Tras la marejada de cambios que comenzaron a conocerse durante la semana pasada (con el adiós de sus directores y el de Carlota Corredera), y verse salpicado por el escándalo destapado el fin de semana, sobre una supuesta trama de espionaje y revelación de secretos de famosos, Sálvame iniciaba este lunes 28 su “nueva etapa”. El magacín de La Fábrica de la Tele ha reformulado su escaleta e imagen, desde las 16:00 horas, cuando volvía el Limón con Jorge Javier Vázquez y Adela González como presentadores; y desde las 17:00 horas, con el Naranja.
La primera hora, como ya hemos dicho, mantenía ciertas bases del Lemon Tea, al que venía a sustituir. Lo hacía con los conductores a la mesa, dando paso a una sucesión de vídeos con el habitual tono procaz que caracteriza al magacín, puntuado por conexiones con el plató y el resto de compañeros de programa. Y sobre todo, una promoción de Sin perdón, su docuserie sobre Isabel Pantoja, contenido que ha centrado la emisión con el estreno del episodio 0. Un estreno marcado por el cinismo con el que se ha abordado la responsabilidad mediática en torno al estado de salud de la tonadillera. Y, en menor medida, por el estreno de Belén Esteban con su sección de entrevistas.
Entre el bofetón de Will Smith y el dardo de Jorge Javier
Antes de acabar el Limón, jugaban a cebar el estreno de Sin perdón sobreimpresionando una cuenta atrás y emitiendo los cinco primeros minutos. Tras ello, comenzaba oficialmente la primera hora del Naranja, aunque los presentadores seguían en la mesa del Limón, comentando sus impresiones del adelanto mostrado. Jorge Javier se desplazaba al set del plató habitual del Naranja, para seguir hablando de la docuserie y promocionarla. Para ello, contaba con Belén Esteban, Anabel Pantoja, María Patiño, Lydia Lozano y Chelo García Cortés, además de con la presencia del periodista cultural Alberto Rey.
Unas conexiones con Cantora y con Sevilla, centrada en el clan Pantoja, el programa pasaba a debatir sobre las imágenes más destacadas de los Premios Oscar, marcados por el bofetón de Will Smith. Es decir, volviendo sobre los contenidos ya abordados en la hora previa. Eso sí, con la intervención de Rey en calidad de experto en materia de cine, y con la colaboración de la corresponsal de Informativos Telecinco en Los Ángeles, Marisol Teso.
Durante este debate, se producía un momento algo chocante, cuando el presentador se dirigía a Lozano: “Lydia, hoy es un día crucial para nosotros. Y si empezamos así, qué imagen vamos a dar al mundo”. Esta frase hacía llorar amargamente a la tertuliana, que requería de unos minutos para calmarse. Belén Esteban tenía que intervenir para aclarar que su compañera estaba afectada por haber asistido este fin de semana al funeral por su hermano, fallecido por Covid-19 un año atrás.
También durante este segmento dedicado a la agresión del otrora príncipe de Bel-Air a Chris Rock, Jorge Javier dejaba otra frase cuando menos llamativa. Después de que Rey señalase la impoluta imagen pública del reciente ganador del Oscar por El método Williams, el maestro de ceremonias apuntaba: “Desconfiad de esa gente con imagen tan modélica. Esa gente que sonríe siempre y es siempre tan comedida en algún momento enseña la pata. Sin embargo, los que la enseñamos aquí... ¡esto es lo que hay!”, exclamaba, en una nueva reivindicación del programa ante las críticas que han llegado en los últimos tiempos y desde otros espacios de la casa.
Con el inicio del documental fijado para las 17:45 horas, Sálvame Naranja tenía tiempo antes para dar entrada al modisto José Perea, que entraba luciendo un traje de “torero moderno” para anunciar una de las sorpresas de la tarde: con solo 90 minutos de margen, reproduciría el vestido que visitó Penélope Cruz en los Oscar 2022 para que lo llevara Patiño. Una forma de jugar con una de las claves informativas de la jornada, y tratando de enfatizar en el tono más irreverente y ligero de otros tiempos.
