'Por el mundo a los 80': cuando las emociones germinan, pero no florecen
Para plantar cara a 'Me quedo contigo', el nuevo dating show de Jesús Vázquez en Telecinco, Antena 3 emitió 'Por el mundo a los 80', su nuevo docurreality en el que seis octogenarios recorren distintas partes del mundo acompañados por Arturo Valls.
El formato, producido por Antena 3 con la colaboración de Boxfish TV ('Bake Off'), tenía por premisa cumplir los sueños de sus veteranos participantes a la par que viajaban por algunos de los enclaves más bonitos del globo.
Sin embargo, el buen planteamiento del concepto queda cercenado por la duración del programa y su ritmo lento, que convierte un emotivo visionado en una experiencia que se antoja excesivamente larga para los espectadores.
Protagonistas que se hacen querer
Seis experienciados individuos serán los encargados de vivir aventuras alrededor del mundo. Tres hombres y tres mujeres con distintos perfiles y diferentes historias. María Luisa, Juan, María, Francisco, Antonio y Paquita componen el casting de 'Por el mundo a los 80'.
Sus aspiraciones, anhelos y experiencias se entremezclan en el formato para convertir cada viaje en una relato único. En la primera entrega, el grupo viaja a Tanzania para satisfacer el sueño de juventud de María Luisa: ser misionera y preparar paella para los más necesitados. También, en la segunda parte del programa, Juan tiene la oportunidad de plantar un almendro en una ubicación muy especial de Turquía.
Cada uno de los ancianos se convierte en protagonista de un viaje, una fórmula que funciona más por el carisma de los mayores que por la mecánica del programa. Su capacidad para tocar el corazón del espectador se hace patente cuando se emocionan, ríen o rememoran su pasado. Sus interacciones están plagadas de ternura, pero también hay momentos para el humor.
Las mujeres toman en muchas ocasiones el mando, se animan a bailar, reír, llorar o analizar las situaciones. Los comentarios de María, una de las participantes, nunca pasan desapercibidos. Es capaz de hablar a los espectadores mientras se agarra al brazo de un masái y afirma: “Yo me lo llevaba para mi nieta” o de bajarse de un todoterreno bajo el sol azotador de Tanzania y sorprender a Arturo Valls con un: “Esto es freírse el chocho”.
Emocionalidad desaprovechada
Los atisbos de telerrealidad del programa, que aglutinan una perspectiva vitalista de la vejez con grandes dosis de melancolía, son las auténticas joyas de 'Por el mundo a los 80'. Como espectador, se acaba prestando más atención a las reacciones y respuestas de los participantes que a los viajes o los destinos visitados.
Se intenta dar una cierta sensación de pomposidad a las travesías, pero los lugares donde transcurre la acción carecen de importancia cuando lo relevante son los protagonistas. En ocasiones, se pierde tiempo en recorrer lugares o mostrar espacios que no aportan nada a la narración. Quizás, deberían haberse buscado enclaves destinados a generar momentos entre los seis veteranos y haber puesto el foco en ellos de forma continua.
También da la impresión de que algunos destinos, en el caso de Juan, se han escogido de forma baladí. No se encuentra ninguna razón por la que el segundo viaje, destinado a plantar un árbol, haya tenido que realizarse en Turquía. Esto choca con el primer enclave, Tanzania, un lugar que sí tenía relación emocional con el objetivo de la protagonista.
Duración excesiva que lleva al tedio
En tiempos donde el consumo de contenidos se ve condicionado por el tiempo, las cadenas de televisión siguen apostando por un prime time eterno que hace que los programas necesiten de una dosis extra de ritmo y espectacularidad para que el espectador no acabe cayendo en los brazos de Morfeo.
'Por el mundo a los 80' une dos viajes de 50 minutos cada uno. El primero, bastante mejor planteado que el segundo, consigue entretener, emocionar e, incluso, crear un vínculo sentimental con los protagonistas. Sin embargo, una segunda entrega de la misma duración se hace completamente soporífera.
Si Antena 3 arriesgase y aplicase la misma fórmula que ejecuta con las series, reduciendo la duración de cada entrega, el espectador saldría muy beneficiado y el producto podría brillar. Sin embargo, el azote de la competencia condiciona cualquier maniobra televisiva.
Sobra documental y falta reality
'Por el mundo a los 80' ganaría mucho si se redujese su duración y se aprovechase el gran potencial de sus protagonistas. La gran labor de casting se ve empañada por una ejecución que mete los pies en el reality, pero que no se atreve a zambullirse.
Este formato podría haber sido una excelente oportunidad para demostrar que la telerrealidad no consiste únicamente en el conflicto y la pelea continua. Los seis ancianos y ancianas del programa podrían haber brindado más lecciones de vida, contado más historias y logrado que el espectador quedase completamente prendado de la belleza de la senectud.