Hollywood ya ha extendido la alfombra roja a toda su corte de rutilantes estrellas. El Dolby Theatre de Los Ángeles ya cuenta las horas para dar cabida a la nonagésima edición de los Premios Oscar. La intriga en torno a los galardonados con tan precioso fetiche siempre se repite, y este año la pugna parece particularmente reñida. No obstante, los últimos doce meses han estado marcados en la ciudad de las estrellas por algo más que la calidad de su cine.
2017 ha sido el año del desenmascaramiento de Harvey Weinstein, Kevin Spacey y otras tantas figuras poderosas de la industria, acusados por múltiples voces de agresiones sexuales de todo tipo a lo largo de las últimas tres décadas en el seno de la industria. Han sido muchas las actrices (Rose McGowan, Ashley Judd, Asia Argento, Uma Thurman, Evan Rachel Wood, entre muchísimas otras) y también algunos actores (Terry Crews y Brendan Fraser) que han denunciado públicamente los abusos verbales y sexuales sufridos a lo largo de su carrera. El movimiento #MeToo ha alcanzado una resonancia que nadie podía prever y que ha llevado a las vacas sagradas de la Babilonia que es Hollywood a ver descubierta una turbia naturaleza.
La aparición de una estatua del antiguo dueño de Miramax y TWC, en albornoz, en la ciudad a escasas 48 horas para el evento, ya nos avanza la intensidad que alcanzará la discusión. Jimmy Kimmel, que repite al frente de la ceremonia, ha adelantado su intención de no haber chistes a costa de estos abusos, en tanto no quiere estropear la que puede ser la noche de su vida a alguien recordando sucesos traumáticos de su pasado. “No serviría para frenar esos malos comportamientos”, argumentaba, aunque bien es seguro, como ya ocurrió en los Globos de Oro, que las personalidades que suban al estrado a enumerar sus agradecimientos aprovecharán el altavoz para denunciar y insistir en la necesidad de cambio.
Un cambio que va también a lo político, con una oposición abierta de la meca del cine a Donald Trump, cuyo nombre será no pocas mencionado en los discurso (el presentador ya ha matizado que no tendrá reparos en pisar esta parcela).
La convulsión se refleja en el cine y también en sus premios. De ahí que durante los 89 años de existencia de los Oscar (en 1930 se celebraron dos galas, de ahí el desajuste de números) las estrellas hayan utilizado su momento de mayor fulgor para hablar de algo más que cine. A continuación, exponemos una lista de ejemplos que bien sirven para recrear una cronología de la reciente historia de Estados Unidos, con sacudidas a sus cimientos que arrancan desde el final de la Segunda Guerra Mundial hasta nuestros días.
Harold Russell y su elogio a los veteranos de guerra (1947)
Comenzamos nuestro recorrido yendo hacia atrás en el tiempo hasta plantarnos en la decimonovena edición, que tuvo en Harold Russell al gran triunfador de la noche. Este veterano de la Segunda Guerra Mundial, donde perdió ambas manos, recibió dos estatuillas por su excelente labor en Los mejores años de nuestra vida de William Wyler: el primero, como mejor actor de reparto; el segundo, una mención honorífica por “su coraje y esperanza para sus compañeros veteranos que siguen en los hospitales del país”.
Al recoger el primero de los galardones, Russell definió dicha noche como “el momento de más orgullo y felicidad de mi vida”. “Acepto este trofeo en nombre de los miles de los veteranos discapacitados que permanecen ingresados en los hospitales de todo el mundo”.
Dado que no se disponen de imágenes de Russell en el momento de aceptar el premio, nos quedaremos con una de sus escenas en la película que lo mandó a los libros de historia del celuloide.
El rechazo de George C. Scott (1971)
Como comprobaremos en las próximas líneas, tan reivindicativo puede ser el discurso más estudiado como el silencio más incómodo. Los Oscar han contado en su palmarés con ausentes de renombre que se negaban a desfilar por la alfombra roja aduciendo motivos ideológicos o éticos, o incluso por puro desprecio a esta clase de eventos.
Pensemos en el huraño George C. Scott, ganador del eunuco dorado a la mejor interpretación masculina por su encarnación del general Patton en el filme homónimo, uno de los 7 premios que recogió el filme bélico del filme bélico de Franklin J. Schaffner en 1971.
