Tan solo dos semanas después de finiquitar su primera y accidentada edición, Pesadilla en El Paraíso regresa este domingo a Telecinco con la segunda. Una segunda temporada, organizada con la inaugural tratando de salir a flote en audiencias, que se explica como una decisión estratégica y no como una respuesta al signo de la audiencia. Planteado como un nuevo intento por encontrar un sustituto de garantías a ese Gran Hermano aún a la espera de regresar a la programación, el rendimiento de esta actualización de La granja ha quedado muy lejos de lo que necesitaba la cadena en época de vacas flacas.
Con los discretos registros con los que se cerraba esta primera temporada, el producido por Fremantle agrandaba el saco de fracasos en el campo de la telerrealidad, uno que tan bien había abonado Mediaset, después de La casa fuerte y Secret Story, los dos antecedentes previos. Aquellos igualmente disfrutaron de segundas oportunidades, por lo que también se explica este bis que entona Telecinco a comienzos del año. De nuevo, el dictamen obedece a la necesidad de ordenar la escaleta semanal del canal durante el primer trimestre del año, antes de que aterrice Supervivientes. Pesadilla habrá de ocupar, en principio, dos noches de la semana, sin contar sus versiones en el access prime time, sirviendo así como faro del resto de contenidos dispuestos en prime time.
Ahora bien: esa función clave no puede obviar la importancia de los resultados que se han de exigir a un programa, por otro lado, destinado a ser el referente del canal durante su emisión, como antes lo han sido los mencionados Supervivientes o Gran Hermano, o incluso La isla de las tentaciones, que con su quinta edición llegó a arrebatarle a este que nos ocupa la noche clásica para el reality en Telecinco, la de los jueves. Aunque se entienda la renovación casi forzosa, a falta de otras alternativas de garantías a corto plazo, Pesadilla está obligado a rendir y a producir, especialmente tras haber cerrado Mediaset el peor año de su historia desde que se miden las audiencias. Y ahí entra el componente de interés sobre el que se carga el programa en su nueva intentona. Aquel donde se concentra lo novedoso. Y no está en sus concursantes ni en la mecánica.
La atención en las presentadoras, y no en el casting
Son 10 nombres los que conforman el casting de esta edición: Pablo Sebastian, Tania Deniz, Maite Galdeano, Kiko Jiménez, José Antonio Avilés, Borja Estrada, Silvina Magari, Mar López, Antonio Montero y Begoña Gutiérrez. El número es inferior al de la anterior, que sumó en total 21 participantes (los 16 iniciales más los que fueron incorporándose durante la emisión, para tratar de reavivar sus tramas). Como ya habíamos explicado, la idea de la cadena era que durase dos meses, cerrando la granja a principios de marzo, para ceder el testigo al reality de supervivencia, que adelantaría unas semanas su inicio.
Si nos fijamos en los perfiles, se evidencia un interés muy relativo entre los que pugnarán por el premio. Galdeano y Jiménez constituyen los platos fuertes del casting, que no desprecia la cuota imprescindible de Sálvame -Montero y Áviles- ni la amortización de algunas figuras de fama, sino efímera, sí muy coyuntural: es el caso de Deniz, recién salida de La isla de las tentaciones 5, o de Gutiérrez, que saltó a platós en los últimos meses por su amistad rota con Isabel Pantoja. Estos nombres permiten conectar Pesadilla con el mapa de tramas del universo Mediaset, el que sostiene el modelo de negocio de la compañía. No obstante, la mayor baza para atraer la atención del público se sale de estas coordenadas y apunta a las caras visibles en la conducción.
Con Carlos Sobera manteniendo su estatus de la primera temporada, Mediaset sorprendió al incorporar al plantel a Sandra Barneda, como presentadora de los debates, y a Nagore Robles, como copresentadora desde Jimena de la Frontera. Estas dos son, en términos puramente profesionales, rostros al alza por los que el grupo ha apostado en los últimos tiempos. En el caso de la periodista, al frente de La isla de las tentaciones, sirve para reafirmarla como una de las caras que han de soportar la responsabilidad en Telecinco en esta época de dificultades y renovación obligada; en el caso de la presentadora de Basauri, una nueva oportunidad para probarse en las grandes ligas, tras despuntar como colaboradora y como responsable de formatos menores.
