La figura del vampiro ha estado en el imaginario de la sociedad occidental desde hace más de cien años. El ejemplo más reciente lo encontramos en la quinta y última temporada de Los Originales, que se ha estrenado este viernes en The CW. Sin embargo, la primera referencia más popular de la criatura evoca al Drácula de Bram Stoker (1897), estimada por muchos como la ópera magna del mito.
El vampiro del novelista irlandés tendría su propia proyección cinematográfica casi tres décadas después: el Nosferatu (1922) que Friedrich W. Murnau presentó ante el espectador adoptaba la forma de un ser cadavérico, de largas uñas y dientes, sometido al poder de la religión y que desataba sus primitivos instintos al igual que lo haría un escualo en un banco lleno de sangre. Murnau mostró y asentó así las bases de la imagen de una criatura que infundía verdadero pavor; un monstruo de cuyas características beberían, nunca mejor dicho, futuros creativos más tarde.
Un lustro después Tod Browning dirigiría la segunda película sobre el género: London after Midnight (1927), en el que el vampiro ya no tiene las uñas largas, pero da el mismo miedo. No obstante, sería otra de sus películas, bajo el amparo de Universal Studios, la que aportaría un cambio radical al ideal con un Bela Lugosi en estado de gracia: Drácula se personificaría ante el espectador como un dandi de la oscuridad: una criatura mitológica de nariz empolvada enfundada en un frac. Poco quedaría entonces del físicamente espeluznante vampiro de Murnau; la compañía estadounidense dispuso en la gran pantalla a un aristócrata que, aunque igualmente dominado por su sed, resultaba peligrosamente arrebatador.
El empeño de Universal por exprimir hasta la última gota de todos sus monstruos, el príncipe de las tinieblas incluido, hizo que poco a poco su poder evocador fuera diluyéndose en secuelas cada vez más apresuradas y posteriormente en crossovers que terminaron por rebajar la mordida del conde tal y como fue concebido.
Luego llegaría Christopher Lee con la Hammer Films para protagonizar Horror of Draculaen la que, aunque intimidante y especialmente agresiva, su versión del mito se volvería mucho más erótica. La escena de ingesta clásica se sexualizó introduciendo además un ingrediente que lo cambiaría todo: la criatura comenzará a adoptar cualidades humanas que se verán reforzadas en posteriores filmes de la productora con Lee.
El proceso de humanización del ser proseguiría su evolución en la pequeña pantalla con Dark Shadows (1966 - 1971) en la que su protagonista, Barnabas Collins, se enamora profundamente de una joven con cuya apariencia volvería a toparse tiempo después de su muerte, en otra mujer. Esta premisa sería empleada décadas más tarde en la exitosa True Blood (2008 - 2014), donde los vampiros dejan de ser temidos por la sociedad e incluso se integran en ella, eso sí, como minoría; en esta, existe incluso un sucedáneo de la sangre humana que evita los ataques. Drácula deja de ser una amenaza para convertirse en paria.
En este sentido, cabe destacar también la serie Being Human (2009 - 2013). Aclamado por la crítica, este drama de la BBC mostró la surrealista convivencia entre un vampiro, un hombre lobo y una fantasma como compañeros de piso mientras tratan de esconder su verdadera naturaleza a sus vecinos humanos. Aquí, el protagonista extraordinario enfoca sus esfuerzos en sugerir normalidad. Todo un disparate de premisa que convirtió a Being Human en una de las ficciones más populares de la televisión británica.
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Tras la cinta de Hammer Films el vampiro continuaría su andadura cinematográfica hasta 1992, cuando Francis Ford Coppola realiza una vuelta a los inicios de la mano de Bram Stoker's Dracula. Al menos, en cuanto a apariencia, pues el Conde se encuentra en una encrucijada personal que va más allá de la búsqueda de alimento y que también remite al caso de Barnabas Collins.
Dos años después, Warner Bros. adaptaría las novelas de Anne Rice y estrenaría Entrevista con el vampiro (1994). Brad Pitt y Tom Cruise darían vida a los chupa-sangres protagonistas, lo que inevitablemente provocaría la absoluta erotización de la criatura de la noche. Lo mismo sucederá en 2008 con el estreno de Crepúsculo, película con la que incluso asistimos a una involución del género en sí mismo en el que drácula no solo no da miedo, sino que encima brilla.
Aunque anterior al empalagoso romance de Edward y Bella, cabe mencionar la saga Blade (1998 - 2004) por su aportación al tratamiento del monstruo. En esta, la -híbrida- criatura se convierte en enemiga de su propia especie; “El que ha visto el sol” utiliza toda una serie de habilidades marciales para acabar con la existencia de todos sus congéneres.
Por otra parte y cambiando de medio, tras Dark Shadows llegaría la cazadora de vampiros más famosa de la televisión: Buffy, the Vampire Slayer (1997 - 2003) devolvería a las criaturas su lado oscuro, aunque con excepciones. Tanto Angel como Spike demuestran tener sólidas capacidades humanas al margen de su apariencia y pasado como leyendas del mal, pues ambos se enamorarán perdidamente de Summers.
No sucederá lo mismo en The Strain. El Maestro, también conocido como Sariel, es un despiadado strigoi que busca extender el brote vampírico primero por Nueva York y después por el mundo entero. Su aspecto amenazador, carente de nariz, un largo aguijón y la falta de vello, amén de su tez cetrina y sumado a sus poderes sobrenaturales como su increíble fuerza, le transforman en el Rey de las Pesadillas. Así, Sariel abandona los planteamientos modernos del vampiro -erotización, apariencia y cualidades humanas- para regresar a su ataúd.
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La ficción de FX convivirá durante un par de años con The Vampire Diaries (2009 - 2017) y su spin-off, The Originals (2013 - 2018). Estos siguen la estela de True Blood y se arman como una suerte de productos teen drama. Los enredos amorosos y la exposición de los sentimientos están a la orden del día, independientemente de la naturaleza humana o no muerta de los personajes.
El vampiro vuelve a mostrarse como objeto de deseo y deja de infundir temor. Se les muestra como individuos aparentemente ordinarios salvo por la -pequeñísima- particularidad de alimentarse a base de sangre. La protagonista, una humana, se verá envuelta en un triángulo amoroso con dos hermanos sobrenaturales: los Salvatore -uno de ellos, de hecho, seguirá ligado próximamente al género con Netflix-. The Originals, por su parte, explora la existencia de la primera generación de vampiros; privilegiada posición que además les otorga una serie de poderes extraordinarios.
A modo de conclusión, podría decirse que el mito adolece de una evolución cíclica; se retroalimenta de lo ya existido y de los otrora nuevos planteamientos en función de las intenciones que posea la historia que se pretende narrar. Pero da la sensación de que todo se ha inventado ya: el público juvenil disfrutará más de aquellos adonis de largos colmillos, mirada pétrea y andares de noble; no solo integrados en la sociedad humana sino que además se relacionan activamente en ella. Su apariencia será predominantemente atractiva y deseable si sus propósitos pasan por controlar sus instintos depredadores, y adoptará un aspecto mucho más aterrador si se decantan por lo contrario.
Mientras que aquellos creativos que revisiten el género con la expectativa de infundir cierto temor, deberán elegir un enfoque diametralmente opuesto y apostar por el arquetipo de Murnau. Regresar a las cavernas, sumirse en la oscuridad y constituirse como una amenaza potencialmente peligrosa para la especie humana. Bon appétit!