La televisión es hoy el pasatiempo de ocio más popular. La mayoría de la gente se queja de la caja tonta pero se sientan en sus sofás y se apropian del mando a distancia.
El término “adicción televisiva” es impreciso y está cargado de juicios de valor, pero capta la esencia de un fenómeno muy real. La televisión puede enseñar y divertir, y es posible que facilite distracción y escape. La dificultad llega cuando la gente tiene un fuerte sentimiento de que no debería ver tanta TV como hacen. Por término medio, los individuos en el mundo industrializado dedican 3 horas al día a la búsqueda de programas –la mitad de su tiempo de ocio- y más que cualquier otra actividad para ahorrar trabajo y sueño. Alguien que viva 75 años pasa 9 de ellos en frente del aparato. Otros estudios han demostrado que el 10% de los adultos se denominan, a sí mismos, adictos televisivos. La televisión provoca menor estimulación mental que la lectura. Un estudio demuestra que los sujetos que ven la televisión manifiestan que tienen más dificultades para concentrarse después de un visionado que con anterioridad. Después de practicar deporte o sus entretenimientos favoritos, la gente manifiesta mejorías. Tras ver la TV, las conductas de las personas son casi idénticas o peores que antes. Como la droga, cuantas más horas se pasen frente al aparato, menor satisfacción se logra con ello. Para algunos investigadores, el paralelismo más convincente entre la Tv y los drogadictos, es que la gente experimenta los síntomas de la retirada cuando dejan el visionado. ¿Cómo es posible que la TV nos atrape de esa forma? En 1986, Byron Reeves, de la Universidad d tanford; Esther Thornson, de la Universidad de Missouri, más otros colegas, comenzaron a estudiar si los retos firmes y formales de la TV –cortes, películas, zooms, etc- activan la respuesta orientativa y, de aquí, que se mantenga la atención en la pantalla. Llegaron a la conclusión de que son las formas –no los contenidos- las que hacen única a la televisión. Robert D MacLLwraith, de la Universidad de Manitoba, analizó a los que a sí mismos se califican como teleadictos. Estos manifestaron que usaban la TV como divertimento en la huida de pensamientos desagradables, así como para rellenar el tiempo. Otros estudios han demostrado que los telespectadores intensos tienen una inferior probabilidad de tomar parte en las actividades comunitarias y deportivas, con una cierta tendencia a la obesidad en relación a los espectadores moderados o que, simplemente, no lo son. Desplazar otras actividades por la televisión Aunque parezca que la televisión está en línea con el criterio de dependencia a la sustancia, no todos los analistas han llamado adictiva a la TV. Mcllwraith dijo en 1998 que desplazar otras actividades por la televisión puede ser significativo socialmente, pero aún se está lejos de la exigencia clínica para un importante deterioro. Señaló que no es necesaria una nueva categoría de “teleadicción” si los espectadores se contienen de condiciones tales como depresión y fobia social. Para una creciente mayoría del público, la vida on line que llevan puede parecer más importante e intensa que la que llevan en un cara a cara. Mantener el control sobre los hábitos medios de uno mismo es hoy un auténtico reto. Los televisores y ordenadores están en todas partes, pero necesitan no interferir con la calidad del resto de la propia vida. En su fácil suministro de relajación y escape, la tv es capaz de ser beneficiosa a dosis limitadas. Ahora bien, cuando la costumbre obstaculiza la capacidad de interferir el crecimiento, aprender nuevos temas y conducir una vida activa, entonces sí que constituye un tipo de dependencia y, así, debería tomarse muy en serio.