Con el vino como hilo conductor: guía para descubrir Burdeos, su capital mundial

Iker Morán

30 de octubre de 2024 21:51 h

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Aunque España está repleta de lugares con muy buen vino y en algunos esta bebida tiene un notable peso en la historia, la cultura y la economía de la zona, basta dar un paseo por Burdeos para entender por qué se conoce esta ciudad del suroeste francés como la capital mundial del vino. Un título que abanderan orgullosos y que proyectos como la Cité du Vin, un museo dedicado a ello, y su amplia oferta gastronómica, ayudan a consolidar.

Pero, en realidad, ver las copas de vino en las mesas de los bares y en las terrazas es lo que marca el carácter de esta ciudad a orillas del Garona. Por eso, el vino puede ser el mejor hilo conductor para recorrer Burdeos y sus alrededores tanto para los apasionados de la enología como para quienes simplemente buscan una excusa para conocer la región. 

La ciudad del vino

Precisamente esa propuesta transversal para gustar tanto a grandes aficionados como a meros curiosos es la razón de ser de la Cité du Vin, a la que —confesamos— nos acercamos con cierto escepticismo. ¿Qué puede aportar a quienes ya han visitado decenas de bodegas, leído sobre vinos o se conozcan de memoria lo de la fermentación, las barricas y demás? 

La experiencia resulta interesante y puede ser una buena primera parada y toma de contacto con el universo vitivinícola. La visita es dinámica y tan corta o larga como uno quiera, aunque el tiempo medio es de unas dos horas. Inaugurado en 2016, este museo renovó recientemente su exposición permanente, que ocupa toda la segunda planta de este edificio de más de 13.000 metros cuadrados repartidos en ocho plantas y cuyo diseño se ha convertido en uno de los símbolos arquitectónicos de Burdeos.

Tipos de vinos, zonas de producción, las claves de la elaboración o la importancia del vino a lo largo de la historia son algunos de los asuntos que se tratan en las 18 áreas temáticas de esta exposición donde el protagonista es el vino en el mundo, no solo el de Burdeos o el francés.

La entrada cuesta unos 17 euros e incluye una copa de vino que se sirve en la última planta, con vistas panorámicas de la ciudad. Además de la zona de exposición y diversos talleres y experiencias que se comercializan por separado, una parada en su tienda, bien surtida de accesorios y literatura enológica, también merece la pena. También su bodega de vinos, con una gama muy amplia y a precios bien ajustados sobre todo en las referencias de Burdeos.

De vinos por Burdeos y alrededores

Después de empaparnos de la cultura del vino, es buen momento para adentrarse de lleno en la oferta gastronómica de Burdeos. Es ciertamente amplia y aunque es verdad que el tique medio es algo más elevado que en España —no mucho si hablamos de Madrid o Barcelona—, hay opciones para casi todos los bolsillos. 

La fórmula del mediodía (una especie de menú del día) es un recurso infalible para comer a buen precio y se puede encontrar en numerosos restaurantes de la ciudad, tanto en el casco histórico como en Chartrons, uno de los barrios más recomendables para quedarse.

Pero si queremos hacer que el vino realmente sea el protagonista, lo mejor será elegir lugares donde la comida sea casi un complemento de la carta de vinos a copas. Un formato muy popular y perfecto tanto para picar algo como para una cena en condiciones.

Entre las muchas opciones, dos que nos parece que merecen una visita. Le Bar à Vin es una de esas gratas sorpresas que uno se encuentra en lo que bien podría ser una trampa para turistas. En un local realmente impresionante sirven una treintena de vinos a copas, con precios a partir de unos 4 euros y, como opción para acompañar, quesos, paté y algunos embutidos locales. No es raro encontrar algo de cola, pero merece la pena y, sobre todo, nada de terraza, lo bonito está dentro.

Le Sobre Chartrons también apuesta por esta idea de vinos a copas, aunque en este caso con una oferta gastronómica más amplia, una bodega muy bien surtida con botellas a precio de tienda que se pueden comprar y, pagando el descorche, tomar allí mismo y una máquina de autoservicio para ir probando diferentes vinos. Situado cerca del siempre animado paseo que sigue la orilla del Garona y no lejos de la fotogénica Plaza de la Bolsa, no es un mal plan para una cena en Burdeos.

Como siempre, acercarse a los mercados también es siempre una buena idea para conocer la ciudad. En este caso, no tanto por los vinos, sino por el ambiente del Mercado de los Capuchinos, en uno de los barrios más antiguos y populares de la ciudad. Sentarse en la barra de Bistro Poulette y pedir los moules (mejillones) del día, acompañados de una generosa bandeja de patatas fritas y una copa de vino blanco de la casa es un plan inmejorable. A mediodía está complicado, así que mejor adelantarse al horario francés de la comida o bien intentarlo más tarde.

Bodegas y ostras

Aprovechar el viaje para visitar alguna de las muchas bodegas cercanas a Burdeos suele ser una opción habitual cuando se visita la ciudad. No faltan tours guiados de todo tipo que organizan estas excursiones y, entre otras cosas, eliminan el vehículo propio de la ecuación; lo cual siempre es fundamental si se trata de probar varios vinos.

Saint-Emilion, a unos 40 kilómetros de Burdeos, es un destino interesante porque no solo cuenta con numerosas bodegas que se integran en esta AOC (Apellation d’Origine Contrôlée) sino que también es un precioso pueblo medieval por el que merece la pena pasear más allá de sus vinos.

Decantarse por una u otra bodega dependerá de muchos criterios, así que lo mejor es elegir si nos interesa un vino en concreto o, si no es así, dejarnos llevar por cuestiones prácticas de distancia, horarios de visita... Salvo que haya un gran interés por el mundo del vino, y más allá de la historia y arquitectura de cada una de ellas, lo cierto es que las visitas a bodegas se suelen parecer mucho unas a otras, así que con visitar alguna de las grandes casas de la zona y otra más pequeña estaremos más que servidos.

No olvidemos que si el objetivo es simplemente probar vinos, lo más cómodo es apostar por algunos de los citados locales de Burdeos donde encontrar decenas de referencias a copas sin tener que moverse, aunque es verdad que algunos de los châteaus de las bodegas más emblemáticas son realmente espectaculares. Cada una tiene sus horarios, días de visita, precios, así que tocará un poco de planificación previa si se quieren hacer las cosas bien.

Hay que tener en cuenta que el sistema de organización de vinos de Burdeos es más complejo que a lo que estamos acostumbrados en España. Es decir, no se habla de un vino de Burdeos como podemos hablar de un Rioja, sino que dentro de esta gran zona vinícola hay cinco regiones diferentes —Saint Emilion es una de ellas— y nada menos que 65 AOC que describen no solo territorio, sino también variedades, calidades… Es un tema realmente interesante para quienes busquen lectura complementaria con la que preparar o acompañar su viaje por la zona.

Más allá del vino, la zona costera de Cap Ferret también merece algo de tiempo en nuestra visita a Burdeos. Allí está la famosa Duna de Pilat, la duna más alta de Europa. Entre playas interminables normalmente repletas de surfistas, aquí se viene sobre todo a disfrutar de un ritmo más tranquilo que en la ciudad y, claro, por sus ostras.

Las coloridas cabañas de madera que se reparten por este cabo y la bahía de Arcachon son sencillos chiringuitos donde el menú está más que claro: ostras y vino blanco de la zona. Porque sí, en Burdeos también se elaboran estupendos blancos que hay que probar. Efectivamente, al final aquí todo acaba girando siempre alrededor del vino.