'Sin perdón', un documental que les eximía de toda culpa
Sin embargo, ese tono duraba poco: el programa se preparaba para la anunciada emisión del episodio 0, que contaba con la introducción, en forma de declaración de intenciones, por parte de Adela González: “Ha sido condenada de por vida y su figura convertida en objeto de consumo”, enunciaba la periodista, replicando algunas de las frases que ya se mencionaban en el tráiler visto el viernes.
El documental, prometían, “muestra las vergüenzas de la sociedad, de su justicia, de los medios de comunicación y de una mujer que ha perdido el control de su vida, deshumanizada”, añadía, antes de que los tertulianos colocaran sus sillas hacia el pantallón del plató, desde donde verían el episodio en simultáneo al público. Solo una colaboradora lo haría desde otro punto: a Anabel Pantoja se le reservaba una sala aledaña para el visionado, que comenzaba con dos citas célebres: “Nada nos engaña tanto como nuestro propio juicio” y “Los prejuicios son la razón de los tontos”, de Leonardo Da Vinci y Voltaire, respectivamente, sobre fondo negro.
Esto marcaba el tono solemne y grandilocuente del episodio 0, descrito como “el punto de partida para lo que vendrá después”. A falta de ver qué viene después, si por algo destacaba, a nivel formal era su sobremusicalización, en contraste con la ausencia de narración en off. En su lugar, una serie de rótulos marcaba el tono y la línea argumental, que hacía especial énfasis en la vista judicial de Pantoja celebrada el pasado 22 de marzo, y en el tratamiento informativo. Para ello, se rotan fragmentos de entrevistas del psicólogo Esteban Cañamares, la tertuliana Isabel Rábago, la abogada Montse Suárez, y la periodista Rosa Belmonte. Todas estas personas se dedicaban a cuestionar el tratamiento mediático en torno a la tonadillera.
Un tratamiento en el que se tiende a excluir a Sálvame, precisamente. No se eluden fragmentos, no, pero sí se obvian los ataques más furibundos de fechas recientes y se destaca la defensa que ha acostumbrado a hacer Anabel Pantoja durante los últimos años. Sí se reproducen los desencuentros con reporteros gráficos que ha protagonizado a lo largo de las últimas tres décadas, cargando las tintas sobre los medios que mandan a sus trabajadores. “No parece una excelente persona, pero los medios se han aprovechado de la villanía de Isabel Pantoja”, opinaba por ejemplo Belmonte. Rábago definía las recientes imágenes de la vista de Pantoja como “un alimento para nuestros programas” y añadía, “¿qué queda de la persona?”.
Durante Sin perdón, se reparten culpas tanto a jueces, abogados defensores, reporteros y programas, y a los medios. Aunque nunca se llega a hacer autocrítica. Al contrario, el mensaje del documental parece excluirse: “Lo ocurrido el pasado 22 de marzo podría ser el punto y final de una única manera de contar la vida de la mujer más famosa de España. Si Isabel Pantoja decidiera dar su visión nadie la creería. El prejuicio que gran parte de la sociedad tiene sobre ella anularía sus palabras. Es necesario revisar cada episodio de esta trágica telenovela que narra la vida de una mujer mientras esconde las vergüenzas de la sociedad que la disfruta”.
El rótulo siguiente, “Aquí empieza la historia que Isabel habría querido que se contara”, no deja lugar a dudas en que Sálvame se arroga la potestad de ser ahora defensora de un personaje a quien se ha exprimido con saña durante años y especialmente durante los últimos meses. No hay que olvidar que el mes pasado el programa difundió conversaciones telefónicas privadas de la artista, en las que descargaba contra Encarna Sánchez o Rocío Jurado. La salud mental de Pantoja, no olvidemos, ha sido reducida en los últimos meses a un tema que exprimir en Telecinco sin miramientos, lo que hace que algunas declaraciones de los intervinientes resulten irónicas en contexto: Cañamares llega a decir que el diagnóstico depresivo es evidente con solo ver las imágenes del 22 de marzo, y conjetura con que en una situación de trauma “inevitablemente piensa en una idea de la muerte”. “A ver si sirve de algo que la salud mental esté en boca de todos”, agrega Belmonte también.
