HIT, la serie de TVE protagonizada por Daniel Grao en el papel del heterodoxo profesor Hugo Ibarra Toledo, cerró este jueves su segunda temporada en La 1. Y lo hizo con un desenlace de su personaje principal que provocó un inesperado reencuentro y que abre una interesantísima puerta a su posible tercera temporada.
Aunque las audiencias lineales de HIT no han destacado en la noche de los jueves, una noche especialmente complicada por ser la del reality de Telecinco, la cadena pública ya se ha dado cuenta de que acierta al renovar sus series -como analizamos- teniendo también en cuenta su aportación en diferido y, sobre todo, su valor de servicio público. Y en su segunda temporada, HIT ha refrendado que en ese sentido es un valor seguro, una ficción valiente que refleja y afronta conflictos sociales de todo tipo.
(Aviso: Spoilers) Así ha acabado 'HIT'
En su penúltimo capítulo, el noveno de esta segunda temporada que TVE lanzó la semana pasada, se resolvió al fin de quién era el entierro que durante toda esta tanda de episodios, a través de saltos al presente, se había visto al comienzo de cada entrega. Dan, tras lograr superar sus miedos y verse completamente integrada entre sus compañeros, tuvo un fallo cardíaco que le provoca la muerte instantánea.
Así que en su episodio final, la acción de HIT se sitúa por primera vez en el presente, y no meses atrás como toda la segunda temporada. Después del entierro, falta poco para empezar un nuevo curso, y Hugo no ha logrado superar el golpe: ha vuelto a beber, y destrozado anuncia a su círculo que deja la enseñanza. No quiere volver a dar clases, ni a dar esperanzas a unos alumnos que luego lo tienen tan difícil.
Pero sus alumnos no se lo esperan. Ahora ya son un grupo unido, son amigos de verdad, hasta el punto de colarse en su instituto para hacer un mural de Dan con graffitti y que su recuerdo prevalezca. Es entonces cuando hablan de seguir el curso siguiente, porque sólo HIT puede ayudarles. La evolución de cada uno de ellos se hace palpable, por ejemplo con Román plantando cara a sus examigos fascistas, o con Mat alegrándose por la detención del yihadista que le captó.
Todo se tuerce poco antes de empezar el curso. HIT, que no para de beber, primero comunica a sus compañeros profesores que no seguirá y que le han dado la baja por su alcoholismo, con un tremendo enfado de su director que al fin valora sus grandes resultados. Y luego reúne a sus alumnos para comunicarles la misma noticia. Les explica que se va porque ha perdido la fe en sí mismo, y que aunque no lo crean, ellos ya no le necesitan porque ya son adultos. Pero ellos no se lo toman nada bien, le echan en cara que no comulgue con sus propias enseñanzas, y le arrojan todas sus servilletas simbolizando que ha tirado la toalla.
Cuando todos están contra él, una llamada detiene la reunión: los padres de los niños, acampados en la fábrica para protestar contra su cierre, ven que hay amenaza de desalojo, con la policía en las puertas. Todos los jóvenes deciden ir en ayuda, y Mat invita a HIT a que se sume y les lleve. La cosa no sale bien. Hugo da la cara por todos, avisa a la policía de que hay menores dentro y no pueden cargar, pero aún así la situación se descontrola y los antidisturbios acaban cargando, provocando heridos.
Tras otro pequeño salto temporal, HIT ya lleva unos días volviendo a lograr no beber, y se ha convertido en un pequeño mito en Puertollano por apoyar la protesta. De hecho, lo ocurrido hace que la empresa finalmente acepte pagarles lo acordado en un primer momento, 26 días por año.
Pese a todo, él sigue convencido de su decisión. Más sereno, acude a una reunión de alcohólicos anónimos, pero resulta especial: sus alumnos se dirigen a él, en el centro del círculo de asientos, para explicarle uno a uno cómo les ha cambiado la vida y cómo han aprendido a quererse y a querer.
Un final que abre una interesante ventana para seguir
A nivel personal, su relación con Francis sigue adelante pero ella le dice que no puede verle así, de nuevo ahogado por el alcohol. Tras muchos intentos y la ayuda de su amiga Maya, HIT acepta ir a echar un ojo a un centro de rehabilitación. Francis le pide que, cuando se vaya, ni se despida porque prefiere no vivir ese momento. Y así lo hace él, rumbo al centro de desintoxicación sin estar convencido de quedarse.
Al llegar, la directora del centro le acompaña para explicarle las normas y mostrarle cómo está organizado. Como podía esperarse, HIT no acaba muy convencido, y le dice que cree que ha sido un error, pidiéndole perdón por el tiempo perdido y diciéndole que va a dar media vuelta. Pero entonces, una joven se choca con él: es Lena, su alumna en la primera temporada de la serie, la única que se quedó “descolgada”.
Lena ni tan siquiera es capaz de reconocerle. Está internada y muy medicada. La directora pregunta si la conoce, y él le explica cuál es su relación. Y es entonces cuando se entera de que Lena ha tenido dos intentos de suicidio, y por eso está en el centro. La postura de HIT cambia por completo, y anuncia: “Me quedo”.
Aunque la renovación de la serie no está confirmada, este final de segunda temporada deja claramente abierto con ese “cliffhanger” (un “cebo” para lo que está por venir) la posibilidad de volver a cambiar de entorno y de tramas. Igual que pasó de la ciudad a lo rural, y de la educación especial a la FP Básica, HIT podría seguir adelante con él mismo como paciente, pero a la vez haciendo terapia en un universo más cerrado como el del centro de desintoxicación, tratando a su exalumna Lena, y seguramente enfrentándose más que nunca a sus fantasmas por su dedicación. Y sobre todo, las tramas de la ficción se abrirían al tratamiento de la salud mental, ahora que al fin este tema se ha puesto incluso en la agenda política.