Han pasado casi dos años desde que terminó la séptima temporada de Juego de tronos. La espera ha sido larga, pero el gran colofón, el que se supone que nos tiene que dejar temblando y sin aliento, como mandan los cánones con la llegada del invierno, ya está aquí. Todos los ojos estaban puestos en el pistoletazo de salida del gran desenlace. De hecho, fueron tantos que comenzaron con un primer muerto: los servidores de HBO España, que colapsaron ante la alta demanda.
La atención masiva estaba justificada. Después de ocho años asistiendo a intrigas, muertes y alianzas, el peligro contra los Caminantes Blancos está más cerca que nunca y el conflicto entre las casas, en teoría, queda relegado a un segundo plano para afrontar un enemigo mayor. Además, esta nueva temporada viene de forma condensada: serán solo seis episodios, aunque algunos de ellos incluso sobrepasan la hora de duración.
“Es un espectáculo. Los chicos han hecho seis películas”, dijo Richard Plepler, director ejecutivo de HBO, en una entrevista a Variety realizada a principios de 2019. Pero ¿de verdad se cumplen las expectativas? Repasamos qué nos ha dejado Invernalia, nombre que recibe el episodio, qué puertas se abren y qué misterios se resuelven. Por eso, si todavía no lo has visto, os aconsejamos que huyáis del artículo como fuego valiryo que trae el diablo porque, como no podría ser de otra forma, se avecinan SPOILERS.
Hay una buena noticia para todos aquellos preocupados en exceso por los spoilers: en este capítulo no hay casi ninguno. No ocurre nada que no supiéramos ya con anterioridad o que, al menos, se pudiera intuir. Las sorpresas brillan por su ausencia, algo destacable cuando no solo se trata de la primera entrega de una temporada, sino de la primera del ultimátum. Es cierto que el ritmo habitual de la serie es dejar los grandes acontecimientos para el final, pero, teniendo en cuenta que Pleper hablaba de “seis películas”, cabría esperar un poco más de la catalogada como una de las series más caras de la historia.
El arranque era esperanzador. Vemos a un niño escurrirse entre la multitud de Invernalia, saltando entre carretas y edificios en lo que parece un guiño al parkour de Bran al primer capítulo de la serie. Finalmente, se encarama a un árbol y desde allí contempla una enorme masa de puntos negros sobre la nieve blanca. Es, en cierto modo, aquello que estaban esperando los espectadores: la llegada de Jon Snow, Daenerys y todo su ejército al norte.
Es también lo que ya sabíamos, el reencuentro del “bastardo” con el resto de los Stark, el de El Perro con Arya, el de Tyrion con Sansa y el de casas tradicionalmente enfrentadas, como los Lannister y los lobos. La tensión se respira en cada mirada, algo que se remarca con un juego de planos muy poco sutil entre personajes enemistados. Era obvio que iban a darse este tipo de situaciones, lo que no sabíamos es que iban a ocupar casi todos los minutos y con diálogos tan faltos de sustancia.
Asimismo, los “nuevos” conflictos también tienen cierto sabor a añejo. Ya vimos cómo Jon Snow se enfrentó a la Guardia de la Noche por buscar ayuda en los salvajes más allá del muro, lo cual provocó que fuera apuñalado por los suyos. Ahora se repite la situación, pero siendo cuestionado por aliarse con Daenerys y su ejército. Podíamos imaginar que las luchas internas no iban a terminar con la unión de las casas, pero volver a narrativas ya exploradas no parece un alarde de originalidad.
Una de las escenas estrellas es en la que Jon intenta cabalgar al “hijo” de Daenerys a lo Cómo entrenar a tu dragón. Es el momento en el que más minutos se detienen y, curiosamente, uno de los que menos aportan más allá de contemplar a dónde van los 15 millones de dólares que cuesta cada episodio de esta hornada. En cambio, es una pena que el rescate de Asha Greyjoy, una de las premisas más interesantes con la que nos dejó la anterior temporada, acabe solucionándose en tan pocos minutos y con escasas complicaciones, como si fuera una línea narrativa descartada por los guionistas.
Aegon Targaryen, el heredero al Trono
Hay un claro cambio de tercio cuando aparece Samwell Tarly. Una situación aparentemente inocente, como es la de Daenerys dándole las gracias por haber curado la extraña enfermedad de Jorah Mormont, acaba con una brutal confesión: la del asesinato del padre y el hermano de Sam a golpe de dracarys. ¿El motivo? No arrodillarse ante la nueva reina. Después de mostrarnos a la Targaryen riendo, besando y cabalgando a lomos de Drogon, nos vuelven a asaltar cuestiones que ya creíamos abandonadas. ¿Es realmente válida para el trono? ¿Basta con ser “mejor” que Cersei? ¿Sería una líder tan nefasta como su padre, El Rey Loco?
Por su fuera poco, Sam es también responsable de decirle a Jon lo que ya conocíamos gracias a las revelaciones de Bran Stark: que es hijo de Rhaegar Targaryen y Lyanna Stark, siendo así el legítimo heredero al Trono de Hierro. “Renunciaste a la corona por salvar a tu pueblo. ¿Haría ella lo mismo?”, le pregunta el Tarly refiriéndose a La que no arde. Quizá, la línea de diálogo más importante de todos los 50 minutos. Es la que nos abre los ojos y, al mismo tiempo, nos hace sentir culpables por haber disfrutado sin habernos dado cuenta del autoritarismo de Daenerys. Ahora la responsabilidad recae en Jon. Tiene dos opciones: o revelar la incógnita y abrir una nueva disputa o callar y asegurarse la confianza de la Khaleesi. Ninguna será fácil.
En Desembarco del Rey, aunque no se profundiza demasiado, sí que se abren vías interesantes. Es difícil imaginar que Cersei, normalmente orgullosa y sin escrúpulos, acabe complaciendo a Euron Greyjoy sin tener un as debajo de la manga. Quizá sea la impotencia de verse con un ejército menos efectivo del que creía, pero la leona no acostumbra a actuar sin tener un objetivo en mente. De momento, ya sabemos uno de ellos: matar a su hermano con la misma ballesta que este utilizó para acabar con su padre.
El cierre es otro homenaje a los inicios. Si el piloto cerraba con Bran Stark siendo arrojado de una torre por Jaime Lannister, Invernalia acaba con esos mismos personajes intercambiando miradas después de años. Y, a juzgar por la expresión estoica de El Cuervo de Tres ojos (que ya ha dado lugar a memes), no parece que el recibimiento vaya a ser agradable. Habrá esperar para comprobar si en los próximos episodios terminan de cuajar los diálogos, las tramas y los copos de nieve que, de una vez por todas, traigan consigo el temido invierno.