“Necesito hablar con alguien que entienda de vaginas”. Sex Education regresa en su segunda temporada, ya disponible Netflix, abordando con los mismos pocos tapujos el sexo, las inseguridades y el placer. Y con el mismo tono fresco, realista, respetuoso y de acorde con la realidad que está contando, que no es otra que el día a día de los alumnos del instituto de Moordale.
Adolescentes que están descubriendo quiénes son y su sexualidad en esa etapa de la vida en la que el cambio recorre las venas y la necesidad de entenderlo las mentes. Además, en esta nueva tanda de ocho episodios, pone el foco también en los adultos, y en cómo la ausencia de educación sexual es algo que se arrastra durante toda la vida, y no solo lastra la pubertad.
“Nuestros hijos se mueren”, grita un padre en la asamblea convocada con emergencia después de que un brote de clamidia haya infectado a medio colegio. Por supuesto, el problema real es la histeria colectiva que se ha generado, y no que haya tantos pacientes, pero la desinformación es tal que todos acaban creyendo que pueden contraerla por tacto o incluso por el aire, siendo una enfermedad de transmisión sexual (ETS).
Sex Education vuelve como la despedimos, divertida, deslenguada, muy viva y también entrañable. En gran parte, gracias a sus personajes, a los que se permite conocer aún más, mostrar sus inseguridades dispares y cómo éstas les afectan en cada ámbito de su vida, destacando el sexual. Como por geniales ejemplos, la de una joven que no puede evitar ponerle una almohada encima de su novio para que no le vea la cara que pone cuando se corre; o el propio Otis (Asa Butterfield), que tras haber conseguido masturbarse acaba convirtiéndose en una actividad tan habitual para él que teme haberse “estropeado” el pene.
Sororidad, agresión sexual y feminismo
Y bueno, también está Maeve (Emma Mackey), que sigue siendo el gran personaje de la serie. La amante de la lectura feminista y el auténtico cerebrito del colegio, conseguirá ser readmitida y hasta formar parte de un plan para los alumnos más aventajados, entre los que se encuentra Lino Facioli -que te sonará por ser el odioso primo de Sansa en Juego de Tronos-. Su carisma, dureza y ternura siguen manteniéndola a flote en su autocaravana, en la que va a tener que acoger a su madre. Además, después de que Aimee (Aimee Lou Wood) lograra distanciarse de Los Intocables, ambas comparten más tiempo juntas.
En el bus de camino al colegio, un chico se masturba detrás de la segunda, y le deja parte de su semen pegado a su pantalón. Ella, en shock, se pone a gritar ante la mirada indiferente de todos los que le rodean. Un acto, por desgracia, de rabiosa actualidad y con el que termina de sacar los colores de esa parte de la sociedad que sigue quedándose de brazos cruzados ante estas situaciones. Sobre todo cuando, al contarle a su amiga lo que le ha pasado, esta le hace ver que ha sufrido una agresión sexual y que ha de denunciarlo. Saber que “decir que no es siempre un derecho” y que las agresiones no deben quedar impunes -ni hay que soportarlas por el hecho de ser mujer- también forma parte de la educación sexual.
La educación sexual, más necesaria que nunca
Imaginemos que, por un día, tuviéramos la oportunidad de volver al colegio y, encarnando a nuestros 'yo' de entonces, pudiéramos escribir en un papel nuestras dudas sobre el sexo. “¿Puedo quedarme embarazada haciendo pajas?”, “Mi novio no quiere usar condón, ¿qué hago?”, “¿Qué pasa con el placer, el sexo no sirve solo para procrear?”, o “¿Qué tipo de lubricante es mejor para el sexo anal?”, podrían ser algunas de las preguntas que podrían salir del resultado de toda una clase, y que Sex Education muestra. Así pone en valor de nuevo la labor de los expertos en sexología, como especialistas a los que acudir para resolver este tipo de cuestiones y que deberían ser más habituales en las escuelas y universidades. Mejor dicho, en nuestra rutina. Y no que Internet sea la fuente de información por excelencia. O peor, el porno.
“Me sorprende que en tu libro de Educación sexual y de relaciones no haya ninguna mención del placer femenino”, le comenta Jean (Gillian Anderson) a Otis tras consultar su manual. Un Otis, al que comentábamos, su despertar sexual le ha llegado por fin, volviéndose hasta incontrolable por la cantidad de erecciones con las que tiene que lidiar a lo largo del día. El terapeuta sexual de Moordale, a pesar de tener siempre palabras para solucionar los conflictos de sus compañeros, seguirá teniendo que gestionar los suyos propios, en los que su amigo Eric (Ncuti Gatwa) será quién le ayude en mayor medida.
Nuevos personajes y más oportunidades a los veteranos
Otro de los grandes aciertos de la segunda temporada de Sex Education es que permite profundizar más en cada trama y cada perfil. Ola (Patricia Allison), el propio Eric, Lily (Tanya Reynolds) y Jackson (Kedar Williams-Stirling) cuentan con su propio espacio con los que se abordan temas más allá de la sexualidad. En el caso del último, la presión que recibe por parte de sus madres para que consiga una beca deportiva. Otro problema que acecha a los estudiantes que destacan por sus habilidades deportivas. “Deberías adquirir otras habilidades”, le anima Viv (Chinenye Ezeudu), una de las nuevas incorporaciones, junto a Rahim (Sami Outalbali) que han aterrizado en la ficción para quedarse por la puerta grande.
Ambos aportan aire fresco, el segundo como estudiante recién llegado de Francia, que van en consonancia con su fotografía colorida y dinámica. Junto al montaje, otorga a Sex Education una luz y ritmo que mucho tienen que ver con que todo aquello que cuenta le llegue al espectador de forma tan amable, y adictiva. Hasta cuando se trata de retratar a Adam (Connor Swindells) en el ejército. Allí, además, la serie brinda una fantástica escena en la que uno de los generales le reconoce que “muchos de nosotros somos gays aquí, pero hay cosas que es mejor que no se sepan”. El logro de Sex Education, sin juzgar a ninguna de las personas que en ella aparecen, no importen su edad, sexualidad ni ocupación.
En conjunto, la ficción ataca a la desinformación de frente, pero con una sonrisa. Y atreviéndose a combatirla no con rabia, vergüenza o lamento; si no aprovechando la oportunidad para revertir la situación. Atreviéndose así a ocupar algunos de esos huecos en blanco que acaban instaurándose en uno en forma de inseguridades, baja autoestima y frustración. Larga vida al no nacer sabiendo, y que no pase nada.