La isla de Borneo, dividida entre Malasia, Indonesia y una pizca de Brunéi, ha sido históricamente la máxima expresión de la naturaleza más salvaje, donde flora y fauna no dejaban ni un centímetro por colonizar. Hoy, víctima del capitalismo más voraz, la deforestación ilegal y plantaciones de aceite de palma tan solo cuenta con pequeños reductos de vida salvaje que hay que buscar a conciencia.
Una gran parte de los bosques originales ha sido destruida para llevar a cabo enormes plantaciones de palma de las que se obtiene el famoso aceite, extendido y utilizado en numerosas industrias, y cada vez más perseguido y criticado por sus efectos negativos, tanto medioambientales como para la salud. Infinidad de especies animales han visto desaparecer su hogar y ha sido necesaria la aparición de zonas protegidas, santuarios y centros de recuperación de animales salvajes, entre los que el orangután (“orang-utan”, literalmente el “hombre de la selva” en malasio) se ha visto especialmente afectado.
Aún es posible ver orangutanes en libertad en Borneo, lejos de los zoos. Orangutanes que pueden vivir y desplazarse a sus anchas en zonas protegidas en las que los únicos límites los ponen las hectáreas de sus bosques.
Un paraíso llamado Kinabatangan
El río Kinabatangan es el mejor ejemplo de lo que Borneo fue y lo que nunca debió dejar de ser. Una reserva natural donde la naturaleza se resiste a perder la batalla contra la mano del ser humano y donde una gran cantidad de especies, animales y vegetales, viven a su aire.
Para conocer este río ubicado en el estado malasio de Sabah, a un par de horas de la ciudad de Sandakan, lo mejor es recurrir a uno de los paquetes de tres días y dos noches que guías y hoteles locales ofrecen a los visitantes. Así, poniéndose en sus manos, uno se puede asegurar entre dos y tres safaris diarios en los que el contacto con la naturaleza es máximo, saliendo en la búsqueda de animales salvajes cámara en mano al amanecer, al atardecer y al llegar la noche, los mejores momentos para la observación de los habitantes de la selva.
Los safaris en Kinabatangan
La mejor manera de recorrer el Kinabatangan en busca de fauna es surcando sus aguas de color marrón. Un pequeño bote de madera te llevará río arriba y río abajo, entrando en sus ramificaciones, rodeado en todo el momento por una selva espesa de esas que no dejan pasar ni la luz. Junto a ti un guía experimentado no quita ojo a la maleza y donde tú no ves nada más que hojas verdes el comienza a descubrir los animales de los árboles, la espesura y las orillas. También se pueden hacer safaris a pie, adentrándose en la vegetación, para sentirte totalmente inmerso en el Borneo más auténtico, ese momento en el que desearás no haber olvidado el repelente de insectos en el hotel para no ser víctima de miles de mosquitos hambrientos. Aunque ojo, no siempre funciona.
Los animales de Kinabatangan
Como la biodiversidad del Kinabatangan quedan pocas otras en el planeta. Como en cualquier expedición para observar animales en libertad hacen falta grandes cantidades de suerte, pero no será difícil toparse con varias familias de monos narigudos, monos macacos e incluso algún gibbon. Cocodrilos, serpientes, felinos y una cantidad de aves que no parece tener fin, con el llamativo martín pescador sobrevolando de rama en rama o los espectaculares cálaos, un ave endémica de Borneo que reina en las copas de los árboles. Pero aún hay más porque el plato fuerte lo ponen los elefantes pigmeos, difíciles de encontrar, los rinocerontes de sumatra, casi imposibles de ver y, cómo no, los escasos y majestuosos orangutanes, el primate arbóreo más grande del planeta. Los pocos orangutanes que viven aquí en plena libertad se hacen de rogar pero con un buen guía, y un poco de fortuna, podrás volver a casa diciendo que has visto al auténtico rey de Borneo en el salón de su casa.
Santuarios y centros de recuperación, la otra opción
La destrucción de los bosques ha reducido hasta límites insospechados los espacios donde la fauna puede vivir en libertad. Por desgracia, como consecuencia de la actividad humana, los santuarios y los centros de recuperación de animales en vías de extinción se han hecho totalmente necesarios hoy en día y Borneo es un buen ejemplo de ello. Los orangutanes son unos de los principales afectados por la deforestación y en su defensa han surgido diferentes centros que, basándose en espacios de bosques protegidos, controlan, cuidan y favorecen la subsistencia de este gran primate. Aquí los orangutanes viven en libertad, solo limitados por el tamaño del propio bosque, y deciden qué hacer o qué no hacer. Los centros ubicados en esos bosques estudian y registran la población, así como recuperan, asisten e introducen orangutanes víctimas de la deforestación de otras áreas. Dos de los más importantes centros en Borneo son el Semenggoh Wildlife Rehabilitation Centre, cerca de Sarawak, al oeste de la isla, y el Sepilok Orangutan Rehabilitation Centre, cerca de Sandakan, en el noreste del Borneo malasio.
Los fondos necesarios para mantener en activo este tipo de santuarios y garantizar el cuidado de los animales dependen en gran medida del turismo, algo que no falta en Borneo. Viajeros llegados de todos los rincones del mundo acuden a ellos para conocer sus labores de conservación y poder ver de cerca al famoso y cada vez más escaso hombre de la selva. Para que esto sea posible, ya que los orangutanes viven en libertad, dos veces al día se facilita fruta en los árboles. Puede que los orangutanes no aparezcan si el bosque ha sido generoso con ellos ese día, o puede que sí si no han encontrado el alimento necesario. Puede que uno se deje ver, quizá dos, o quizá diez, pero aunque no aparezca ninguno el turista puede estar contento por haber colaborado con su dinero a mantener vivos estos santuarios.