“¿Estamos preparados para respetar que Isabel Pantoja deje de coquetear con la prensa? Yo creo que no”, dice Rábago durante el documental. Durante la media hora posterior lo prueba, porque el programa continúa discutir, voz en grito, sobre ella, dividiéndose en dos facciones: quienes se negaban a verse responsables, siendo especialmente palpable el malestar de María Patiño; y los que estaban con Anabel Pantoja, sobre quien se puso el foco. De hecho, en una decisión llamativa, la docuserie terminaba enlazando una nueva cita de Einstein sobre fondo mate con el plano de la joven colaboradora llorando, por fundido encadenado. El plano quedaba sostenido mientras ella lloraba, mientras Jorge Javier esperaba ya preparado junto a ella, en una silla.
“Felicidades a todo el equipo que ha hecho este documental. Se han dicho muchas verdades. Tarde, pero se han dicho”, dijo entre sollozos.
'Lo de Belén' rebajó el tono en la última media hora
Dejando de lado Sin perdón, el otro gran reclamo con el que contaba Sálvame para esta reformulación era el comienzo de Lo de Belén, la sección de la Esteban en forma de talk show, que esperaba a comenzar a las 19:15 horas. Teniendo el cuenta el tiempo que se reservó para el documental y su coloquio posterior, una hora y media (con solo un corte publicitario de cuatro minutos durante el debate), la media hora de duración de esta espacio dentro del contenedor de Sálvame se vio algo desangelado, aunque al menos sirvió para bajar decibelios y terminar con cierta distensión la tarde.
La estructura era la clásica con esta clase de formatos, con Esteban dando paso y realizando una pequeña entrevista a cada invitada. No había cambios de espacio o de escenografía, simplemente se movían las sillas y se dejaba un lado del plató reservado para la llegada de las participantes. Al menos, el tono sí se rebajaba con este cambio de tercio, después del barullo durante el debate del documental: Jorge Javier pasaba a ocupar un sillón junto a Lydia Lozano, Alberto Rey y compañía, que se dedicaban a comentar y hacer apuntes sobre las cuatro invitadas inaugurales con las que la princesa del pueblo se estrenaba. El tema de partida eran las “abuelas pibones”, según rezaba el epígrafe: mujeres maduras que destacaban por sus aspecto físico, estilismos y habilidades fuera de lo normal para su edad.
“Este primer programa se lo quiero dedicar a estas mujeres que han luchado y que ahora se ponen el mundo por montera”, proclamó Esteban, a quien se vio algo nerviosa tratando de llevar las riendas y el ritmo del programa. “Me lo he pasado fenomenal, ¡mañana más!”, decía Jorge Javier, que daba paso a publicidad a las 19:45 horas.
A la vuelta, quedaba tiempo para muy poco. En concreto, para que se mostrara el resultado del trabajo de José Perea replicando en tiempo récord el vestuario de Penélope Cruz en la gala de la Academia de Hollywood. El trabajo de costura había sido reseñable, aunque apenas hubo tiempo para exponerlo, intercambiar un par de palabras con el modisto y dar rápido cierre al programa.
Y así acababa Sálvame Naranja, en su enésima reinvención, esperando recuperar el lustre. Con el documental copando el grueso del tiempo, quedan las dudas sobre cómo serán el resto de entregas y si se notarán más cambios. También, sobre los colaboradores, con la entrada de un Alberto Rey que sí ha aportado un talante más sereno frente a la tónica, y que no ha tenido reparos en describirse como una entidad externa al universo del programa. Quizás ahí esté el futuro del programa, como ejemplificó Jorge Javier con una frase durante la discusión en torno a Pantoja: “¿Un poquito menos de jaleo, puede ser?”.