“Lo he pasado muy mal. En 42 años nunca había pensado en la muerte, y esta vez sí que me ha pasado”. Estas han sido algunas de las primeras declaraciones del periodista Quico Taronjí después de la odisea que ha vivido durante su aventura en kayak, que terminó ayer abruptamente después de meterse en un temporal y que su embarcación se rompiera, como recogimos.
En conversación con El Larguero de la Cadena Ser, Taronjí explica que “aquí ya estoy a resguardo y seguro. Ahora hay que disfrutar del descanso y luego, vuelta a España”, mientras bromeaba con que “ahora estoy en un hotel que es bastante más confortable que mi kayak”.
“El kayak se parte, las olas tenían 5 ó 6 metros, era imposible avanzar”
El presentador y aventurero contó que a su trimarán (embarcación de tres cascos) se le partió “uno de los brazos que unen el casco central, el principal, con el de la derecha, el de estribor. Se parte y me deja con uno de los patines a la deriva, moviéndose de un lado a otro. Pierdo el gobierno de la embarcación, las olas tenían 5 ó 6 metros, y ya es imposible avanzar. Es entonces cuando intento ganar la costa, pero se van partiendo piezas, se va quedando la embarcación cada vez más 'desnuda', y al final entro en una playa sólo con el casco central del kayak”.
“Tenía claro que debía dejar el mar. Morir de hipotermia estaba asegurado”
Además, explicó que durante el gran temporal se le perdió la herramienta que utiliza para situar su embarcación, lo que hizo que sus familiares y amigos “temieran lo peor”. Taronjí reconoció que le salvó que estuviera a cinco millas de la costa, lo que le permitió acercarse: “Si llego a estar más lejos, no quiero aventurarme, pero quién sabe... Habría sido más fácil localizarme, pero más difícil rescatarme”. De hecho, dos barcos de salvamento marítimo que fueron a rescatarle tuvieron que darse la vuelta por no poder superar el oleaje.
Cuestionado por si en algún momento temió por su vida, el periodista reconoció que hubo “varios”. “En 42 años nunca había pensado en la muerte, y esta vez sí que me ha pasado”. “Una vez volqué tenía claro que debía dejar el mar, porque morir de hipotermia estaba asegurado, estaba pasando muchísimo frío y antes había tenido que rajar mi traje seco para que me permitiese respirar”, explicó.
“Cavó su propia tumba” para entrar en calor ya en la playa
Por si fuera poco, su odisea continuó una vez tocó tierra: “Al llegar a la playa yo el kayak ni lo encuentro en ese momento, lo encuentro ya por la mañana. Y precisamente porque yo no lo encontré a esa hora, alguien lo encontró más tarde y se quedó con las cosas que había dentro”.
Pese a todo, ya en la playa “y con muchísimo viento”, Taronjí relata que buscó “una zona parapetada, detrás de unas malezas, me quito el traje seco, le quito el agua que todavía había, y me lo pongo y aprieto bien para quitar todo el aire, y me entierro en la arena. Prácticamente cavo mi propia tumba”, explica mientras se ríe.
“Me dejo sólo la cabeza fuera, tapada con el chaleco salvavidas, a forma de tejado a dos aguas, más que nada porque continuaba lloviendo. Si alguien llega a pasar por la playa se piensa que alguno se ha dejado un chaleco, y era yo”, bromea. “No dormí, por la situación, el frío y las agujetas que tenía de mantener el equilibrio en el kayak, y al 'despertarme' a las 6 de la mañana y salir de mi 'tumba' veo a unos hombres con linternas en mi kayak”.
La 'odisea' continuó en tierra firme: Le robaron su pasaporte y su dinero
Taronjí se acercó a pedir ayuda, pero descubrió que había escotillas abiertas, y cuando se dio la vuelta ya corrían. “Juré en arameo y les supliqué que me dejaran el pasaporte, pero nada. Luego andé como medio kilómetro y llegué a una casa donde les expliqué todo, me dejaron ducharme, me dieron ropa, y dormí un poco. Al despertarme, un amigo del hombre me trajo mi pasaporte diciéndome que se lo había encontrado. Yo pensé que vaya casualidad, pero no quise discutir”.
Pese a esa sospecha, destacó que su “casero” le dio al irse “100 dinares, que son unos 50 euros, para que pudiera salir del paso, y me dijo que ya se los devolvería. Le mandaré un paquete con su ropa planchada y lavada, su dinero y algún regalito”. El cónsul y la embajada española le ayudaron de ahí en adelante: “El cónsul me invitó a comer de su bolsillo, porque yo no tenía nada”. El miércoles vuelve a España, primero a Madrid “y luego a Santander, a ver el mar pero desde la terraza, con un buen café con leche”. El periodista recogerá todo primero en su blog aislado.es, donde ha ido contando su viaje, y después en un libro que quiere escribir.