Pero hay un morbo al que Telecinco no es ni mucho menos ajena al juntarlas en pantalla: la relación sentimental que las había unido durante casi seis años y que rompieron en febrero de 2022. Una relación, además, que había suscitado notable interés en el papel couché durante el tiempo en que duró, y también durante los meses posteriores a la separación. Por eso, la idea de vincularlas en pantalla resulta, cuando menos, sugerente de cara a audiencia.
No en vano, la cadena no ha tenido remilgos en reunirlas también en pantalla. Eso mismo ocurría en la noche del 21 de diciembre, cuando ambas entraban en el plató de Pesadilla, en la noche en que se conoció la victoria de Víctor Janeiro, para comentar detalles de la segunda edición. “Nagore, vente”, llegaba a decir Barneda para presentar a los espectadores “la foto” del nuevo trío de presentadores. Una foto “buscada”, sin duda, por el grupo.
Una granja que vale más en el exterior que en su interior
Esta idea se mantiene en las promos, donde se juega a unir en plano a las dos, separadas por Sobera. En una de las más recientes, los tres prometían haber “escuchado a las redes” de cara a esta segunda edición. Y si bien llamaban la atención en el “casting hecho a conciencia”, esa concesión a los apetitos del público bien parece encaminarse por estos derroteros ajenos al concurso en sí mismo.
A falta de comprobar si el elenco de granjeros logra la química necesaria para que el reality carbure, Pesadilla en el Paraíso se nutrirá, al menos en sus primeras emisiones, de la expectación por ver de qué forma se producen esas conexiones y, por tanto, esas conversaciones entre una y otra. Ahí radicará la atención principal de un programa que, por otro lado, renuncia a la singularidad con la que nacía en un primer momento: la de dar entrada en España a la tendencia hacia los reality shows grabados, una pretensión que se abandonó de forma gradual desde el mismo estreno, con la apuesta por una mecánica convencional en la que el plató ganaba peso. Eso mismo se refuerza ahora con esta alineación, evidentemente.
El equipo y sus dinámicas, así, se impone por encima. Eso hará que el interés también radique en ver a Nagore con una responsabilidad importante en un formato de Telecinco, tras la experiencia previa de Baila conmigo en Cuatro y sumándose al vídeo-podcast Nos hemos liado, junto a Alba Carrillo, para Mtmad. Lo hará, además, haciendo valer su título de ganadora de Acorralados, la versión previa del espacio que emitió Telecinco hace ahora 11 años.
La presentadora ha tenido una evolución modélica en las filas de la empresa desde que saliera de Gran Hermano, hasta convertirse en un rostro querido y, precisamente, muy seguido por la audiencia. Ahora, asume un rol no exento de interés en sí mismo. Las inevitables comparaciones con Lara Álvarez, cuya salida no tanto de Pesadilla en El Paraíso como de Supervivientes 2023 tras ocho años ininterrumpidos ha supuesto una fuente de comentarios (luego zanjados con la renovación de la asturiana), también refuerzan la idea de que el interés de esta edición está más fuera que dentro.
Eso, por otro lado, es una de las máximas de la transversalidad de Mediaset a la hora de enhebrar su parrilla: todos los programas han de retroalimentarse, funcionando sus contenidos como un río inagotable. Lo curioso, en este caso concreto, es que son ahora los presentadores mismos, y no los concursantes que servían hasta ahora como fichas intercambiables, los que pueden generar contenido, o al menos una expectativa. Una expectativa que el programa no parece tener en sí mismo, habida cuenta del titubeo con el nombre de esta segunda edición, que llegó a promocionarse como La granja en un primer momento. Una expectativa que, en este caso, no alimenta a los programas, pero sí puede satisfacer a una audiencia en un momento crítico para Telecinco, en el que toda ayuda es poca para revertir resultados.