Netflix ha estrenado esta semana The innocence files (El proyecto inocencia), que solo con leer el título ya hace las delicias de los amantes del true crime.
No solamente porque tienen en el catálogo de la plataforma un nuevo documental por descubrir, sino porque además aporta una mirada que pocas veces muestran estas producciones: los inocentes inculpados.
En esta edad dorada de los crímenes televisivos, la estructura de la mayoría de estos suele ser: la explicación del caso, con la recreación de lo ocurrido, para dar paso a la investigación policial (si es necesaria también otra investigación paralela del propio equipo de producción) para llegar a encontrar al asesino.
Pero son muy pocos los true crime que, en vez de encerrar al culpable, pretenden liberar al inocente. Logró contarlo de forma magistral Making a murderer, y por fin, tenemos entre manos otro que vuelve a intentarlo…
¿Preparados para la indignación?
Los 8 casos de inocentes encerrados
Los nueve capítulos explican ocho casos de hombres encarcelados por crímenes que no han cometido, según todas las pruebas aportadas por el documental:
El primero es Levon Brooks, condenado por violación y asesinato de una niña de 3 años. Según el forense, las marcas de mordiscos en el cuerpo de la pequeña coincidían con la dentadura de este. Dio igual que él estuviera trabajando y tuviera coartada para el momento del crimen. Lleva décadas entre rejas.
Thomas Haynesworth también fue condenado por un caso de violación, robos y secuestro en los años 80. Años después se descubrió que era inocente.
Condenaron a muerte a Alfred Dewayne por un robo armado en el que murió un policía. Pero él nunca tuvo nada que ver con el crimen.
Y así les siguen los casos de Chester Hollman III, Kenneth Wyniemko, Franky Carrillo, Kennedy Brewer, y Keith Harward. Todos ellos privados de su libertad durante años, viendo pasar su vida entre rejas, hasta que se demostró su inocencia.
La parte que nunca habíamos visto en un true crime
El documental estremece desde los primeros segundos, cuando un bufete de abogados muestra las miles y miles de cartas que recibe al año de presos que aseguran ser inocentes. Y ellos solo pueden aceptar el 1% de los casos.
¿Cómo leer todas esas misivas?, ¿cómo decantarse solo por unas pocas?, ¿cómo escoger a qué inocente quieres sacar de la cárcel y a cuál dejas dentro?
Con esas dudas impactantes empieza un documental que muestra errores policiales, investigaciones a medias, testigos con muchas ganas de condenar, jurados fáciles de convencer y condenas injustas que han afectado tanto a las víctimas como a sus familias.
Esa es la parte más tortuosa de The innocence files, que evidencia que cualquiera de nosotros (sobre todo si viviéramos en Estados Unidos) podría ser condenado sin una investigación y un juicio justo bien hecho.
Y peor aun, que mientras nosotros estamos viendo capítulos, muchas de ellas están en ese momento sufriendo una injusticia así.
La narrativa adictiva que no siempre se encuentra
Lo interesante de esta apuesta es que no es solo entretenimiento para los suscriptores de Netflix, sino que, como Peter Neufeld y Barry Scheck – confundadores de la ONG The Innocence Project- aseguraron en la presentación: “Es una serie importante porque revela cómo el sistema de justicia penal estadounidense se equivoca (…), cómo la dependencia de los gobiernos de la ciencia basura, procedimientos de identificación de testigos desacreditados y sugestivos, y fiscales que participan en mala conducta para ganar a cualquier costo amplían un círculo de dolor y trauma que abarca a familias, comunidades e incluso víctimas de delitos”.
Todo ello contado a través de una narrativa tan sencilla como adictiva, que divide cada capítulo en “la evidencia”, “los testigos” y “la fiscalía”.
Para acabar con un cliffhanger que no te permite soltar este documental que, recordemos, va más allá del entretenimiento. Y pocas veces ocurre.