lo que interesa. Si no, lo que queda es un simulacro. Más interesante o menos, pero simulacro al fin y al cabo.
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