El volátil intérprete declinó no ya la invitación, sino el premio en sí mismo. Consideraba que la ceremonia de los Premios de la Academia de Hollywood era poco menos que “un ofensivo desfile de carne”, y anteponía su afición al hockey a tener que ajustarse el frac. El productor del filme Frank McCarthy recogería el trofeo en su nombre.
Sería el primero en negarse a acudir a la gala. Pero no el último...
La lucha contra Vietnam de Jane Fonda (1972)
Desde los años setenta, Jane Fonda ha mantenido su perfil reivindicativo dentro de Hollywood, algo que le granjeó muchos enemigos. Con Vietnam y la presidencia de Nixon marcando la deriva estadounidense de los años setenta, la actriz hizo de la militancia su mantra, siendo afín a los sectores de izquierda del país, así como al movimiento feminista y a los Panteras Negras.
Esto también se reflejó en las entregas de premios. Bautizada como Hanoi Jane por su visita a Corea del Norte y su oposición a la guerra, estas fueron mencionadas de forma velada en su discurso de agradecimiento por Klute en abril de 1972. “Gracias a todos los que habéis aplaudido. Hay mucho que decir y no lo haré esta noche. Simplemente diré gracias”, se limitó a decir la intérprete, dejando a los espectadores que leyeran entre líneas todos esos asuntos a los que no quería referirse.
Marlon Brando, ausente con mensaje (1973)
Dos años después del desaire de Scott, se producía el de Marlon Brando. El intérprete rechazaba tomar el Oscar al mejor actor de reparto por su imprescindible creación de Vito Corleone en El Padrino, el segundo en su casillero personal. En su lugar, subía al atril la activista Sacheen Littlefeather.
“Soy apache y presidenta del Comité por la imagen positiva de los nativos americanos. Vengo en nombre de Marlon Brando, puesto que él me ha pedido que les transmita, en un largo discurso, porque no puede aceptar este premio. Y una de las razones es por el tratamiento que reciben los indios americanos hoy día en la industria cinematográfica y en la televisión”, declaraba, antes de manifestar su deseo de concordia y entendimiento futuro.
Vanessa Redgrave y su mensaje para los “mafiosos sionistas” (1978)
Si un discurso perduró de la gala número 50 de los Oscar, ese fue el de Vanessa Redgrave. La intérprete británica mandó una sonora acusación a los “mafiosos sionistas” de Israel, “cuyo comportamiento es un insulto a los judíos de todo el mundo y a su heroica historia contra el fascismo y la opresión”. Era su respuesta ante las amenazas recibidas en las semanas previas, después de haber mostrado su simpatía por el pueblo palestino.
Los abucheos se hicieron notar pero no acallaron a esta intérprete de fuertes convicciones políticas (una de las primeras celebridades anglosajonas en visitar la Cuba de Castro, rechazó el honor de convertirse en Dama de la orden del imperio británico cuando le fue concedido dicho reconocimiento), que también lanzó dardos afiladísimos contra Richard Nixon en su monólogo de agradecimiento.
La reclamación por un Tibet libre de Richard Gere (1993)
Avanzamos quince años en el tiempo y nos colocamos en la gala de 1993. Nos centraremos, no en el discurso de un premiado, sino en el que de forma improvisada, proclamó uno de los encargados de otorgar las estatuillas de oro, Richard Gere.
El protagonista de Pretty Woman aprovechó la oportunidad de encontrarse en los televisores de medio mundo y, antes de anunciar las candidaturas al mejor diseño de producción, quiso llamar la atención sobre la independencia del Tibet. Sus palabras tenían como destinatario a Deng Xiaoping, líder de la República China. “Llévese a sus tropas, haga que China abandonde Tibet y deje que sus gentes vivan en paz y con independencia”, reclamó.
Elia Kazan, el Oscar honorífico más controvertido (1999)
La última gala del siglo pasado estuvo marcada por un controvertido reconocimiento. El director Elia Kazan fue el receptor del Oscar honorífico a toda su carrera. Normalmente, este galardón no suele dar lugar a enfrentamientos, pero la figura del elegido dio pie a una división entre la platea.
