Sálvame comenzó su emisión este jueves como nunca antes lo había hecho: con tono sosegado, sin gritos, sin meter el dedo en la llaga y con todos sus tertulianos pidiendo el turno de palabra para opinar sobre los temas nada polémicos que se habían puesto sobre la mesa.
A poco más de un mes para su final, Sálvame se convirtió en Sálvame Algodón de Azúcar, “el programa más dulce de la televisión”, para contentar a quienes tantas veces lo han acusado de ser el máximo exponente de la “telebasura”.
El programa de Telecinco está aprovechando su cancelación para sacar a relucir la fina ironía que lleva ejerciendo desde hace 14 años. El lunes invitó a un asesor laboral para que los tertulianos vayan buscando un nuevo trabajo; el martes se pidió a un experto inmobiliario que tasara el plató; el miércoles se realizó un exorcismo en el estudio para que en el futuro no se repitan accidentes como los que han tenido lugar en los últimos años; y este jueves era el momento de responder a las voces más críticas.
Al comenzar el programa, Adela González explicó a los espectadores por qué sonaba una plácida melodía mientras el plató parecía envuelto en nubes rosaditas. “A partir de hoy vamos a hacer el programa que deberíamos haber hecho en los últimos 14 años, el programa que los críticos de televisión nos han pedido que hiciéramos cuando nos llamaban telebasura. Hoy nuestros haters están de enhorabuena porque en Sálvame Algodón de Azúcar no hay cabida para los gritos”.
“Les aseguramos que su siesta no será interrumpida. Esta tarde no habrá disputas ni tampoco abandonos de plató entre lágrimas”, prometió Terelu Campos exhibiendo su mejor sonrisa. El objetivo estaba claro: “Vamos a hacer un programa blanco y familiar a gusto de los críticos de TV que nos han llamado telebasura”, se leía en la pantalla.
“¡Quedan 32 días de desenfreno total!”, promete David Valldeperas
Las presentadoras dieron entonces la bienvenida a los tertulianos más “comedidos, moderados y respetuosos” que hayan pasado por ese plató: Lydia Lozano, Gema López, Kiko Hernández, Cristina Porta, María Patiño y Alonso Caparrós.
Arrancaba así un programa “blanco, familiar y amable con nuestros famosos”; el programa “anodino sin sentimiento, sin emoción y sin lágrimas” que proponían los críticos.
Los tertulianos parecían anestesiados. Hablaban con desgana, sin los clásicos aspavientos con los que cortan el aire. Pedían la palabra y procuraban no alzar la voz. “Me están dando ganas de llamarte Lequio”, le dijo Gema López a Caparrós, remitiéndose directamente a la tertulia del Club Social de El programa de Ana Rosa. Se da la casualidad de que Ana Rosa Quintana y su productora, Unicorn Content, ocuparán el hueco dejado por Sálvame.
Instantes después de que se pusiera en marcha el teatrillo, y al poco de caer en la cuenta de que quizá la audiencia no estaría muy interesada en un producto así, el director de Sálvame interrumpió la emisión a voces. “¡Pero esto qué es! ¡Pero esto qué es!”, gritó David Valldeperas mientras entraba en el plató con un calendario en el que aparecía bien marcada una fecha: el 23 de junio, día en el que Sálvame acabará para siempre tras haber aguantado 14 años en antena.
“¡Quedan 32 días de desenfreno total!”, anunció Valldeperas, provocando de este modo un estallido festivo en el que los modositos tertulianos dejaron atrás la falsa corrección y recuperaron la esencia que les ha caracterizado en todo este tiempo.