El 6 de septiembre de 2003 vio la luz una comedia que acabaría convirtiéndose en historia de la televisión española: la gran Aquí no hay quien viva. 20 años han pasado desde que vimos por primera vez a los vecinos de Desengaño 21, el céntrico edificio de Madrid en el que se desarrollaban las tramas de la exitosa serie de Antena 3. Dos décadas en las que la ficción ha ido pasando de generación en generación con una inusitada vitalidad que la coloca todavía hoy en el centro de la conversación social.
Un fenómeno atemporal prácticamente sin precedentes dentro de nuestras fronteras que a muchos les trae a la memoria el que Friends ha vivido tanto en Estados Unidos como en el resto del planeta. Prueba de ello es que ambas series se cuelan de vez en cuando en los ránkings de lo más visto de las plataformas de pago en las que ahora son consumidas.
Y si bien la popular producción de NBC -que hace poco más de un mes lloraba la muerte de Matthew Perry-, celebró una reunión televisada de sus estrellas que se estrenó en mayo de 2021 en HBO Max, y pese a que el público ha podido seguir disfrutando de muchos de sus actores gracias a La que se avecina, los fans de Aquí no hay quien viva se han quedado con las ganas de ver un reencuentro en la pequeña pantalla de todos sus protagonistas recordando cómo vivieron aquellos locos años.
Un hito que sí ha conseguido de alguna manera Javier P. Martín, periodista que firma Aquí no hay quien viva. Detrás de las cámaras: la delirante historia de esta nuestra comunidad (Plaza & Janés), un libro en el que el escritor reúne, en forma de historia oral, el testimonio de gran parte del reparto de la serie y de algunos de sus directores y guionistas. Un libro que tuvo su semilla en un reportaje para El País y da espacio a más de 50 horas de entrevistas en las que se explica de manera muy amena el relato de un auténtico milagro televisivo.
“Este libro existe gracias a la generosidad y predisposición en concreto de Alberto Caballero”, cuenta P. Martín a verTele, agradecido con el impulso que el creador de la ficción junto a su hermana Laura le ha dado para sacar adelante este trabajo. “Cuando le dije que quería convertirlo en libro como que le gustaba mucho la idea de un libro que homenajeara la serie y la pusiera en su lugar. Para él era muy importante que 20 años después se hablara de Aquí no hay quien viva en los términos que ya se está hablando. Que es una serie que realmente ha hecho historia en nuestra televisión”, añade.
El escritor quiere dejar claro, eso sí, que este libro “no ha sido orquestado por los hermanos Caballero, ni es que yo haya querido hacer un lavado de imagen de nadie”. No obstante, de su lectura se sacan algunas conclusiones, como que ha habido muchos prejuicios sobre la valía profesional de Alberto y Laura Caballero por la relación profesional que ambos tuvieron con su tío José Luis Moreno, el productor que los colocó al frente de esta serie. “Yo creo que ellos son conscientes de que realmente tuvieron una suerte increíble con cómo pudieron llegar a la industria y las oportunidades que tuvieron al empezar. Y creo que también son conscientes que han demostrado ya que su valía va más allá de eso. Es verdad que en el libro, por cómo habla todo el mundo de ellos, o casi todos, se hace un retrato de ellos como dos personas muy trabajadoras y válidas”, explica, recalcando que “ellos no necesitan este libro para reivindicarse”.
A pesar de ello, Alberto Caballero escribe el prólogo del mismo, donde explica por qué considera este libro el verdadero reencuentro de Aquí no hay quien viva, 20 años después: “Por el camino, hemos perdido a parte del elenco, actores maravillosos como Emma [Penella], Mariví [Bilbao] o Edu Gómez. Eso hacía inviable para nosotros tirar de esa nostalgia tan de moda y montar un reencuentro. Los hubiésemos echado demasiado de menos. Mucho más bonito homenajear a la serie con un libro que recogiese la experiencia que vivimos desde múltiples puntos de vista”, defiende el creador, en una idea que hace unas semanas también expresaba su hermana Laura.