Simpatizante comunista en los años de la “caza de brujas” del mccarthysmo, el responsable de La ley del silencio delató a sus compañeros de profesión y militancia al Comité de Actividades Antiamericanas, para así salvarse de la persecución. Posteriormente, cabe decir, se negaría a pedir perdón por esta traición a colegas de profesión y amigos. Cuando entró en el escenario del Shrine Auditorium de Los Angeles, las reacciones fueron opuestas y explicitaron la postura ideológica de la profesión: mientras actores como Warren Beatty, Kurt Russell y Meryl Streep se levantaron a aplaudir a Kazan; Ed Harris, Amy Madigan y Nick Nolte permanecieron en sus asientos, con un talante serio y de brazos cruzados, sin disimular su contrariedad.
Michael Moore, a Bush: “¡Qué vergüenza!” (2003)
A diferencia de Kazan, Michael Moore fue agraciado con los entusiastas aplausos del gremio cuando aceptó el Oscar al mejor documental por Bowling for Columbine. Al hacerlo, aprovechó para manifestar su rechazo sin fisuras al gobierno de George W. Bush y la Guerra de Irak, que había comenzado escasos cuatro días antes. “¡Qué vergüenza!”
“Nos gusta el cine de no ficción y vivimos en tiempos ficticios. Vivimos en un tiempo en el que unas elecciones de mentira han dado como resultado a un presidente ficticio. Vivimos en un momento en el que un hombre nos lleva a la guerra por razones ficticias”, manifestó el documentalista, que concluyó su discurso así: “Cuando tienes en tu contra hasta al Papa y a las Dixie Chicks, está claro que tu tiempo se ha acabado”.
Patricia Arquette reclamó igualdad para las mujeres en Estados Unidos (2015)
Además de por sus dotes interpretativas, Patricia Arquette ha destacado siempre por su activismo. Ambas facetas fueron reconocidas cuando recibió el Oscar a la mejor interpretación femenina de reparto por Boyhood.
La también protagonista de Medium y CSI: Cyber hizo mención a la organización en la que colabora para mejorar las condiciones sanitarias de países en vías de desarrollo y olvidados, GiveLove.org, y dedicó el premio a “todas las mujeres que hayan tenido un hijo, a todos los que pagan impuestos y son ciudadanos de esta nación”. “Hemos luchado para que todos los demás tengan los mismos derechos. Es la hora de que también las mujeres consigamos los mismos derechos en los Estados Unidos”.
El recuerdo al Dr. King de Common y John Legend (2015)
El único Oscar que la Academia acabó otorgando a Selma de Ava Duvernay, el drama sobre la marcha de Martin Luther King por los derechos civiles de 1965, fue el que reconoció a Glory como la mejor canción original del año. Common y John Legend subieron al escenario y recordaron la necesidad de seguir recordando la lucha del activista político.
“Hace poco pudimos ir a Selma a cantar en el mismo puente por el que el Dr. King marchó hace 50 años. Este fue una vez el punto de referencia de una nación dividida pero ahora es el símbolo del cambio. El espíritu de este puente trasciende raza, género, religión, orientación sexual y estatus. Conecta al chaval del sur de Chicago que sueña con una vida mejor, con aquellos en Francia que piden libertad de expresión, con aquellos que protestan por la democracia en Hong Kong. Es un puesto construido sobre la esperanza”, dijo el rapero.
“Vivimos en el país con más cárceles del mundo. Hay más hombres negros en correccionales ahora que esclavos había en 1850”, prosiguió Legend. “Con esta canción queremos decirles que estamos con ellos, los queremos y marchamos con ellos”.
Asghar Farhadi: “Necesitamos la empatía más que nunca” (2017)
Cerramos nuestro recorrido reivindicativo habiendo alcanzado la gala de 2017, con otro premiado que dijo mucho en su ausencia: el iraní Asghar Farhadi, que recibió su segundo galardón de la Academia por El viajante. Tras el veto impuesto por Donald Trump a los países de mayoría musulmana, el cineasta (que acaba de rodar con Javier Bardem y Penélope Cruz en España) anunció que no asistiría a la ceremonia.
En su nombre fue Anousheh Ansari, la primera musulmana iraní astronauta, que leyó las palabras del premiado: “Mi ausencia se debe al respeto por la gente de mi país y de esas otras seis naciones que han sido faltado al respeto por la inhumana ley que prohíbe la entrada a sus inmigrantes en Estados Unidos. Dividir el mundo entre ”nosotros“ y ”nuestros enemigos“ genera miedo”, dijo en su monólogo, que terminó con la petición de una más empatía en el mundo. “La necesitamos más que nunca”.