El polígrafo es una de las pruebas más temidas por los famosos que andan envueltos en algún enredo. Y Conchita Pérez, su responsable, uno de los rostros más carismáticos de Telecinco. La poligrafista es un auténtico emblema de Sábado Deluxe, donde pone en marcha la 'máquina de la verdad' siempre que alguna celebrity acepta que la pongan contra las cuerdas.
La última en aceptar el reto fue Carmen Borrego, que el pasado 20 de noviembre respondió con más o menos sinceridad las preguntas formuladas por el programa de Mediaset; programa que sirve de escaparate para una profesional que desarrolla la mayor parte de su trabajo fuera de los platós de televisión.
A sus 69 años, Conchita ofrece múltiples servicios lejos de las cámaras y los focos, en las dos oficinas que su empresa tiene en Madrid y Zaragoza. Pero, ¿cuánto cobra por revelar lo que a menudo se vende como La Verdad? Cada sesión de la poligrafista cuesta 375 euros, según publica Telecinco en un reportaje de su página web. Se entiende que el precio cambia cuando es el Deluxe quien la contrata.
Las sesiones de polígrafo duran cerca de tres horas e incluyen desde la entrevista previa hasta la redacción de un informe en el que se detallan las conclusiones del ejercicio realizado. Cada uno de los tres polígrafos que tiene Conchita Pérez cuesta “un poco más de 18.000 euros”, según ha revelado esta psicofisiologista forense y perito poligrafista profesional que se formó en Estados Unidos porque las disciplinas no estaban disponibles en España. Antes de ello, Conchita se licenció en Turismo y Dirección General de Empresas.
Cómo funciona el polígrafo de Conchita
“Los gestos te delatan”, comenzó su explicación la poligrafista cuando acudió al programa Mi casa es la tuya. Bertín Osborne quería saber cómo funciona la 'maquina de la verdad', de modo que Conchita le señaló cuáles son los cinco parámetros que se utilizan para valorar cada una de las respuestas: “La respiración torácica, la respiración abdominal, la presión sanguínea y la sudoración”.
Pero, además, se utiliza una almohadilla que se coloca en el trasero para observar los movimientos del esfínter, que se abre y se cierra instintivamente cuando se miente, un gesto que no se puede controlar sin que el intento sea detectado por el polígrafo.
Por otra parte, y ante la posibilidad de que alguno de los invitados haya tomado tranquilizantes para evitar que se alteren sus constantes, Conchita realiza una prueba de 'mentira dirigida' en la que se comprueba si el comportamiento del 'sospechoso' es el normal.