Javier P. Martín añade un motivo más: “Mi opinión personal es que lo que más le duele es la ausencia de José Luis Gil. No es una persona que haya fallecido y que se le pueda homenajear, sino que es alguien que está vivo y está luchando por mejorar su situación pero con el que claramente no se va a poder contar para esto”, dice sobre el actor que daba vida a Juan Cuesta y que sufrió en noviembre de 2021 un ictus que lo ha mantenido apartado desde entonces del foco mediático. Para el propio periodista, Gil es también uno de los cuatro grandes ausentes de su libro.
Un libro con cuatro grandes ausencias
Para el escritor, José Luis Gil es “un pilar de la serie y se nota mucho que no está en el libro”. Pero no es el único. Por un lado, otras de las voces con las que Martín no ha podido contar es con la de José Luis Moreno, el que fuese productor ejecutivo de la ficción, ya que él mismo rechazó participar. “Aunque me hace gracia que quede como un poco el villano detrás de la cortina en el libro, por todo lo que se habla de él, habría quedado un libro más pintoresco aún con su voz. Creo que me habría dado mucha fantasía”, lamenta.
“Y luego Edu García [José Miguel] y Sofía Nieto [Natalia] me parece que habrían sido testimonios muy importantes, porque eran muy jóvenes y ellos vivieron de otra forma esa experiencia. Estoy seguro que pueden decir cosas mucho más interesantes hoy en día sobre esa experiencia, cómo les marcó y cómo lo vivieron ellos”, añade sobre los actores que interpretaban a los hijos de los Cuesta y que también han declinado dar declaraciones. Y es que en su libro se desliza en varias ocasiones la idea de que García, que empezó Aquí no hay quien viva con 11 años, es una de las grandes víctimas del voraz sistema de producción que se llevaba a cabo en la comedia.
“Había muchas zonas grises. Yo creo que probablemente sí que tenía que haber ido al colegio, pero probablemente se lo saltaba mucho por cuestiones de organización. Simplemente por cómo trabajaba el equipo de la serie, por esos horarios que tenían, yo estoy seguro de que lo saltaba mucho. Y yo creo que hoy en día todo eso está mucho más regulado”, reflexiona el periodista, que considera que este es uno de los motivos por los que Edu García se ha desmarcado de un proyecto que afectó a su infancia. “Por sus canciones y lo que ha contado, parece que está muy enfadado y tiene la sensación de que se aprovecharon de él, le explotaron y que no sacó el rédito que creía que tenía que haber sacado”, señala.
La historia oral de un milagro televisivo
Javier P. Martín, a través de los recuerdos de quienes lo vivieron, retrata a la perfección cómo Aquí no hay quien viva acabó muriendo de éxito. La producción de la serie era una maquinaria imparable que provocó jornadas maratonianas de rodaje, capítulos que se escribían casi a la vez que se grababan, cintas con los episodios que se enviaban a Antena 3 apenas horas antes de su emisión, guiones que llegaban al buzón de los actores la noche antes de que tuviesen que interpretarlos, estrellas que se cruzaban el país para llegar a citaciones improvisadas.
Y, mientras tanto, un productor, José Luis Moreno, que no paraba de firmar episodios y más episodios con Antena 3 de forma unilateral, a espaldas de su equipo, provocando que este se llegase a ver obligado a rodar durante 11 meses sin descanso: “Para mí era muy importante que se entendiera de quién era la culpa, a quién había que responsabilizar, y por qué ocurría eso”, declara el escritor, que también quiso que quedara claro por qué casi todo el mundo aguantaba el tirón a pesar de las malas condiciones laborales. “Si estás en la fiesta en la que quiere estar toda la industria, al final te vas a llevar ciertos beneficios, tanto económicos como de reputación”, apunta Martín, que recoge cómo muchos de sus actores resistieron por fama, por prestigio o, simplemente, por dinero, además de que “se lo pasaban genial interpretando esos guiones”.
