Los españoles consumieron 211 minutos de televisión por habitante y día durante el año 2002, según dijo el director del Departamento de Comunicación Audiovisual de la Universidad San Pablo-CEU, José Ángel Cortés Lahera, durante la Conferencia Internacional sobre Televisión, Violencia y Sociedad, celebrada ayer en la Universidad Católica de Portugal. De ello se deduce, según este experto, que después de trabajar y dormir, la tercera actividad de los españoles es, al menos estadísticamente, ver la televisión, igual que los portugueses. A su juicio, tres horas y media de consumo diario es “excesivo” para una programación generalista donde sólo se ofrece informaciones y entretenimiento. La conferencia, en la que este experto analizó los diversos formatos de programas, estuvo presidida por la Reina doña Sofía, y organizada por la Sociedad Científica de dicha universidad, la fundación Pro Dignidad, la Filmoteca Nacional, la Fundación Luso-Americana y el Banco Portugués de Inversiones. Para Cortés, esta dedicación a la televisión supone que en hoy en día queda poco tiempo para otras alternativas de ocio, desde la lectura a la asistencia a espectáculos pasando por un agradable rato de charla familiar. Condicionamiento del mando a distancia Agregó que el mando a distancia condiciona la forma de ver y comportarse ante la televisión, provocando el nacimiento de un espectador nervioso e insatisfecho que cada día, consume horas de televisión de una manera compulsiva.
Por ello, manifestó que “su retrato robot responde al de una persona que sin criterio comienza a ver un programa, lo abandona en la primera pausa publicitaria para buscar otro que también abandona por falta de interés. El resultado: varias horas de una película, diez minutos de un concurso, la mitad de un telediario y el final de una serie”. Según este doctor en Periodismo y Comunicación Audiovisual, docente de la USP-CEU, si un programa de telebasura tuviera el rechazo que al menos se percibe en determinadas conversaciones no llegaría nunca a obtener audiencias millonarias y desaparecería de las parrillas por falta de audiencia. Piensa que “muchos callan sus verdaderas preferencias” porque si no los documentales gozarían de mejores audiencias.