Otros, en cambio, no llegaron a aguantar el ritmo de una serie que llegó a rodar 93 episodios (repartidos en cinco temporadas) en tan sólo tres años. Es el caso de intérpretes como Adrià Collado, Laura Pamplona o Loles León, cuya salida de la ficción estuvo envuelta en polémica por discrepancias con sus responsables. Un conflicto del que la actriz se ha negado siempre a hablar... hasta ahora. “Yo creo que es un poco como cuando lo dejas con una pareja. Al principio, hay unos años en los que vas a odiarla, vas a tener resquemor, vas a no querer hablar del tema, pero cuando ya has metabolizado todo eso, ya estás preparado a hablar de lo que pasó”, dice el autor sobre la intérprete barcelonesa, que en 2016 volvió a unirse a los Caballero, incorporándose al elenco de La que se avecina.
Con todo ello, nos cuestionamos: ¿Cómo pudo salir tan bien algo que se estaba haciendo tan mal? El propio autor contesta: “Esa es la gran pregunta que queda al leer el libro. A mí me queda y la respuesta no la tengo. Pero esto lleva a otra pregunta más interesante. ¿Habría salido tan bien una serie con estas características tan buena, tan pegada a su tiempo, tan fresca, tan graciosa, si hubieran trabajado en condiciones normales, más funcionales?”, plantea. Él mismo se responde: “Creo que hay un espíritu en Aquí no hay quien viva que se filtra de esa forma de trabajar y de ese día a día tan loco, que hace que la serie sea tan alocada y tan viva. Es una serie vivísima. Esa duda quedará para siempre”, sentencia.
Un éxito intergeneracional
Con todo ello, Aquí no hay quien viva ha quedado para la historia como uno de los principales emblemas de nuestra ficción televisiva. Una serie que ha sido capaz de sobrevivir al paso del tiempo, envejeciendo de forma muy sana y gozando de un reconocimiento que ha ido trasladándose de generación en generación. Entre otras cosas, por un espíritu progresista -probablemente no intencionado- que se respiraba en sus tramas, en aspectos como por ejemplo la representación que hacía del colectivo LGTBIQ+, pionera en aquellos años, a través de personajes como los de Mauri (Luis Merlo) o Bea (Eva Isanta).
“Los homosexuales están al mismo nivel que todos los demás y se les muestra con la misma normalidad. Las tramas que les hacen son tan locas, y tan absurdas, y tan cotidianas como las de los demás. No se les está reduciendo a simplemente el hecho de ser homosexuales”, defiende Javier P. Martín, que recuerda que a esto sus creadores no le dan mayor importancia. “Para ellos era absolutamente normal. Ellos no tenían la intención de revolucionar nada, ni de hacer justicia, ni nada. Para ellos era: ¿Qué hay en un edificio del centro de Madrid? Hay viejas y hay maricones, porque así es el centro de Madrid. Viven puerta con puerta y tienen que convivir”, explica.
Esta es una de las razones por las que, para el periodista, los jóvenes que no habían nacido cuando se estrenó Aquí no hay quien viva siguen conectando con la serie. Pero hay más: “Creo que retrató muy bien una España real que no ha cambiado tanto. Una España real de la clase obrera”, valora. “Y no sólo retrató muy bien a la España obrera y la España de perdedores, que es lo que me gusta de la serie, la España de gente frustrada y amargada, sino que España no ha ido a mejor. En España, la clase obrera sigue frustrada y amargada y sigue conectando con los problemas que tenían los vecinos de Desengaño 21. Creo que nos gusta ver Aquí no hay quien viva para reírnos de gente que está peor que nosotros. Hay algo reconfortante en eso”, sentencia.